El proyecto revolucionario que Hugo Chávez inició en 1999 en Venezuela, y que hoy pasa por una de sus peores momentos, levanta más dudas que nunca. Más aún cuando uno de los principales aliado del gobierno de Nicolás Maduro, el presidente colombiano Juan Manuel Santos, dice que la “la revolución bolivariana fracaso”.

Un viraje en la posición que tuvo el gobierno colombiano durante los últimos seis años frente al vecino país. Santos fue blanco de duras críticas por haberse mantenido al margen de la difícil situación que viven los venezolanos. Sin embargo, ese silencio se rompió a finales de marzo cuando calificó de “arbitraria e inaceptable” la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en la que asumía las funciones de la Asamblea Nacional. Santos consideró que esta decisión “destruye el pilar de cualquier democracia, que es la representación popular”. Entonces el Presidente levantó su voz de “protesta y solidaridad” con el pueblo de Venezuela.

La percepción de Santos no es exclusiva. Varios gobiernos de la región ya habían dicho que la revolución no había salido bien, aunque muchos otros como Bolivia y Nicaragua, la sigan respaldando. Aunque el chavismo achaque estas declaraciones a “un complot internacional” o “una guerra económica de la derecha”, lo cierto es que los números los desdicen:  La escasez tanto de comida, como de artículos de primera necesidad superó el 80% en 2016, 93,3% de los hogares venezolanos no tiene suficientes ingresos económicos para la compra de alimentos,  94% de las personas afirma que la violencia en el país ha aumentado, el país registró 28.479 asesinatos este año, una cifra que supera los 27.875 casos documentados en 2015 y que arroja un índice de 91,8 homicidios por cada 100.000 habitantes, según datos del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). Los venezolanos padecen la inflación más alta del mundo, que, de acuerdo con el FMI, cerró 2016 en 475% y podría llegar a 1.660% este año. También sufre una grave escasez de alimentos y medicinas.

Analistas y observadores venezolanos achacan la situación a la ineptitud del grupo en el poder (sin desconocer la caída de los precios del petróleo, base de la economía venezolana). De hecho el 93% de los venezolanos, de acuerdo con encuestas, señalan que el país va muy mal y el 73% señala que es hora de un cambio de gobierno.

El gobierno señala que es una élite la que marcha, pero hasta los sectores populares se cansaron de la situación. Paula Navas marcha contra el gobierno venezolano en nombre de su hija Anhely, que murió hace una semana en un arruinado hospital sin los insumos para salvarla. La herida está tan fresca que, con tan solo evocar su nombre, rompe en llanto en su humilde casa ubicada en Petare, uno de los mayores complejos de barriadas de América Latina. Navas no es ajena a la política. Hoy trabaja como enlace entre la comunidad y la alcaldía que gobierna la oposición.

Anhely, de 22 años, era la quinta de nueve hijas -dos adoptadas- que crió sola esta mujer de 50 años.  «Venezuela tiene que cambiar, esto no es vida, esta gente tiene que salir. Y los barrios están bajando con la oposición. El chavismo está desapareciendo», indicó. Navas asegura que es amiga de todos, incluidos los chavistas, en el barrio 5 de Julio de Petare, donde vive desde hace 15 años en lo alto de un cerro caraqueño cundido de pobreza.  En el camino va señalando con el dedo y sonrisa pícara: «esos están con la oposición», «esos también». Y al cruzar miradas con una señora que estaba con una gorra del chavismo dijo «esa también está con nosotros». «Somos un grupo grande. Vamos bajando de a pocos, porque nos han amenazado. Otros van a la (manifestación) del chavismo obligados», señaló a la AFP.

Tres años después de la posesión muchos partidarios de la llamada “Revolución Bolivariana” se preguntan si Chávez se equivocó en la designación del sucesor. Aquella noche del 8 de diciembre, Chávez describió a Maduro como “un revolucionario a carta cabal, y lo calificó como un hombre de una gran experiencia a pesar de su juventud, con una gran dedicación al trabajo y una gran capacidad para la conducción de grupos”. Concluyó diciendo Chávez, que en su opinión “firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total es que [ante su ausencia] ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela”.

Desde su propia elección en 2013 hasta las pasadas elecciones de diciembre 2015, para la Asamblea Nacional, ha demostrado no tener las habilidades electorales de su “padre político” logrando cosechar la más grande derrota en los 17 años de hegemonía chavista.  “El problema no es la muerte de Chávez y la sucesión de Maduro, como alguno románticos del rojo-rojito apuntan, el problema es que en Venezuela se implanto un sistema personalista caracterizado por: El caudillismo electoral; La participación política de las Fuerzas Armadas; Un liderazgo carismático; La captura del Estado; Una economía sustentada en la renta petrolera; La supremacía mediática; Y la debilidad inherente de la oposición. Al final el chavismo, con o sin Chávez con o sin Maduro, es un modelo político-económico que fracasó”, escribía en este diario Ronal Rodríguez, profesor de la Universidad del Rosario.

La situación es tan grave que varias empresas han salido corriendo. La más reciente, General Motors (GM) que anunció este jueves el cese de sus operaciones en Venezuela y despidió a 2.678 empleados luego de que el gobierno le confiscó una planta en ese país jaqueado por una explosiva crisis política y económica. El miércoles la fábrica fue «inesperadamente tomada por las autoridades venezolanas, que impidieron que siga operando con normalidad», dijo Julia Bastos, portavoz de GM en Brasil, en un correo electrónico.

Parece que los tiempos en que Chávez y su proyecto eran referente en la región terminaron. Brasil y Argentina cambiaron sus liderazgos y hoy Venezuela, que alguna vez fue actor regional importante, pierde peso. El proyecto de Chávez que se basó en la petrodiplomacia (venta a precios mínimos o regalado en el Caribe) hace agua. Algunos países del Alba aún lo respaldan, pero fue sancionado de Unasur y en la OEA se plantea aplicarle la Carta Democrática. ¿Qué pasó con la Revolución del Siglo XXI?