La gira que comienza Francisco por Kenia, Uganda y la República Centroafricana es de alto riesgo. Los tres países sufren unos niveles de violencia armada, que hacen saltar las alarmas por la seguridad del Pontífice. Más aún cuando apenas hace dos meses, el embajador iraquí ante el Vaticano, Habeeb al Sadr, alertó que el Estado Islámico estaba preparando un atentado contra Francisco durante uno de sus viajes al extranjero.

Según dijo el diplomático “las amenazas contra el papa son creíbles. Las declaraciones públicas del Estado Islámico y sus crímenes contra la cristiandad son un hecho. Estas amenazas no se deberían desatender, el Estado Islámico ya ha destruido algunos de los lugares más sagrados en Irak”.

Entonces, el papa iniciaba una gira por Albania y los portavoces del Vaticano señalaron que no tenían “información sobre planes de un magnicidio, por lo que no cambiaremos su itinerario durante la visita”.

Pero Francisco llega a África, continente con más presencia de grupos terroristas, muchos de ellos que ya le han jurado lealtad al Estado Islámico.

Francisco aterrizará a media tarde en Nairobi, donde mantendrá un encuentro con el presidente del país, Uhuru Kenyatta, quien hasta finales del pasado año estuvo imputado por la Corte Penal Internacional como responsable de la ola de violencia ocurrida en Kenia tras las elecciones de 2007.

Desde hace cinco años, el país de los safaris se encuentra en permanente estado de alerta por la amenaza del grupo yihadista somalí Al Shabab, que en septiembre de 2013 alcanzó fama internacional al matar a 67 personas durante un asedio de cuatro días al centro comercial más popular de Nairobi. En abril de este año llevó a cabo otra masacre en la Universidad de Garissa, en el norte del país, donde un grupo de hombres armados con fusiles de asalto y granadas asesinó a 143 personas, la mayoría de ellas estudiantes. El 26 de octubre de este año, un alto líder de Al Shabab le juró lealtad al Estado Islámico.

Ante el temor por un ataque, diez mil agentes vigilarán la capital de Kenia. Una vez terminado su viaje acá, el papa esafiará a la amenaza yihadista en Uganda, donde EE.UU. y el Reino Unido han lanzado este año al menos dos alertas por posibles atentados.

Desde 2007, Uganda tiene a más de 6.000 soldados desplegados en Somalia y, como respuesta, Al Shabab mató a 79 personas con una bomba en un restaurante de Kampala durante la final del Mundial de Fútbol de 2010.

Pero la etapa más peligrosa de este viaje será la última, República Centroafricana (RC): un país en estado de guerra desde hace tres años por el conflicto étnico-religioso entre, precisamente, cristianos y musulmanes.

“Estoy preparado para sostener el diálogo interreligioso, para animar la convivencia pacífica. Sé que es posible, porque todos somos hermanos”, dijo Francisco centroafricanos en un vídeo mensaje.

Pero en RCA el caos es total. Las organizaciones humanitarias sobre el terreno y testigos denuncian ejecuciones extrajudiciales, torturas, ataques indiscriminados a civiles, agresiones sexuales a mujeres y niñas, pueblos arrasados, infraestructuras destruidas, viviendas y cosechas incendiadas, hospitales saturados, escuelas saqueadas… La falta de seguridad, además, hace que ni Naciones Unidas ni las agencias internacionales puedan acceder a los lugares más remotos en los que se precisa ayuda. Aproximadamente un 70% de los niños en edad escolar no pueden acudir a clase. El conflicto ha dejado, hasta ahora, cerca de mil muertos y cientos de damnificados.

El Vaticano se planteó suspender esta parada por el recrudecimiento de la violencia vivido durante las últimas semanas en Bangui, pero finalmente el papa confirmó que viajaría como símbolo de mediación en el conflicto.