Hablar de Rosa Regàs (Barcelona, 1933) es hablar de cultura. Se licenció en Filosofía y Letras, ha trabajado como editora, traductora para Naciones Unidas recorriendo medio mundo y como directora de la Biblioteca Nacional española. De joven formó parte de la Gauche divine, un movimiento de intelectuales que en plena dictadura franquista quiso transgredir las normas establecidas desde distintos ámbitos, como el arte, la profesión, la sexualidad o la moda. Rosa Regàs empezó a escribir de mayor, hecho que no le impidió ganar distintos premios como el Planeta, el Nadal y hasta la Cruz de ‘Sant Jordi’ —distinción honorífica que otorga la Generalitat catalana—. Su obra es tan prolífica como su familia (tiene cinco hijos, 17 nietos y seis bisnietos). De abuelo franquista y padre republicano, Regàs es de aquellas personas que solo izarían banderas si estuvieran prohibidas.

“No tengo patria. Considero patria donde he estado, donde he vivido… Siria, Ginebra, Suecia. También me gusta muchísimo África, con las dificultades tan brutales que tienen, que son infinitamente superiores a las nuestras y nadie les hace el más mínimo caso, sino que lo único que se quiere es aprovecharse de sus riquezas. Me siento en mi patria cuando estoy en los países de América Latina, solo pensar en ellos me emociono. Me siento bien en todas partes, menos en regímenes, en dictaduras. Me siento bien en países que, con todas sus dificultades, quieren avanzar en el respeto a los demás y en el respeto a los derechos humanos”, le dijo a este diario.

¿Cómo ha vivido este último mes en Cataluña?

La pregunta es tan compleja como complejo es el panorama que nos hemos encontrado todos. Se ha ido complicando sobre todo por la ineficiencia y la ineficacia y por la ausencia del presidente del gobierno (español), que no ha hecho ninguna labor para explicar nada.

¿Qué consecuencias ha tenido el referéndum en Cataluña?

El referéndum no tiene ninguna garantía: la gente podía votar por las calles, la policía se ha llevado urnas, no sabemos de dónde han sacado el censo, y por mucha buena voluntad por votar, la verdad es que garantías no había ninguna. A lo mejor, el lunes, el presidente (de la Generalitat catalana) Puigdemont se supone que declarará la República catalana. Está todo muy en el aire.

¿Y en España?

Ha enconado a los unos contra los otros de manera feroz. Los españoles se sienten ultrajados porque les parece que los catalanes no tienen ningún derecho de separarse, y los catalanes quieren separarse porque les parece que los españoles no tienen ningún derecho a impedirlo.

Sin embargo, ha habido mucha gente del resto de España que se ha solidarizado con el derecho a votar de los catalanes.

Pero una cosa es que la gente esté de acuerdo en que la gente pueda votar, la otra es que se acepte que la votación se hace para decidir la independencia. Yo creo que todo el mundo tiene derecho a votar, pero para un español que sabe que si gana la independencia los catalanes van a irse de España, no les parece correcto y se apoyan en la legalidad, que es lo que ha sabido hacer el gobierno español, que no es que sepa hacer muchas cosas, pero estas todavía menos.

¿Por qué nunca se ha podido resolver este asunto entre Cataluña y España?

Los pueblos que son vecinos toda la vida se han odiado; pero esto no quiere decir que tengan que separarse. La de Cataluña es una historia larga que está apoyada en una lengua que la gente habla, en una literatura espléndida y hay gente que cree que por ello merecerían ser independientes.

Hay voces que apuntan a que el problema no es Cataluña, sino España en su conjunto, que arrastra una mala salida del franquismo y el fracaso en la creación de un Estado moderno.

Todo esto es verdad, pero no hay que olvidar que Cataluña fue tan franquista como el resto de España. La burguesía catalana se pasó en peso al franquismo. Los únicos que no se pasaron al franquismo fueron la clase trabajadora, la clase obrera y los intelectuales. Y la clase trabajadora española fue tanto o más republicana que la clase trabajadora catalana.

