Israel y el Líbano, aún oficialmente en guerra, firmaron un acuerdo de delimitación de su frontera marítima que les permitirá explotar recursos gasísticos, venciendo resistencias internas, incluso las que provienen del Hezbolá proiraní libanés.

Tras meses de negociaciones bajo la égida de Washington, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se congratuló de la firma de este acuerdo “histórico”. El primer ministro israelí, Yair Lapid, y el presidente libanés, Michel Aoun, firmaron el pacto cada uno de su lado, antes de un intercambio de cartas que marcó su conclusión formal. El convenio elimina los obstáculos para la explotación de los yacimientos de gas en el Mediterráneo oriental.

Para Lapid, se trata de “un logro político”. El primer ministro israelí subrayó, además, que “no todos los días un Estado enemigo reconoce al Estado de Israel en un acuerdo escrito y delante de toda la comunidad internacional”. El presidente Aoun respondió en un tuit que se trataba de un acuerdo puramente “técnico”, sin ninguna “dimensión política” ni “consecuencias que contradigan la política exterior del Líbano”.

El jefe del Hezbolá libanés, Hasan Nasralá, insistió también en que el pacto no era “un tratado internacional” ni un “reconocimiento de Israel”. Además, tras su firma, comunicó el fin de la movilización militar “excepcional” contra Israel. El visto bueno de la formación proiraní fue clave para la firma del convenio. Durante el verano, amenazó con atacar a Israel si recurriese a las reservas del campo de Karish, reivindicado parcialmente por el Líbano, antes de cerrarse un acuerdo.

Sin embargo, hubo también divisiones en Israel, donde el jefe de la oposición, Benjamin Netanyahu, afirmó que el pacto tenía que ser votado en el Parlamento o en un referéndum. Ahora bien, a mediados de octubre, el Tribunal Supremo desestimó varias apelaciones que pedían el apoyo parlamentario y allanó el camino para la firma del acuerdo.

Europa, una parte más que se beneficia del acuerdo entre el Líbano e Israel

El Líbano quiso que su delegación evitara cualquier contacto oficial con la de Israel, por lo que exigió que la ceremonia tuviera lugar en dos salas separadas. Los medios de comunicación no tuvieron acceso al lugar, alrededor del cual se desplegaron las fuerzas de paz y el Ejército libanés, según un fotógrafo de AFP.

Para el Líbano, sumido en una profunda crisis económica, este acuerdo llega unos días antes de que finalice el mandato del presidente Aoun, sin que se haya encontrado un sucesor. También se produce poco antes de las elecciones legislativas del 1 de noviembre en Israel, para las que Lapid está haciendo campaña.

El acuerdo adoptó la forma de dos canjes de cartas, uno entre el Líbano y Estados Unidos y otro entre Israel y Estados Unidos, y dejó bajo control israelí el yacimiento de Karish, concediendo al Líbano el campo de gas de Qana, más al noreste. Sin embargo, una parte de este yacimiento superará la línea fronteriza entre ambos países, con lo que Israel se llevará parte de los beneficios de la explotación, según el texto.

De acuerdo con las autoridades de Israel, el gas situado en el Mediterráneo oriental no solo reducirá los costos energéticos del país, sino que impulsará las exportaciones a Europa, que busca diversificar sus suministros, debido a la invasión rusa de Ucrania. El yacimiento deberá alimentar el mercado israelí, pero aumentar también las exportaciones de las plataformas de Leviatán y Tamar, conectadas a un gasoducto que conecta el sur de Israel con el norte de Egipto, donde puede licuarse y enviarse a los mercados mundiales.

El mediador estadounidense, Amos Hochstein, dijo ante la prensa que el acuerdo “crea esperanza y oportunidades económicas”, así como “estabilidad” para ambas partes. Sin esperar a la firma, el grupo energético Energean puso en marcha el miércoles la producción de gas natural en el yacimiento de Karish, tras recibir la luz verde del gobierno israelí. El Líbano, por su parte, pidió a TotalEnergies que iniciara rápidamente los trabajos de exploración en el yacimiento de Qana.