Varios hombres armados atacaron este miércoles la sede de la radiotelevisión pública afgana en Jalalabad, capital de la inestable provincia de Nangarhar, base de muchos combatientes rebeldes, matando al menos dos personas, según un primer balance.

Los tiroteos continuaban más de dos horas después del inicio del asalto contra la sede de la RadioTelevisión Afganistán (RTA), cercana al cuartel general de la policía.

El portavoz del gobernador, Attaullah Jogyani, aludió a un grupo de cuatro asaltantes pero el número exacto es todavía confuso y la operación no ha sido reivindicada de momento.

«Al menos dos civiles han sido asesinados y seis están heridos, por el momento. Los combates continúan», declaró Khogyani a la AFP. Además añadió que todavía escuchaban claramente los tiros.

«Cuatro asaltantes entraron en el interior del edificio, dos de ellos se hicieron estallar y los otros dos resisten aún», precisó.

Por su parte, el jefe de los servicios de sanidad, el doctor Najibullah Kamawala, citó «14 heridos remitidos a los hospitales» de Jalalabad.

La sede de la RTA está situada frente a la oficina del gobernador provincial y del cuartel general de la policía de Jalalabad.

Todas las carreteras que dan acceso a esta zona fueron cerradas. 

Los testigos, entre ellos un corresponsal de la AFP, indicaron haber escuchado fuertes explosiones.

«Cuando escuché los disparos me escapé pero mis colegas siguen atrapados en el interior», dijo un fotógrafo de la RTA que quiso conservar el anonimato.

«No sabemos cuál es el objetivo exacto pero estamos respondiendo» al ataque, aseguró por su parte Hazarat Hussain Mashreqiwal, portavoz de la policía, cuyo cuartel general está a menos de 300 metros del lugar.

Las organizaciones de prensa y los periodistas, especialmente afganos, han pagado un alto precio en los últimos años de conflicto. En 2016 fueron asesinados 13 periodistas según su Comité de Protección (AJSF).

La provincia de Nangarhar, fronteriza con Pakistán, alberga una gran cantidad de combatientes rebeldes, que lanzaron a finales de abril su tradicional ofensiva de primavera.

También están implantados los miembros del grupo Estado Islámico (EI), que ha hecho de esta zona su retaguardia en Afganistán.

En las últimas semanas, las tropas afganas, apoyadas por las fuerzas estadounidenses, lanzaron varias operaciones para expulsar al Estado Islámico de la zona, en las que perdieron tres hombres.

Por su parte, el Pentágono prometió expulsar al EI del país antes de que acabe el año.

En abril, la Fuerza Aérea estadounidense lanzó en el sur de Nangarhar la bomba convencional más potente de la historia matando a 96 yihadistas del EI.

Sin embargo, esta operación fue criticada por varios observadores para quien los talibanes, y no el EI, constituyen la principal amenaza para la estabilidad y la paz en Afganistán. 

Los talibanes controlan o, desde ahora, se disputan más de la mitad del territorio con las fuerzas gubernamentales. Esto empuja a la Casa Blanca y la OTAN a reforzar la presencia de las fuerzas occidentales, que actualmente cuentan con 13.200 personas, de las que 8.400 son estadounidenses.