El atentado suicida en el Manchester Arena la semana pasada está obligando a los operadores de grandes recintos públicos a reevaluar sus medidas de seguridad y contemplar mayores gastos a fin de proteger a los asistentes, pero sin eliminar la diversión de ir a un concierto o acto grande.

El atentado, que causó la muerte de 22 personas cuando los espectadores salían de un concierto de Ariana Grande, recordó a la tragedia de París hace menos de dos años, cuando individuos armados abrieron fuego en un concierto de rock en el club Bataclan. En Francia rige el estado de emergencia desde el atentado de noviembre de 2015, y el coste medio de seguridad de festivales en el país aumentó alrededor de 13.613 euros (US$15.000) diarios en 2016, según el Centro Nacional de la Canción, Espectáculo de Variedades y Jazz. Estos costes representan alrededor del 2,7 % de los presupuestos totales de festivales, dijo el grupo.

El atentado con bomba de Mánchester fue diferente de los ataques anteriores por su planificación sofisticada, dijo Michael Downing, ex subjefe para la lucha contra el terrorismo del Departamento de Policía de Los Ángeles. Los investigadores han dicho que el terrorista, que murió en el ataque, probablemente tuvo ayuda. Downing puso de relieve la ubicación del atentado —entre la salida del estadio y una estación de tren—, el momento de la explosión -justo cuando terminaba el concierto-, y el hecho de que la mayoría de los aficionados de Grande son en su mayoría mujeres y niñas.

«Mánchester dejó una nueva marca en el sector de los estadios/recintos», dijo Downing, ahora vicepresidente ejecutivo de Prevent Advisors, división de Oak View Group que trabaja con equipos deportivos e instalaciones para eventos. «Es una llamada de atención, que dice que no se puede desarrollar ningún plan de seguridad de manera definitiva. Uno tiene que acompañar la evolución de la amenaza”.

Las salas de conciertos deben tomar medidas para reforzar la seguridad durante un espectáculo, no sólo al principio cuando las multitudes están entrando y son examinadas, dijo Downing. Y tienen que mantener una estrecha relación con la policía, que puede proporcionar recursos para ayudar, señaló. Los refuerzos militares defenderán posibles objetivos en todo el Reino Unido, dijo la primera ministra Theresa May la semana pasada, mientras que el ministro del Interior francés transmitió instrucciones de seguridad a organizadores de eventos.

Además de las preocupaciones sobre la seguridad de los aficionados, el mercado de conciertos tiene un interés económico importante en juego para garantizar que los asistentes se sientan seguros al acudir a un espectáculo. Las 100 principales giras en todo el mundo generaron entre US$4.000 millones y US$5.000 millones anuales en ingresos desde 2011 a 2016, según Pollstar. El atentado de Mánchester se produjo al comienzo de la temporada de conciertos de verano en el Hemisferio Norte, cuando ocurre la mayor concentración de giras en estadios y festivales de música a gran escala.

El ataque del 22 de mayo fue particularmente perturbador porque Grande, ex actriz infantil, es más popular entre aficionados jóvenes. Entre los muertos hay una niña de 8 años.

Para estar al día sobre las nuevas amenazas, las sedes de eventos quizá deban considerar medidas más avanzadas, como la tecnología antidron, perros que pueden olfatear los rastros de olor dejados por las personas que llevan explosivos encima y sofisticados sistemas de detección, dijo Downing, el ex agente policial de Los Ángeles.

«No se quiere ambiente de prisión, o un ambiente que ponga nervioso a todo el mundo», dijo. «Se quiere que sea un evento alegre y divertido, pero debe haber un equilibrio”.