La tensión entre Estados Unidos e Irán, que viene en una intensa escalada durante los últimos días, parece haber culminado ayer con la explosión de 22 misiles balísticos que golpearon dos bases militares en Irak donde había soldados estadounidenses. Con las alarmas encendidas y la teoría de una posible guerra en la boca de muchos, el mundo observaba lo que ocurría en la Casa Blanca y lo que diría el presidente Donald Trump. Sin embargo, su respuesta estuvo lejos de buscar, hasta el momento, un conflicto militar. Eso sí, mientras afirmaba que no había heridos ni muertos, la televisión iraní celebraba que cerca de 80 soldados del país norteamericano hubieran muerto, cifra que no está confirmada. 

«Se están evaluando los daños y las víctimas. Hasta ahora ¡todo va bien!», se limitó a decir el presidente Donald Trump en la red social Twitter poco después de que se conociera sobre el ataque. Los ataques se produjeron exactamente a la misma hora en que un dron estadounidense mató al influyente general  Qasem Soleimani cerca del aeropuerto de Bagdad, el 3 de enero. La operación de este miércoles se llamó «mártir Soleimani», en honor a este popular general, considerado el arquitecto de la estrategia de Teherán en Oriente Medio.

En última instancia, todo lo ocurrido parece haber dejado satisfecho a ambas partes, pues, si es cierta la versión de Estados Unidos, ningún soldado salió siquiera herido. Por el otro lado, la operación balística, que se llevó a cabo durante el masivo funeral del militar, quedó marcada para el pueblo iraní como «una bofetada a Estados Unidos», según declaró el guía supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei. 

De hecho, el secretario de Defensa Mark Esper aseguró hoy que Estados Unidos ha restaurado cierto nivel de disuasión sobre Irán luego del ataque contra Soleimani. «Con nuestros ataques contra KH a fines de diciembre y luego nuestras acciones con respecto a Soleimani, creo que hemos restaurado cierto nivel de disuasión con ellos», dijo Esper a periodistas, al referirse a Kataeb Hezbollah, un grupo armado iraquí respaldado por Irán. «Pero ya veremos. El tiempo dirá. Creo que los misiles estaban destinados a causar daños estructurales, destruir vehículos, equipos y aviones, y a matar. El hecho de que no se hayan registrado víctimas tiene más que ver con las técnicas defensivas que han utilizado nuestras fuerzas que con la intención de Irán», agregó. 

«Una bofetada» 

El ataque del martes contra las bases de Ain al-Asad y de Arbil en Irak marcó un nuevo giro en la intensificación de la confrontación entre Washington y Teherán y elevó los precios mundiales del petróleo, aunque su cotización caía tras las declaraciones de Trump.  Tanto así que el barril de crudo estadounidense WTI para entrega en febrero cerró con una baja de 4,9% en Nueva York, a 59,61 dólares, y el barril de Brent del Mar del Norte para entrega en marzo quedó en 65,21 dólares en Londres (-4,5%).

Jamenei, de hecho, afirmó en un discurso transmitido en vivo por la televisión estatal:  «Ha ocurrido un incidente importante. La cuestión de la venganza es otro tema». 

Hasta ahora, todavía queda el interrogante del verdadero motivo por el cual el alcance del ataque no fue superior. El analista iraquí Ramzy Mardini declaró a la AFP que «está claro que la intención de Irán no era infligir dolor ni causar justificación para que Estados Unidos tome represalias de manera importante. Tenía la intención de enviar una señal». Esa señal podría haber sido una medida para salvar la cara dirigida a la opinión pública o una forma de mostrarle a Washington que Teherán no se dejaría intimidar, opinó. «El ataque pone a prueba la resolución estadounidense», aseguró el analista.

Ahora, más allá del mensaje internacional, a Irán parece haberle salido bien el movimiento a nivel interno. En un país fracturado, inundado de protestas en los último meses, la aparición de un enemigo externo cayó muy bien, pues logró unir, conciliar y refundir los motivos por los que se le peleaba al gobierno hasta hace un tiempo. 

El ataque iraní se produjo pocas horas después del entierro de Soleimani en Kerman, su localidad natal, al sureste de Irán, en el que participó una impresionante multitud que pedía venganza y «la muerte de América (Estados Unidos)», hecho pocas veces visto en el país. Tal era la muchedumbre congregada que una estampida producida durante el funeral provocó la muerte de 56 personas y dejó heridas a otras 213, según el último balance de los medios locales.