Lo de Fito Páez es el piano. Ya lo hemos visto en concierto lucir la guitarra con torpeza cuando empiezan a sonar las notas de un tema rocanrolero o cuando, sorpresivamente, le instalan unos timbales en el proscenio, debajo de la luz, y les revienta las baquetas.

Lo hemos visto, y no es que lo haga mal, pero también nos convencemos de que aquel romanticismo y aquella nostalgia que evocan de sus canciones llegan mejor, tanto visual como auditivamente, cuando prolonga las notas desde los dedos hasta las cuerdas del piano.

Si las canciones de Fito tienen significados más allá del amor, la cotidianidad y la desdicha, el piano, con sus miles de melodías ocultas y fantasmas que surgen del entrecruce de las notas, les hace el juego y las convierte en máquinas del tiempo.

Fito Páez conoce el piano, lo toca desde que era un púber y sus canciones tuvieron teclas antes que cualquier otra cosa. Lo conoce como a Rosario y lo interpreta con la confianza que le tiene el padre al hijo; o el hijo al padre. Lo menciona en sus canciones, lo alaba, lo acompaña con un vino en la mesita de al lado y le echa la culpa de haberlo llevado a países lejanos. Desde su interior, y desde formas inusuales de tocar sus cuerdas más gruesas, nacieron interpretaciones de temas inolvidables como «Vengo a ofrecer mi corazón».

Lo conoce aunque a veces se quiera hacer el modesto. Alguna vez, el periodista Lalo Mir, en uno de sus encuentros en el estudio, le preguntó por qué era tan maravilloso el piano, qué tenía adentro. Fito respondió: “Es una de las cosas que me estoy guardando para aprenderlas dentro de unos años. No quiero saberlo ahora (…) Hace mucho tiempo me hago esa pregunta. ¿Por qué anda tan bien esta máquina? ¿Quién la pensó?”.

Estuvo en Colombia hace menos de un año, se tocó en orden todas las canciones del álbum «Giros», celebrando los 30 años de su publicación, y tocó canciones tan viejas y desconocidas para muchos que lograron que el público quedara perdido y en silencio, pero con la convicción de que cada nueva interpretación sería una sorpresa. “Voy ahora a tocar las canciones que me gustan a mí”, les dijo a los asistentes en el Palacio de los Deportes, en una invitación que más que egoísta fue para el descubrimiento.

Fito Páez vuelve este fin de semana al patio de su casa, como ha dicho que se siente en el país, y toda la parafernalia sobre el piano fue, precisamente, porque en el escenario del teatro Jorge Eliécer Gaitán habrá un matrimonio entre ellos dos. Será el inicio de la gira del argentino, denominada «Solo Piano», que recorrerá varios países.

Entonces, si hace la suma «Fito Páez + Piano + Teatro», se dará cuenta de que no se trata de un concierto sino de un recital a propósito, en un escenario íntimo —como los que le gustan a su enemigo más íntimo, Joaquín Sabina—.

Las dos únicas fechas en Colombia son este 11 de marzo, a las 8 de la noche, y el 13 de marzo a la misma hora, con un aditivo: la celebración ya anunciada de su cumpleaños. Es la reunión de un artista, un instrumento, un escenario, un recital de canciones, una exposición de motivos y una esperanza de escuchar los clásicos que puso en los walkman desde hace muchos años.