Varios dirigentes alemanes denunciaron el domingo el “ataque a la democracia” tras el intento de asaltar el Parlamento nacional durante la manifestación de los “anticorona”, que supuso una nueva etapa en la radicalización del movimiento.

Las imágenes del sábado por la noche de centenares de manifestantes intentado forzar las barreras y el cordón policial para subir las escalinatas del célebre edificio del Reichstag en Berlín han impactado al país.

Este incidente fue el punto álgido de una manifestación del movimiento “antimascarillas” que congregó a cerca de 40.000 personas para protestar contras las restricciones impuestas por la pandemia de Covid-19 y que se saldó con 300 detenciones.

El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, denunció el domingo el “ataque insoportable al corazón de nuestra democracia” y los “excesos de la extrema derecha” así como las “banderas del Reich” con los colores negro, blanco y rojo que enarbolaron los manifestantes en evocación del Imperio desaparecido en 1919 tras la Primera Guerra Mundial.

“Nunca lo toleraremos”, dijo Steinmeier, considerado como el referente moral del país.

La ministra de Justicia, Christina Lambrecht, instó a “defenderse contra estos enemigos de nuestra democracia”, mientras ha surgido el debate sobre la oportunidad de seguir autorizando este tipo de manifestaciones.

“La imagen insoportable de neonazis delante del Reichstag… no puede repetirse”, dijo la ministra a los diarios del grupo Funke, mientras su colega de Interior, Horst Seehofer, denunció un giro “inaceptable” contra “el centro simbólico de nuestra democracia liberal”.

Varios centenares de manifestantes forzaron las vallas de seguridad para subir la escalinata del Reichstag a los que las fuerzas del orden lograron impedir cuando estaban de entrar que entrar en el edificio.

La policía volvió a desplegar un importante dispositivo este domingo porque 2.000 personas se concentraron nuevamente cerca del Reichstag, en la Columna de la Victoria, en una rotonda en el centro de la ciudad, y luego en la Puerta de Brandeburgo, a un paso del Parlamento.

Fueron rápidamente dispersados por las fuerzas de seguridad, que procedieron a “varios controles de identidad”.

Un lugar cargado de historia

El Reichstag, donde se reúnen los diputados alemanes en sesión plenaria, tiene una fuerte carga simbólica en Alemania.

El edificio y su célebre cúpula fueron incendiados en 1933 por los nazis, en un acto destinado a poner de rodillas lo que quedaba de la democracia alemana de entreguerras.

“La pluralidad de opiniones” es una “característica del buen funcionamiento de una sociedad”, dijo el ministro conservador del Interior. Pero la libertad de congregación “llega a sus límites allí donde las reglas públicas son pisoteadas”, declaró a Bild.

La municipalidad de Berlín había intentado prohibir la manifestación alegando la imposibilidad de hacer respetar las distancias de seguridad y los llamados gestos barrera para prevenir el contagio del coronavirus, dado el número de personas anunciado y su determinación. Pero la justicia a la que recurrieron los organizadores acabó autorizando la manifestación.

Unas 300 personas fueron detenidas durante las escaramuzas con la policía, ante el Reichstag y la embajada de Rusia, no muy lejos del centro de la ciudad, donde los manifestantes lanzaron botellas y piedras contra las fuerzas del orden.

La extrema derecha movilizada

Los manifestantes se congregaron para denunciar las medidas impuestas por la pandemia de coronavirus, como el uso de la mascarilla o las distancias de seguridad, que consideran que cercenan sus libertades. Protestas similares tuvieron lugar en otros países europeos, como Suiza, Francia, Reino Unido o Austria.

La protesta tuvo lugar dos días después del anuncio del gobierno de Angela Merkel de nuevas restricciones ante el recrudecimiento de las infecciones.

Una muchedumbre variopinta integrada por militantes antivacunas, conspiranoicos, ciudadanos preocupados por las restricciones relacionadas con la pandemia, pero también, cada vez más, según las autoridades, simpatizantes de extrema derecha.

“¡Hay que parar el virus moreno!”, titula el domingo Bild, el diario más leído en Alemania.

“Los símbolos nazis y otras banderas del Imperio no tienen cabida ante la Cámara de Diputados”, denuncia por su parte el vicecanciller y ministro de Finanzas Olaf Scholz.

“Ver las banderas del Imperio ante el Parlamento es una vergüenza”, tuiteó el ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas.

Aunque hay que defender el derecho a manifestarse, “nadie debería llegar a desfilar tras los extremistas de derecha”, agregó.

Entre los manifestantes interpelados ante la embajada de Rusia estaba una de las figuras del movimiento “antimascarilla” en Alemania, Attila Hildmann, que se ha dado a conocer como cocinero vegano y ahora miembro autoproclamado de la “ultraderecha”.