El pasado 2 de marzo, luego de varias semanas de trabajo en casa, gran parte de los 180.000 funcionarios del gobierno de Hong Kong regresaron a sus oficinas. La fuerza laboral del sector privado también siguió ese camino y la vida en la isla parecía retornar a su normalidad: regresaron las cenas, las visitas al parque y las reuniones sociales.

Para algunos era natural que las medidas que se tomaron para enfrentar el brote del nuevo coronavirus originado en Wuhan se fueran flexibilizando. Solo se habían reportado 100 casos en la región en la primera semana del mes, a pesar de estar en la primera línea del brote. Además, en China continental el número de infecciones parecía encontrar un punto de estabilización.

Hasta la primera semana de marzo, Hong Kong era la prueba de que las medidas de contingencia funcionaban. Pero ahora el panorama ha cambiado, y demuestra una poderosa lección para los gobiernos de todo el mundo.

En la última semana, tras la flexibilización de las medidas de control, los casos de coronavirus en Hong Kong se han duplicado. La nueva ola de reportes, según una de las principales teorías, se debe a que los residentes de la región que se fueron para trabajar o estudiar en el extranjero regresaron para buscar seguridad en sus hogares al ver que la situación parecía bajo control, pero trajeron el virus consigo en el trayecto.

La noticia obligó a la presidenta del ejecutivo hongkonés, Carrie Lam, a decretar la prohibición de la entrada a los no residentes del territorio. “A la luz de las circunstancias cambiantes y esta ola más difícil y desafiante que surge de un aumento en la situación global y la gran cantidad de retornados, entonces tenemos que adaptarnos”, dijo Lam.

Junto con las nuevas medidas se han retomado las de control a la población, como las estrictas cuarentenas domiciliarias. A partir de este lunes, los funcionarios públicos regresaron a trabajar en casa, y se espera que el sector privado siga su ejemplo. Además, los bares y restaurantes se vieron obligados a cerrar de nuevo.

El caso hongkonés demuestra que las medidas como las cuarentenas y el distanciamiento social no se pueden detener luego de la ola inicial de casos para evitar así una nueva ronda de infecciones. Aunque el continente asiático tiene meses por delante de los países occidentales frente a la lucha contra la pandemia, en Europa y América hubo demoras para aprender de las lecciones de quienes ya se encontraban adoptando medidas de contingencia, lo que dejó vulnerables a los sistemas de salud y a las poblaciones. Sin embargo, esta es una oportunidad para reaccionar y aprender de la última lección que ofrece Asia: aunque el problema parezca solucionado, hay que mantener la guardia alta.

El cirujano general de Estados Unidos, Jerome Adams, advirtió la semana pasada que una cuarentena de 15 días sería insuficiente para retrasar la propagación del virus por lo que aconsejó evitar salir a las calles a menos de que sea estrictamente necesario. Científicos como el epidemiólogo Neil Ferguson advierten que será necesario mantener las medidas, al menos de manera remitente, mientras el virus circule por la población o hasta que haya una vacuna disponible. “Se necesitarán al menos unos 12 a 18 meses para obtener una vacuna”, aclaró. Mark Woolhous, epidemiólogo de la Universidad de Edimburgo, agregó que tendremos que vivir con este virus “indefinidamente”. Por ello, todo parece indicar que nada volverá a la normalidad durante un largo periodo de tiempo.