Según una encuesta de ‘Metroscopia’ publicada en el diario ‘El País’, el 82 % de los catalanes piensa que la mejor manera de resolver esta cuestión es un referéndum pactado. ¿Cree que el PP o el PSOE, los partidos hegemónicos en España, van a acceder?

De entrada, me cuesta creer que lo que diga El País sea verdad. Yo creo que la única solución que nos queda es el diálogo, es sentarnos en una mesa. ¿Pero quiénes serán los interlocutores? Los catalanes no quieren que el interlocutor sea Mariano Rajoy, porque ni sabe hablar ni sabe hacer nada; y los otros tampoco quieren que sea Puigdemont, porque ha basado toda su estrategia en la ilegalidad. La situación es muy difícil.

¿Cree que habrá una solución que satisfaga a ambas partes?

No. Puede haber una solución que, sin satisfacer del todo a ninguna de las partes, puede representar un camino que, a la larga, con mucha paciencia y con mucha inteligencia —cosa que desgraciadamente a nuestros políticos no les sobra—, podríamos volver a tener un país un poco más unido. España tendría que entender que Cataluña necesita más infraestructuras, que no se la puede tener tan abandonada, que a pesar de que es la región más rica, también es la que paga más y no hay que abusar de esto. España ha abusado de su poder para ningunear a Cataluña y son agravios a los que los independentistas se han agarrado.

Recordando un libro que ha escrito, ¿dónde queda el sentido común y el desvarío en la cuestión de Cataluña?

Desvarío no hay ninguno y sentido común tampoco. Lo que hay son mentes que hacen todo el trabajo desde el corazón, desde el sentimiento. No se ha hecho debate, no se ha hablado de las ventajas ni de las desventajas…

Todo gira alrededor de la dicotomía entre la legalidad y la legitimidad

Pero la legitimidad cada uno se la adjudica. Puigdemont dice que lo suyo no es legal, pero es legítimo.

Pero la legitimidad también se basa en cuestiones históricas y en todos los intentos que ha habido por parte de Cataluña para resolver esto de mil maneras, recibiendo siempre una negativa por parte del gobierno español, fuera cual fuera su color.

Cuando el Tribunal Constitucional aceptó quitar del Estatuto de Autonomía algunos elementos que estaban en los estatutos de otras autonomías —de Valencia, de Andalucía, etcétera— entonces sí que con toda la razón la gente se enfadó muchísimo y fue la base de un movimiento independentista muchísimo más popular que ha sacado a la calle a cantidades de gente y de forma pacífica. Es impresionante y es una preciosidad. Es verdad que es muy bonito el movimiento independentista, pero está liderado por unas personas absurdamente innobles.

A veces es necesario transgredir las normas para conseguir derechos y hacer revoluciones. Usted lo vivió cuando el régimen franquista prohibía estudiar en la universidad a las mujeres que eran madres.

Nos hacían la vida imposible y por cualquier cosa que hacías acababas en comisaría, te pegaban un par de hostias y te tenías que aguantar. Pero no conseguimos nada en aquella pequeña revolución. A nosotros nos ayudó mucho la guerra de Vietnam, el lema de “hacer el amor y no la guerra…”. Todo esto se fue filtrando en la sociedad y cada vez hubo más coraje y no se tenía tan en cuenta lo que te diría el padre, la madre, el cura —que ha mandado siempre en España. Por ejemplo, una de las cosas que a mi modo de ver deslegitiman completamente a los independentistas, es que ahora se les ha ocurrido pedir como mediadores al arzobispo de Barcelona y al prior de los frailes de Montserrat. No se puede entender. Todavía no hemos salido de la influencia de la Iglesia, que fue una Iglesia absolutamente fascista, que denunció a todo el mundo y se puso a favor de los vencedores. Es todo tan raro y tan anticuado…

Siempre ha reivindicado la República…

En España no ha habido otro régimen tan decente como la República. Las dos repúblicas empezaron a tener en cuenta los derechos de las mujeres, los derechos de los niños, los derechos de los trabajadores, la importancia de la cultura, la importancia de la participación en la vida pública… ¿Cómo no voy a estar a favor de todo esto?

* Periodista de Cataluña