Un informe del gobierno de Estados Unidos escrito en febrero denunció que milicianos etíopes están librando una campaña sistemática de limpieza étnica en el Tigray, región del norte de Etiopía devastada por la guerra desde hace tres décadas.

“Aldeas enteras fueron severamente dañadas o completamente borradas”, se lee en el documento. Los funcionarios de Amhara que apoyan al primer ministro etíope Abiy Ahmed están “haciendo que Tigray occidental sea étnicamente homogéneo de manera deliberada y eficiente mediante el uso organizado de la fuerza y la intimidación”.

El pasado 19 de noviembre, las fuerzas militares de Etiopía y Eritrea tomaron el control de la ciudad de Axum tras una ofensiva militar sorpresa que lanzó Ahmed, luego de meses de tensión con el partido gobernante de la región de Tigray, el Frente Popular de Tigray, el cual gobernó el país durante más de dos décadas.

El primer ministro etíope, que llegó al poder en 2019, desea unificar el país aumentando el poder del gobierno federal y minimizando la autonomía de los gobiernos regionales, pero el Frente Popular de Tigray se ha resistido abiertamente a sus esfuerzos y esto ha causado el conflicto. Según los reportes, los militares saquearon a sus habitantes antes de perpetrar ejecuciones extrajudiciales.

“Todo lo que se podía ver en las calles eran cadáveres y gente llorando”, relata un testigo que huyó de la ciudad durante el día y regresó por la noche. Al día siguiente, los soldados eritreos aparentemente abrieron fuego contra cualquiera que intentase trasladar a los muertos.

Amnistía Internacional también publicó un informe el viernes en el que señala que, además de la participación de los funcionarios etíopes, soldados de Eritrea mataron sistemáticamente a cientos de civiles en la ciudad de Axum en Etiopía en noviembre de 2020. Algunos fueron asesinados a tiros en las calles. Eritrea se unió a Abiy, pues comparten un adversario en común: el Frente Popular de Tigray.

Amnistía Internacional entrevistó a 41 supervivientes y testigos -incluidos refugiados recién llegados al este de Sudán-, mantuvo llamadas telefónicas con etíopes en Axum y habló con otra veintena de personas conocedoras de lo sucedido, además de analizar imágenes satelitales del Laboratorio de Evidencia de Crisis con las que pudo corroborar las excavaciones para tumbas que se estaban haciendo en las inmediaciones de dos iglesias.

“Los entrevistados mencionaron a decenas de conocidos que fueron asesinados, y Amnistía Internacional ha recopilado los nombres de más de 240 víctimas. No se ha podido verificar de forma independiente el número total de muertos en una masacre que podría constituir un crimen de lesa humanidad”, señala la organización.

El Parlamento Europeo (PE) pidió el pasado 11 de febrero que se garantizase el “acceso sin restricciones” de ayuda humanitaria a Tigray, donde la población civil se ve privada de alimentos, agua, electricidad y combustible. Además, el bloque suspendió 110 millones de dólares en ayuda a Etiopía tras el inicio del conflicto. Por otro lado, el presidente estadounidense, Joe Biden, ha prometido un enfoque más comprometido con África, contrario a la administración de Donald Trump que poca atención le prestó al continente.

Hasta hace poco, Etiopía era un aliado militar estadounidense cercano, considerado como el eje estratégico en el Cuerno de África, pero se teme que mientras el conflicto de Tigray se prolongue, el país se convierta en una fuente de inestabilidad para la región.