Llegó a la Gran Carpa cuando todavía debía usar pantalones cortos, y desde cuándo lució el uniforme por primera vez de su equipo, se reflejó en él la calidad de pelotero que toda novena beisbolera desea tener.

Constante, disciplinado, trabajador incansable, buen amigo y mejor compañero de club, Al Kaline dejó una estela de grandeza como muy pocos jugadores lo han hecho en la divisa de los Tigres de Detroit, tal vez disputándose los honores con el también inmortal y controvertido Ty Cobb, para ser dos de los más grandes en la historia de ese club de las Grandes Ligas que en su larga trayectoria de más de 115 años en el mejor béisbol del mundo, apenas ha capturado cuatro títulos de Series Mundiales.

Después de 22 temporadas en las Mayores, Kaline se labró su propia carrera como uno de los peloteros de mayor respeto en la época de los años 50 y 60, cuando todavía no existía el Bateador Designado en la Liga Americana, y cuando había en el circuito, lanzadores de calidad indiscutible, muchos de los cuales, ya están en el recinto de los inmortales.

Al Kaline, por todo lo que hizo con la novena de Detroit, bien pronto se alzó con el mote popular de ser el ‘’Tigre’’ del equipo, admiración y honor que cargó entre los admiradores de la divisa durante su prolongada carrera de más de dos décadas, sin olvidar a hombres como Ty Cobb, ‘’El Melocotón’’ de Georgia, de

Hank Greenberg, Jack Morris, Alan Trammell, Jim Bunning y Hal Newhouser, entre otros, que le dieron brillo y lustre al equipo, en sus años grandes en la crema y nata del béisbol mundial.

Único anillo

Artífice de muchas tardes inolvidables con los Tigres de Detroit, Al Kaline y sus compañeros de equipo, durante toda la permanencia con el club, apenas pudo conquistar un anillo de Serie Mundial, en aquella sensacional batalla beisbolera de 1968, frente a los siempre dignos contrincantes, Cardenales de San Luis.

La Cita de Otoño de ese año, llegó al séptimo desafío, y Mayo Smith, para entonces el capataz del equipo, con apenas dos días de descanso, llevó a la lomita de los sustos al zurdo Mickey Lolich, ¡el lanzador que parecía que no, pero sí!, tras igualar la gran final a 3 triunfos por bando, con soberbia actuación en el sexto partido, de su estelar y derecho lanzador Dennis McLain, el ‘’organista’’ que había marcado tarjeta con 31 victorias y apenas 6 derrotas, con 1.96 carreras limpias por juego, en la temporada regular, pero quien había cargado con la derrota en dos de los tres juegos en donde actuó en el Clásico de Octubre, nada más y nada menos que frente al ébano derecho de los Cardenales, el formidable Bob Gibson.

Los Cardenales tomaron ventaja de tres victorias y una derrota en la Serie Mundial, al conseguir dos triunfos en plan de visitante en Detroit, antes del quinto partido, en donde ganó el club, los Tigres, 5 carreras por 3.

Con tres y dos, la final se trasladó al Buch Stadium, de San Luis, para los dos desafíos finales. Y desde luego, los Cardenales, sobre el papel, tenían a su favor los pronósticos. Primero porque iban a definir la gran final en su casa, y segundo, porque estaban a una victoria de conquistar el máximo galardón.

Pero McLain se las ingenió para derrotar a los Cardenales, en San Luis, con un descomunal tablero a favor de su divisa, de 13 carreras por 1, en el sexto compromiso, para obligar a que el título se definiera en el séptimo y último juego de la cita.

Y entonces, el crédito Bob Gibson fue a la loma por los Cardenales, y el zurdo Mickey Lolich lo hizo por los Tigres, quien con la ayuda de un triple de Jim Northrup, en la apertura del séptimo episodio, quien apareció inesperadamente en la alineación titular, le entregó el tercer título de Serie Mundial para su novena, en más de un siglo de historia en la Gran Carpa.

Pero en esa gran final, Al Kaline fue clave en tres de las cuatro victorias de los Tigres, con una producción ofensiva de 379 de promedio, con 11 indiscutibles en 29 turnos al bate, incluyendo par de tablazos de circuito completo y dos dobletes, para remolcar 8 carreras y anotar 6 rayitas.

El zurdo Lolich ganó tres de los cuatro desafíos de los Tigres, sin derrota alguna, mientras que el astro Dennis McLain se adjudicó la otra victoria de la cita, pero ya tenía en su tarjeta dos derrotas.

A un ‘’Bambinazo’’

Entre 1953 y 1974, Al Kaline fue la rutilante estrella de los Tigres, con una carrera que dejó una imborrable huella en su paso por la Gran Carpa.

