En el museo de Athletic Club, en una de las curvas de un recorrido de fotos y trofeos, de historias, cánticos y tradiciones, aparece en una pantalla de tamaño real la imagen de un futbolista portentosos, jugando con una pelota y con una sonrisa tan amplia que se ven fácilmente unos molares color marfil. “Es Iñaki Williams”, dice un aficionado inglés que hace el recorrido con su esposa a la que no parece interesarle mucho algo que, evidentemente, apasiona a su marido. Pero al detenerse en ese lugar, que además es interactivo (hay una tablet en la que se pueden ver los detalles de todos los futbolistas de la plantilla), la mujer se sorprende al ver el lugar de nacimiento del delantero: “¡Bilbao!”.

Williams, el hombre que marcó el gol con el que Athletic eliminó a Barcelona de la Copa del Rey, es un hijo de la migración africana, de la necesidad de ir cada vez más al norte para encontrar un mejor futuro, o mejor, un futuro. De hecho, sus raíces viene de Liberia, la patria de su mamá, y de Ghana, el lugar al que ella llegó huyendo de una Guerra Civil que comenzó como el derrocamiento de un dictador (Samuel Kanyon Doe) y que terminó con unos contra otros matándose de una manera macabra ante la ausencia de alguien en el poder. María conoció a Félix y juntos decidieron cruzar el desierto hasta la peligrosa Valla de Melilla, la frontera más fortificada que separa a la Unión Europea de África, uno de los puntos terrestres para pasar de un continente a otro (junto con Ceuta).

“Mi mamá pasó estando embarazada de mí. Y saltó esos alambrados, que si te daís cuenta son bastante altos”, reconoció Williams en una entrevista con un medio local. La convicción de alejarse lo más posible de su tierra llevó a los papás del jugador hasta Bilbao, al hospital de Basurto donde nació Iñaki, nombrado así por un cura (Iñaki Mardones) generoso y altruista que además de bautizarlo le heredó su pasión por el club, la religión por los colores y la convicción de que los héroes de San Mamés duran para siempre. Pero volvamos al museo y a la mujer que por fin está interesada y que, un poco confundida, le dice a su esposo: “Pero es de raza negra…”, a lo que el hombre responde: “Por eso, él representa la evolución con base en las costumbres. Y la diversidad”.

Así como ella, media Europa preguntó hace unos años cuando Williams debutó con Athletic, pues a primeras se puso en duda la primera regla del club: solo juegan nacidos en el País Vasco o formados allí. Sin embargo, Iñaki no solo nació ahí, sino que siente que Bilbao hace parte de su historia aunque sus orígenes sean de una tierra lejana, aunque haya pasado su infancia en Pamplona porque su papá consiguió trabajo en una granja en la que tuvo que manejar el tractor, cuidar cerdos y limpiar el granero. “Tenía que viajar mucho para mandar dinero. Hasta estuvo siete años trabajando en Londres y venía poco a casa. Fue complicado y por eso es que admiro tanto a mi madre, porque se sacrificó por mí”, recordó Williams en una entrevista con el programa El Larguero.

Ya más adelante el mismo futbolista confesaría que en una ocasión llegó a su casa, en el barrio la Rochapea, de la ciudad navarra, y no tuvo qué comer, incluso ese día no hubo luz porque su madre no alcanzó a recolectar el dinero para pagar el recibo. Pero la aventura valió la pena. Iñaki pasó de jugar en la plaza con sus amigos a convertirse en el delantero más rápido de la liga española. En otras palabras, nació para sobrevivir, o más bien, su madre lo crió así para que aprendiera de la adversidad y mantuviera la cordura en las épocas de prosperidad. “Es un chaval muy abierto, bromista y al que le gusta compartir con la gente. Vive en el centro, en la Plaza de Euskadi, y lleva un ritmo normal. Muy disciplinado, muy consciente de lo que ha hecho y de lo que puede hacer”, apunta Nika Cuenca, jefe de prensa de Athletic.

Iñaki, el mismo que cuando llegó al primer equipo del cuadro de Bilbao se sentía malo, en comparación con los demás, de quien decían en el colegio de Pamplona que tenía un hueso más por sus capacidades aeróbicas superiores a las de los demás, ha sufrido ataques racistas en el resto de España y su respuesta a esto, a la arremetida contra el diferente, ha sido con goles. “No hago caso, solo me limito a hacer lo mío. Es triste que todavía sucedan cosas como estas”, dijo después de un partido contra Espanyol de Barcelona. Pero son episodios pequeños y ajenos para Iñaki, un ídolo que es tratado como tal, que camina por las calles de la ciudad y se toma todas las fotos que le piden, que se reúne con los hinchas para compartir y entender el valor de ser uno más del selecto grupo (estuvo en la sede de la Peña Athletic Juvenil, una de las barras antiguas de Vizcaya).

Williams, de voz gruesa y un acento español que a veces trata de esconderse, simboliza el cambio y el valor de que la convicción en el deporte, en su caso, está a la orden del día. Porque como dijo Jorge Valdano: “La vida suele ser dura, pero el fútbol está para ablandarla”. 

*Invitado al País Vasco por la organización de La Liga.