Tiempos en los que el mundo estaba partido en dos porciones ideológicas: el capitalismo y el comunismo. En los que Estados Unidos y la Unión Soviética sostenían la amenaza de un supuesto botón rojo capaz de estallar una debacle nuclear que amenazaba a la humanidad. Los días de la Guerra Fría.

Y al final del conflicto apareció Jib Ellison, un estudiante que aspiraba a encontrar una tesis que le diera luz verde para graduarse de su carrera de ciencias políticas en California. Se le ocurrió una idea brillante: tener montados en el mismo bote a rusos y estadounidenses remando juntos, en una disciplina en la que el trabajo en equipo es vital para la propia supervivencia. A pesar de las diferencias.

Ellison le escribió una carta al gobierno soviético soñando con el milagro de obtener una respuesta. Tuvo suerte: el hombre que destapó la iniciativa fue Mikhail Kolchevnikov, un alto funcionario del deporte en Rusia, quien había sido uno de los pioneros de la disciplina en Siberia. Misha, como se conocía al ruso, se puso en contacto con el estadounidense y así nació el proyecto RAFT: Russians and Americans for Teamwork, que se traduce como “rusos y estadounidenses por el trabajo en equipo”. Y de allí viene la palabra rafting.

Los atletas estadounidenses y rusos se quitaron las máscaras y crearon un lazo muy fuerte. El proyecto tuvo un éxito rotundo, razón por la cual nació hace 23 años la Federación Internacional de Rafting (ITF), que hoy reúne países de todo el planeta.

Y así, en esa misma estela, cambiando los fusiles por los remos, fue como llegaron a representar al país en el Mundial de Rafting de Tully (Australia) cinco excombatientes de las Farc suscritos al Acuerdo de Paz que pertenecieron a la columna Teófilo Forero, liderada por Hernán Darío Velásquez, más conocido como el Paisa, una de las mentes maestras del proyecto, pero de quien no se conoce su paradero debido a que la Jurisdicción Especial para la Paz ordenó su captura por no cumplir con lo pactado en el Acuerdo.

A pesar de los vaivenes y falta de garantías, estos excombatientes crearon en su reincorporación a la sociedad civil Caguán Expeditions, un operador turístico en San Vicente del Caguán, en Caquetá, con el propósito de fomentar el turismo a través del rafting en un río que antes era una retaguardia estratégica de las Farc y cuyas aguas guardan muchas historias de sangre: el Pato. Hoy esas mismas sostienen un nuevo condimento: la paz.