En la mayoría de los países europeos las categorías del fútbol de ascenso están muy bien organizadas. En Inglaterra y Alemania hay hasta seis divisiones semiprofesionales en las que futbolistas modestos desarrollan carreras dignas y cumplen con el sueño de hacer de su pasión una forma de vida.

Los grandes salarios y las comodidades son exclusividad de las categorías primera y segunda. Pero en las demás sí son frecuentes los hoteles de dos o tres estrellas, viajes en bus, sueldos precarios y, sobre todo, entrenamientos a una sola jornada, pues los jugadores deben realizar una actividad alterna para subsistir.

Muchas de esas historias se hacen públicas por estos días, en los que se juegan las copas de cada país, en las que se enfrentan clubes de diferentes categorías. Al Atlético de Madrid, líder en España, lo eliminó el Cornellá de la tercera división y el Leeds de Marcelo Bielsa cayó ante el Crawley, de la cuarta de Inglaterra. El Tottenham, de José Mourinho, jugó contra el Marine FC, club de la octava división, por la Copa FA.

Para esos clubes y jugadores enfrentar a los equipos grandes de su liga es el acontecimiento más importante de la temporada, pero por sus cabezas no pasa superarlos. Las diferencias de presupuesto, tradición y calidad son abismales.

Y aunque son pocos, algunos futbolistas han logrado ascender varias categorías. Ninguno, sin embargo, como Jamie Vardy , el centro delantero del Leicester y la selección de Inglaterra.

Con apenas 16 años, fue desechado por el Sheffield Wednesday, el equipo de su ciudad. Según los entrenadores, era demasiado pequeño y no tenía capacidades físicas ni condiciones técnicas para llegar al primer equipo.

Desilusionado, dejó el fútbol por un tiempo, se hundió en el alcohol y se involucró con pandillas juveniles, hasta que en una pelea sufrió una complicada fractura de tobillo y fue detenido por la policía.

Pagó una fianza y salió en libertad condicional, pero ese episodio le cambió la vida. Tras su recuperación, volvió a jugar, aunque creyó que sería solo por diversión. Fichó por el Stocksbridge Park Steels, de la octava división. Alternaba los entrenamientos con el trabajo de técnico en una fábrica de férulas, de cuyo salario (40 libras semanales, unos $150.000) comenzó a vivir.

Pero en la cancha era realmente bueno y el Halifax Town, de la quinta categoría, le ofreció un sueldo un poco mejor, además de premios por goles anotados.

Sin embargo, fue cuando llegó al Fleetwood Town, de tercera división, que volvió a soñar con jugar en grandes estadios y enfrentar a los mejores futbolistas de Inglaterra. Su pase costó 18.000 euros (unos $70 millones).

Se dedicó de lleno al fútbol, pero ya tenía 22 años. Eso sí, marcaba gol por partido y se destacaba por su espíritu de lucha y despliegue físico. Tanto que varios técnicos de segunda lo tenían referenciado, entre ellos Nigel Pearson, del Leicester, quien se la jugó por él.

El club pagó poco más de un millón de libras por su contrato y le ofreció un salario veinte veces mayor al que tenía, ya con 25 años.

El resto de la historia lo escribió Jamie Vardy a punta de goles. En nueve temporadas y 323 partidos, lleva 143 goles y 58 asistencias. Fue clave en el ascenso a la Premier League en 2014 y la gran figura (declarado el mejor jugador del torneo) en el histórico triunfo de los Lobos en la primera división de Inglaterra, en 2016, en ese legendario plantel dirigido por el italiano Claudio Ranieri, en el que estaban N’Golo Kanté y Riyad Mahrez, con el que superaron nada menos que a los poderosos de Manchester, además de Arsenal, Chelsea y Tottenham, que fue su gran rival ese año.

Como si fuera poco, entre 2015 y 2018 estuvo en la selección inglesa. Jugó la Eurocopa 2016 y el Mundial de Rusia 2018, en el que enfrentó a Colombia en octavos de final. Anotó siete goles en 26 encuentros.

Vardy, goleador de la Premier el año pasado, fue pretendido por varios de los grandes de Inglaterra, así como algunos clubes importantes de Francia y España, pero prefirió extender su contrato y quedarse en el Leicester hasta 2023. Con 34 años y una carrera meteórica en el fútbol, más meritoria incluso que la de las grandes figuras que jugaron siempre en equipos poderosos, considera que ha logrado mucho más de lo que soñó y quiere disfrutar en calma, aunque sigue luchando y corriendo como cuando estaba en octava y defendía los colores de un equipo de barrio. Para él, por dentro, nada ha cambiado.