Hace unos años yo no tenía interés en montar en bicicleta, aunque muchas veces, por esa enorme afición que existe en mi tierra, tuve la idea de irme por esos caminos, a fin de acostumbrarme al manejo de ese vehículo. Propiamente fueron los amigos que me visitaban en el bar que tenía en París, mi ciudad natal, los que en charla quisieron hacerme crédito, es decir, ambiente para poder concurrir a eventos deportivos. Mas como fuera de mi bar también soy zapatero, es decir, fabrico calzado, un día llegó a mi taller un veterano routier, con el fin de que le confeccionara unas zapatillas a la mayor brevedad, porque tenía que tomar parte en una competencia que se avecinaba.

Puse todo mi entusiasmo en el trabajo y fue tanta mi ilusión de ver accionar al atleta que llevaba mi calzado, que decidí estar presente en la lucha. Emotiva en grado extremo fue la carrera, y puedo asegurarle que desde ese mismo momento me puse a la rueda. Compré una pequeña “cicla” y pedaleaba todo el día. Mi especialidad fueron en principio las carreras cortas, es decir, de velocidad, que permitían el libre desarrollo de mis facultades de sprinter. Mas con la llegada anual de la Vuelta a Francia, y viendo que subía la calidad en cada mes y que se me presentaba una linda oportunidad para sacar buenos francos, me puse al cuidado de un club que orientó mis primeros pasos.

La crítica deportiva no andaba bien con mi juego porque consideraban que había otros mejores que yo. Esto lo digo en referencia a mi inscripción como participante en los Juegos Mundiales de Londres. Yo sabía que si hacía buen papel en Inglaterra, a mi regreso a Francia podía ganar mucho dinero. Por ello, contra el querer de la crítica y entusiasmado en grado máximo, me preparé convenientemente. Era mi porvenir el que se estaba jugando. Mientras tanto, atendía a mi bar y seguía fabricando zapatillas para todos los deportistas.

Llegaron esos juegos mundiales y logré campeonar. Entonces di un vistazo a mi bar, mis talleres de zapatería y me dediqué única y exclusivamente a correr. Fue una gran sensación la que causó mi triunfo en Londres, porque nadie creía en el pequeño francés, ni siquiera mis compañeros de equipo, que sabían que yo era un buen refuerzo, pero en ningún caso un atleta de facultades como para llegar de primero solo. Posteriormente, y cuando ingresé a las filas profesionales, estuve participando con éxito vario en la Vuelta a Francia, Vuelta a Italia, Marruecos, Argelia, Bélgica, Suiza y, en general, en toda Europa.

He visto muy buenos corredores en Colombia, pero creo que lo primero que necesitan es mejor alimentación, más cuidado de sus máquinas y de sus personas. La mayoría de los ruteros colombianos no tiene su físico preparado para acometer empresas como la de la Vuelta a Colombia. Claro que todos llegan y muchos nos ganan, pero es porque se sobrepone el coraje y el afán de ganar al visitante, aunque para ello sea necesario el quemarse en dos o tres etapas. No van a la lucha con un plan definido de ataque, sino a la buena de Dios. Y lo que estoy diciendo no es una crítica, sino una enseñanza. Quiero explicarme mejor: se cuenta en el país con valores de singular categoría, que bien podían hacer un equipo en cualquier parte del mundo, pero no están todavía preparados.

Las lesiones de algunos de los corredores han sido provocadas en su mayoría por exceso de nervios y por falta de previsión. Además, algunos heridos han debido abandonar hace rato la prueba, porque sus lesiones son tan fuertes que no les perjudican ahora, sino con el correr de los años, si es que siguen o tratan de seguir en el ciclismo como profesión. Pero en todo caso, me siento feliz de estar entre ustedes y quiera Dios que pueda beneficiar en algo el deporte del pedal en Colombia, ayudando a los muchachos con mi experiencia. Ya estuve de camarero en mi bar, fabricaba zapatos y ahora impulso la bicicleta. La vida tiene muchas variaciones, pero siempre hay recompensa. Ahora, por ejemplo, vivo feliz entre ustedes.

 

La llegada triunfal del “Torpedo”

Cien mil espectadores, reunidos a ambos lados de la carretera del Sur y en las graderías populares del Velódromo Primero de Mayo, ovacionaron la tarde del 27 de enero de 1952 al “Torpedo” francés José Beyaert, quien se adjudicó amplia y espectacularmente la Vuelta a Colombia cumpliendo una de las más extraordinarios actuaciones que recuerde la historia deportiva del país.

El francés, quien desde la segunda etapa de la competencia se apoderó del tricolor nacional, cruzo aquella tarde, en medio de ovaciones y flores, la meta de llegada en el velódromo bogotano, después de haber cubierto 135 kilómetros de carretera en el tiempo récord de 5 horas, 17 minutos y 16 segundos, para acumular un tiempo total para los 1.667 kilómetros de carretera de 71 horas, 6 minutos y 7 segundos.

Exhibiendo una técnica excepcional, y dando muestras de caballerosidad, espíritu deportivo y compañerismo ejemplares, el “Torpedo” francés se constituyó en el héroe deportivo de Colombia. Su victoria fue nítida e indiscutible. Solo en dos o tres etapas su brillante victoria se vio amenazada por el desesperado esfuerzo realizado por el argentino Humberto Varisco, quien llegó de segundo, seguido de “La Pulga”, Gallego, quien desde ese día empezó a ser reconocido como uno de los grandes del deporte colombiano.

José Beyaert se adjudicó la última etapa de la Vuelta a Colombia 1952, repitiendo sus ya extraordinarias performances en montaña. Mortificado en un principio por el fuerte sol, al entrar en la accidentada carretera de montaña, en el sector de Mesitas del Colegio, tomó el comando de la etapa, se hizo al premio de Alicachín, y corriendo a un promedio de 55 kilómetros por hora en la carretera plana de la Sabana de Bogotá, cruzó victorioso la meta de llegada.

El público, enloquecido, lo ovacionó por espacio de varios minutos. Una lluvia de flores acompañó al francés en su vuelta victoriosa por la pista del velódromo. El francés repartió besos a la multitud, mientras visiblemente emocionado agradecía la imponente demostración popular.

La traducción de esta declaración autógrafa de José Beyaert es la siguiente: “Mi opinión sobre la Vuelta a Colombia es esta: esta es una prueba muy dura y desde la primera hasta la última etapa el primer puesto se ha disputado con acaloramiento. Lo que yo lamento más es el retiro de mi amigo Forero, que habría podido ganar esta bella y dura prueba, donde las rutas ponen a nuestros músculos en un rudo esfuerzo, y si ya no somos tantos, queda aún el resto de la flor del ciclismo colombiano. Mencionemos aparte aquellos que han sido heridos. Yo lo repito: es la prueba más dura de mi vida de corredor ciclista. JOSE BEYAERT”.