Faltan pocos días para la elección presidencial del domingo 6 de febrero en Costa Rica y muy pocas cosas se saben con certeza. Probablemente, la más evidente es que ninguno de los candidatos que disputarán la contienda obtendrá el 40 % de votos requeridos por la Constitución Política para ser elegido presidente.

Si sucede lo esperable, las dos personas que obtengan mayor número de votos deberán enfrentarse el primer domingo de abril en una segunda ronda electoral, donde bastará la mayoría simple de los sufragios para ganar los comicios y ser declarado presidente de la República.

Las últimas encuestas reflejan una lucha por los dos primeros lugares entre cuatro candidatos: José María Figueres, del Partido Liberación Nacional (socialdemócrata), Lineth Saborío, del Partido Unidad Social Cristiana (socialcristiana), Fabricio Alvarado, del Partido Nueva República (conservador protestante), y José María Villalta, del Partido Frente Amplio (socialista).

Otra “certeza” a la fecha es el pobre desempeño electoral del partido actualmente en el poder, Partido Acción Ciudadana (PAC), cuyo candidato Welmer Ramos no parece convencer ni siquiera a su propia base, ante una administración muy desprestigiada. Según la medición de diciembre del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), de la Universidad de Costa Rica, Ramos aparece con una intención de voto del 0.5 %.

Si el partido que gobierna Costa Rica desde hace ocho años no logra un repunte sorpresivo en estos pocos días que le quedan, algo altamente improbable, el país será gobernado por una nueva fuerza política. Y cabe la posibilidad de que el PAC ni siquiera logre ingresar al parlamento, compuesto por tan sólo 57 diputados.

Por otra parte, la campaña no ha captado verdaderamente la atención del electorado. Mucho se debe a la pandemia, aunque también al hecho de que ninguno de los partidos tiene los suficientes recursos económicos para invertir en la campaña. Los grandes mítines son cosa del pasado. Ahora, prácticamente la totalidad de los recursos se utilizan en spots publicitarios televisivos (muy onerosos) y en las redes sociales.

Sin embargo, se espera que cuando comience la temporada de debates en los grandes medios de comunicación se despertará el interés de la ciudadanía que aún no sabe a quién dar el voto. Según el CIEP, los indecisos son poco más del 40 % de las y los electores, quienes, por tanto, tienen en sus manos la determinación de quiénes serán los que pasen a la segunda ronda en abril.

Hay que tener en cuenta que en los debates no participarán los veinticinco candidatos que participan de la contienda. La mayoría de los medios de comunicación invitarán probablemente a los seis o siete candidatos que estén encabezando las encuestas. La excepción a esto fue la serie de debates organizados por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), máxima autoridad electoral en el país, donde participaron todos los aspirantes a la presidencia.

El TSE dividió a los candidatos en cuatro grupos (según el orden en que aparecerán en la boleta de elección) y, durante cuatro noches, grupos de 6 o 7 candidatos expusieron sus propuestas. El intercambio fue más bien escaso por el propio formato implementado por el TSE.

Si bien se cree que esos debates tuvieron poco seguimiento por la mayoría de la ciudadanía, algunas de las intervenciones han trascendido, principalmente en redes sociales, con un gran impacto en el ánimo del electorado. Particularmente, se ha señalado el golpe a la candidatura de Lineth Saborío, la candidata de uno de los partidos con mayor apoyo, quien ha sido presentada como una aspirante sin ideas concretas. Con frases ambiguas, se ha visto en problemas cuando justamente, al contestar una consulta por su falta de propuestas, respondió de forma ininteligible.

Por otra parte, el votante conservador, liberal o de derecha, tiene el inconveniente de una sobreoferta de candidatos, lo cual diluye el peso de los votos. Además, algunos de estos candidatos han decidido atacarse entre sí para robarse votos en su intención personal por entrar en los codiciados dos primeros lugares.

Por ejemplo, el candidato Rodrigo Chaves, del Partido Progreso Social Democrático, le recordó a su contrincante Eliécer Feinzaig, del Partido Liberal Progresista, en el debate del TSE, que fue suspendido por la Contraloría General de la República para ocupar cargos públicos por cuatro años por sus acciones como Viceministro de Transportes durante el Gobierno de Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002). Por su parte, Chaves ha sido atacado por la fuerte sanción que le fue impuesta por el Banco Mundial, cuando, siendo alto funcionario de ese organismo internacional, se le denunció por acoso sexual por parte de dos de sus subalternas.

Debe tenerse en cuenta que el electorado costarricense es muy volátil y que situaciones coyunturales y sobrevinientes pueden alterar la preferencia electoral en muy poco tiempo. Así sucedió hace cuatro años, cuando dos candidatos que contaban con apenas el 5 % del apoyo electoral dieron un salto para entrar a la segunda ronda, producto de una resolución de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Dicho esto, y a la espera del desarrollo de la campaña, todo parece indicar que José María Figueres, del histórico PLN, pasará a la segunda ronda. Si se da una caída abrupta de la candidata Saborío, del PUSC, como se especula esté sucediendo, es probable que el contrincante de Figueres sea el conservador Fabricio Alvarado. Pero, claro, en estos días todo puede cambiar.

* Federico Ruiz es politólogo, máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Salamanca (España). Especializado en sistemas políticos y electorales. Asesor parlamentario de la Asamblea Legislativa de Costa Rica.

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