Entre China y los EE.UU. en 2016 existió un intercambio comercial cercano a los US$578.000 millones, que se traducen en cerca de un millón de empleos en el país norteamericano, según recoge la BBC.

China no se quedará de manos atadas ante la cruzada proteccionista de Trump y ha asegurado que los aranceles que vienen de la Casa Blanca son perjudiciales no solo para su economía sino para el comercio global.

El gigante asiático espera, junto a otros miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMS), empezar una defensa contra ello, lo que compone una ironía, pues precisamente China es cuestionada por sus prácticas comerciales.

Pese a que en mayo de 2017 ambos países firmaron un acuerdo que permitía, entre otras cosas, reanudar la exportación de carne desde América a China luego de 14 años en suspensión, los asiáticos han emitido una lista de exigencias que los exportadores norteamericanos deberán cumplir.

Estos mismos comerciantes significan una voz de presión para la administración Trump, pues anhelan conquistar este gran mercado asiático, pero los estándares de salubridad tan altos por parte de los chinos les ponen el camino pedregoso.

Otro mercado que ansían las compañías norteamericanas es el que pertenece a los carros sedán. Se calcula, según la BBC, que para 2022 China contribuya con la mitad del crecimiento en este segmento a nivel mundial.

Pekin ya tiene antecedentes de exigir a sus ciudadanos cómo deben y en qué gastar su dinero, y no sería extraño que también les pidan que no compren automóviles estadounidenses, también asegura el portal británico.

China también es el primer mercado de nuevos turistas con aproximadamente 130 millones de ciudadanos con capacidad de hacer viajes al exterior. Ellos representan un total de 260.000 millones de dólares en gastos en sus visitas y vacaciones, y Estados Unidos representa para los asiáticos un destino siempre atractivo.

Sin embargo, de continuar las decisiones comerciales de la administración Trump, se esperaría que China imponga ciertas restricciones para que sus ciudadanos no viajen a Norteamérica.

Además, se calcula, dice el mismo medio inglés, que de aquí a 2025 los gastos en turismo de los chinos aumenten a US$450.000 millones.

El gobierno de Pekín también es propietario de cerca de 1 billón de bonos de EE. UU. Lo que preocupa, dice la BBC, es que, con esa magnitud de la deuda, China empiece a tener más influencia sobre la economía norteamericana de la que se espera quitar.

Sin embargo, los chinos ya han vendido algunos de esos bonos, y la deuda norteamericana ha empezado a ser adquirido por otros países.

Pero no solo EE.UU. y China se verían afectado por esta confrontación comercial. Todo el continente asiático vería los embates.

Pese a que también se esperan anuncios sobre las importaciones de acero y aluminio, en donde China es el principal exportador, Trump no ha sido tan férreo con el país asiático como dijo que sería en campaña.

Esto se debe a que necesita a China como aliado en la zona para mantener a raya la amenaza nuclear de Cora del Norte.

Sin embargo, es conocido el carácter voluble de las decisiones del mandatario norteamericano y con las legislativas norteamericanas a la vuelta de la esquina, probablemente ponga a “Estados Unidos primero” otra vez y cambie algunas de sus ideas.