En 2011 hubo un levantamiento contra el presidente Bashar al Asad, que generó la guerra civil en Siria y lleva siete años. Esta es la historia de Khaled*, un joven sirio que tras su paso por grupos terroristas, su vida cambió por completo.

De acuerdo con una entrevista realizada por la BBC Mundo a Khaled*, este recibió la orden en 2011 de presentarse en una basea aérea en Alepo, al noroeste de Siria, para que un entrenador francés le enseñara cómo usar armas con silenciadores y rifles francotirador.

«Nuestro objetivo en las prácticas eran soldados del régimen que habían sido detenidos», cuenta. «Los ponían en un lugar difícil y tú necesitabas un arma de francotirador para alcanzarlos. O enviaban a un grupo de detenidos y te pedían que le dispararas a uno sin alcanzar a los otros», indicó.

«Casi siempre los asesinatos eran llevados a cabo desde una motocicleta. Necesitabas a otra persona que condujera la moto y tú te sentabas detrás. Llegabas hasta un lado del auto de la víctima, le disparabas y él no tenía escape», indicó.

Khaled tuvo una educación sangrienta e inhumana en ese tiempo. Y sin embargo, como le dijo a la BBC, cuando la revolución siria daba sus primeros pasos, en 2011, él era un hombre de paz, «un poco religioso, pero no demasiado estricto», que trabajaba en la organización de peregrinajes.

«Era un sentimiento increíble de libertad mezclado con el miedo al régimen», dice recordando el primer día que se unió a las protestas antigubernamentales.

«Sentíamos que estábamos haciendo algo para ayudar a nuestro país, para traer la libertad y para poder elegir un presidente que no fuera Asad. Éramos un grupo pequeño, de unas 25 o 30 personas«.

Khaled expresó que al inicio de las protestas contra Asad nadie pensó en tomar las armas. «No teníamos el valor para hacer eso, pero aún así las fuerzas de seguridad arrestaban y golpeaban a la gente”.

Luego un día durante las protestas, fue detenido y estuvo en varias cárceles hasta que entró a la presión central durante un mes. «Para cuando entré a la prisión central no podía caminar y no podía dormir debido al dolor de espalda».

Khaled cuenta que quien lo trató de manera más agresiva fue un guardia del Departamento de Seguridad Criminal. Este lo forzó a arrodillarse ante una fotografía del presidente Asad diciéndole: «Tu dios morirá, y él no morirá. Dios muere y Asad perdura».

«Solía colgarme de los brazos con cadenas del techo. Me forzaba a desnudarme y después me colocaba en ‘la alfombra voladora’ para darme latigazos en la espalda. Después me decía: ‘te odio, te odio, quiero que te mueras. Espero que mueras en mis manos (…) Decidí que si Dios me salvaba, mataría al guardia donde quiera que fuera».

Cuando lo liberaron de la prisión, Khaled tomó las armas contra el gobierno. Por su primer rehén pidió un rescate de 15 rifles Kalashnikov, o su valor en efectivo.

Pero  el guardia que torturó a Khaled, no tuvo escape. «Le pregunté a la gente sobre el guardia que trabajaba en el Departamento de Seguridad Criminal hasta que lo encontré. Lo seguí a su casa y me lo llevé», enfatizó.

«Me había dicho algo que después le recordé. Cuando estaba en prisión, me dijo: ‘Si sales de esta prisión vivo y logras capturarme, no tengas clemencia’. Y eso fue lo que hice».

«Me lo llevé a una granja cerca de la prisión central que era una zona liberada. Le corté la mano con un cuchillo de carnicero. Le jalé la lengua y se la corté con tijeras. Y todavía no me sentía satisfecho».

«Lo maté cuando me rogó que lo hiciera. Yo había venido por venganza y no tenía miedo (…) A pesar de todos los métodos de tortura que usé con él, no tuve arrepentimiento ni dolor. Al contrario, si hoy volviera a la vida, haría exactamente lo mismo», agregó.

Luego de enfrentarse al guardia, Khaled perdió la fe en la revolución y se unió a las filas del grupo yihadista del Estado Islámico (EI). «Le mostré a EI una cara amable… después los asesiné».

Los militantes del EI aterrorizaron a la población civil con decapitaciones, crucifixiones y tortura. «El Estado Islámico se quedaba con sus propiedades, mataba y encarcelaba por las razones más tontas«, dice Khaled.

Los yihadistas atrajeron a importantes líderes rebeldes con dinero y posiciones de alto nivel. A Khaled le ofrecieron un trabajo como «jefe de seguridad», con una oficina y autoridad sobre los combatientes de EI.

Él entendió que rehusarse significaría una amenaza de muerte. Así que llegó a trabajar para ambos grupos.

«Dije que sí», cuenta, «pero con el consentimiento de Abu Al Abbas, un alto líder de al Nusra; una organización terrorista asociada a Al Qaeda que opera en Siria y en Líbano, me convertí en agente doble. Le mostré a EI una cara amable, pero en secreto secuestraría e interrogaría a sus miembros y después los mataría. El primero que secuestré fue un sirio, el líder de un campo de entrenamiento de EI».

«Yo filtraba a EI cualquier cosa que Abu al Abbas quería filtrar. Alguna información era cierta, para que EI me creyera. Pero al mismo tiempo robaba sus secretos».

El Frente al Nusra tenía un motivo obvio para espiar a EI. Había rechazado la unión que había anunciado el líder de EI Abu Bakr al Baghdadi en 2013, y se había aliado con otros grupos rebeldes.

Mientras tanto, Khaled asesinó a unas 16 personas para EI, disparándoles en sus hogares con una pistola con silenciador.

Cuando se le preguntó a Khaled si tenía algún remordimiento o si será castigadao por sus crímenes, asegura que lo que hizo no fue un crimen. «Esto no es un crimen, lo que hice. Cuando ves a alguien apuntando un arma y golpeando a tu padre, matando a tu hermano o tus familiares, no puedes quedarte quieto y ninguna fuerza puede detenerte. Lo que yo hice fue en defensa propia».

«Maté a más de 100 personas en batallas contra el régimen y contra EI, y no me arrepiento… porque Dios sabe que nunca maté a un civil o a una persona inocente».

«Cuando me miro en el espejo me veo como un príncipe. Y duermo bien en la noche porque a todos los que me pidieron que matara, se merecían morir».

«Cuando salí de Siria volví a la vida civil. Ahora si alguien me dice algo grosero, yo le respondo: ‘como quieras», finalizó.