La coincidencia de fechas fue seguramente un capricho del destino, porque la pasión por las dos ruedas le venía a Van der Breggen en la sangre. Su hermano mayor se la llevaba a sus carreras, así que se apuntó al club ciclista de WV Noordwesthoek, al norte del país, con apenas ocho años. Quién habría dicho en ese momento que esa pequeña de pelo rubio terminaría convirtiéndose en oro olímpico y orgullo nacional.

Las primeras pruebas en las que compitió fueron de Mountain Bike para niños, y ya por entonces daba muestras de su ambición. “Si no ganaba, no podía disfrutar del resto del día”, recuerda en una entrevista con la revista “Wielerflits”.

Se hizo profesional en 2012 y fue seleccionada por Países Bajos para el Mundial, celebrado ese año en la provincia neerlandesa de Limburgo. Allí terminó cuarta en la prueba de ruta y ayudó a que la entonces reina holandesa del ciclismo, Marianne Vos, ganase otra vez la competición.

Concluyó sus estudios de enfermería un año después y se dispuso a centrar su carrera en el deporte, pero sufrió un grave accidente en el Mundial de 2014, celebrado en Ponferrada. Su compatriota Annemiek van Vleuten, eterna rival y amiga, cayó cuando iba delante de ella. Van der Breggen terminó en el hospital con una fractura de pelvis que la tuvo varios meses de baja.

“Fue un largo descanso”, respondió con filosofía cuando le preguntaron por el asunto. Volvió a la carretera en 2015, desarrolló su estético pedaleo de cadencias altas, conquistó algunas clásicas y le llegó el reconocimiento internacional con su victoria en el Giro de Italia 2015.

Su desarrollo ha sido meteórico desde entonces. Ganó la medalla de oro en los Juegos de Río de Janeiro 2016, en la prueba de ruta, y el bronce en la contrarreloj, por lo que fue condecorada con sus compañeras de equipo con la orden Orange-Nassau, concedida en Países Bajos a sus ciudadanos más ilustres.

En 2017 fichó por el Boels Dolmans, conquistó de nuevo el Giro de Italia y las tres carreras de las Clásicas de las Ardenas, ganándose el apodo de “reina de las Ardenas”. Se hizo con el oro en la prueba de ruta del Mundial de 2018 y dos platas en el Mundial de 2019, una en ruta y la otra en la contrarreloj.

Llegó la pandemia, el mundo del deporte se paralizó y Van der Breggen dejó caer la bomba. “Dejaré la bicicleta el próximo año”, dijo el pasado mayo a la cadena pública NOS. “Me siento motivada para los Juegos Olímpicos -atrasados a 2021-, pero la motivación es un poco menor respecto a las otras competiciones. Como atleta de élite debes tenerla, debes sentir desde lo más profundo que quieres ganar”.

Paradójicamente, septiembre de 2020 ha sido el mes más prolífico de toda su carrera: se hizo por tercera vez con el Giro de Italia, repitió el oro en la prueba de ruta del Mundial celebrado en Imola y ganó también la contrarreloj individual, modalidad que hasta entonces se le había resistido.

En Países Bajos suspiran por que Van der Breggen extienda su carrera más allá de los Juegos de Tokio. Sorprende que vaya a retirarse con 31 años cuando su compatriota Annemiek van Vleuten, con 37 años y segunda en la prueba de ruta del Mundial 2020, ni siquiera se lo ha planteado.

El periodista del “Telegraaf” Raymond Kerckhoffs, especializado en ciclismo, decía recientemente en un artículo que “Van der Breggen no se da cuenta de lo que es capaz de hacer y del talento único que ha recibido de la madre naturaleza”.

No obstante, la determinación de la ciclista parece clara, pues en una rueda de prensa en Imola respondió de forma tajante que 2021 sería su último año. Quedan, por lo tanto, doce meses para disfrutar de su pedaleo. Marianne Vos, aún en activo, se rendía recientemente ante ella. “Es una deportista muy especial”.