Sin embargo, en una entrevista por allá en los años 90, Kaline expresó con profunda nostalgia, que ciertamente, ‘’todo se lo debo al béisbol’’, pero que sentía profundamente en su corazón,

que ‘’el béisbol me quedó debiendo una: no pude llegar a los 400 bambinazos’’.

Efectivamente, Kaline apenas compiló 399 cuadrangulares, un dolor que comparte con él, el toletero venezolano, Andrés Galarraga, a quien igualmente le hizo falta un tablazo de circuito completo, para llegar a la no despreciable suma de 400 estacazos de vuelta entera.

¡Pero así es el béisbol! Y ya no hay nada que hacer.

Al Kaline, quien el pasado 6 de abril se fue de este mundo, a los 85 años, deja para la posteridad, una semblanza de grandeza indiscutible y una personalidad a toda prueba, como uno de los hombres que más amó el juego del béisbol.

Con 2.834 partidos jugados, todos con los Tigres, Kaline contabilizó 3.007 imparables en 10.116 veces al bate, para promedio ofensivo de por vida de 297, en sus 22 años en las Grandes Ligas.

En ese largo trayecto, Al sumó los 399 cuadrangulares ya comentados; 498 dobletes y 75 triples; remolcó 1.583 carreras y anotó 1.622; recibió 1.277 bases por bolas y abanicó la brisa en 1.020 oportunidades.

Debutó el 25 de junio de 1953 y su último partido con el uniforme de los Tigres, lo jugó el 2 de octubre de 1974.

Otro inmortal

Con sus 188 centímetros de estatura y sus 190 libras de peso en promedio, Al Kaline ingresó al Salón de la Fama por votación de los periodistas, en 1980, y sin duda alguna, merecía ser otro inmortal del béisbol de las Grandes Ligas.

Conquistó el título de bateo de la Liga Americana en la temporada de 1955, cuando conectó 200 indiscutibles en 588 turnos al bate, para ofensiva de 340; incluyendo 27 cuadrangulares, fletando 102 carreras y anotando 121 rayitas.

En nueve temporadas, Al Kaline bateó por encima de los 300 de promedio; conquistando, además, 10 guantes de oro en su carrera, producto de su extraordinarias faenas patrullando los bosques de los Tigres, y como si le faltara algo a su inmortal carrera, participó nada más y nada menos que en 18 Juegos de Estrellas. Fue una indiscutible leyenda de su club tanto con el bate como por su calidad de guardabosques.

Diez años más tarde de abandonar el juego del béisbol, en 1984, Al Kaline presenció la conquista de la cuarta estrella y hasta ahora la ultima en Series Mundiales por los Tigres de Detroit, cuando su equipo derrotó a los Padres de San Diego en apenas cinco desafíos, incluyendo el triunfo en el quinto partido, cuando Kirk Gibson despachó cuadrangular con 2 compañeros en la ruta, en el octavo episodio del compromiso, frente a una oferta del afamado y veloz relevista, Rich Gossage, para doblegar a sus rivales, 8 carreras por 4, en el ‘’Tiger Stadium’’ de Detroit, ante una multitud de 51.901 aficionados que habían pagado sus boletos.

Un pelotero querido como muy pocos, dentro y fuera de los estadios, Al Kaline se ganó por millas de distancia el apodo del ‘’Tigre’’ de Detroit, porque en él siempre había algo que lo perfilaba para grandes cosas, en momentos decisivos de muchos de los juegos en los que participó, aún cuando cientos de miles de aficionados, creyeron que no tuvo la suerte de conquistar más títulos de Series Mundiales, cuando su equipo lo tenía todo para ganarlos.

Cuando esgrimía su bate para consumir sus turnos, Al Kaline mostraba que frente a los más encopetados lanzadores de la Liga Americana, y desde luego, frente a algunos de la Liga Nacional, el poder y la oportunidad de conectar batazos para otorgarle victorias a sus Tigres del alma.

Era tan importante su presencia en la alineación de los Tigres, que Al Kaline terminó defendiendo la primera base en su última campaña en las Grandes Ligas y ser utilizado como Bateador Designado, cuando apenas esa norma entraba en vigencia en la Liga Americana.

Al Kaline, por todas esas cosas y por muchas otras más, fue un eterno enamorado del juego, su pasión era el béisbol, así le haya reclamado a su deporte favorito, con mucha nostalgia, que nunca le dejó llegar a los 400 tablazos de circuito completo, su nombre ya está dentro de los más grandes, con gloria, fama y con la inmortalidad que pocos alcanzan y que muchos quieren.