Hace 25 años que Brasil saca pecho como el país que realiza las elecciones más informatizadas del mundo. Hasta en el último rincón de la selva, votar en papel se convirtió en algo prehistórico. Los brasileños han elegido a sus últimos presidentes a través de urnas con teclados que se trasladan por barco y helicóptero a las regiones más alejadas.

Esta innovación fue producto de la investigación de las instituciones públicas y del tribunal electoral que, en secreto, trabajaron en un proyecto para poner al país a la vanguardia en procesos electorales. Pero ahora el presidente, Jair Bolsonaro, ha sembrado dudas sobre todo el sistema electoral electrónico.

A menos de 16 meses para que Brasil celebre unas nuevas elecciones presidenciales, el mandatario ultraderechista le ha pedido a sus seguidores que promuevan un “voto impreso y auditable”, un mensaje que los bolsonaristas fomentan en sus concentraciones más recientes.

La pelea de Bolsonaro contra el sistema de voto electrónico evoca a la estrategia usada por el expresidente estadounidense Donald Trump, quien sembró dudas sobre el sistema electoral en las elecciones de 2020 y causó una enorme división en el país a partir de ello.

“Si no tenemos voto impreso en 2022, alguna manera de auditar el voto, vamos a tener problemas peores que Estados Unidos”, le dijo Bolsonaro a sus seguidores en enero, haciendo referencia a las acusaciones de fraude electoral que hicieron los republicanos en el país norteamericano.

Al igual que Trump, Bolsonaro sugirió en la campaña electoral de 2018 en Brasil que solo aceptaría el resultado de los comicios si él resultaba como vencedor. El voto electrónico entonces se convierte en un campo de batalla de cara a las presidenciales del próximo año, en el que algunas figuras del Gobierno ya se han pronunciado.

Por un lado, Luís Roberto Barroso, quien preside el Tribunal Superior Electoral de Brasil (TSE), señaló que no hay registro de ningún caso comprobado de fraude en las elecciones.

“Al contrario, (con el sistema electrónico) eliminamos los casos de fraude que eran rutinarios”, dice Barroso en un video pedagógico sobre las urnas virtuales.

El sistema electrónico en Brasil no solo ha servido para luchar contra el fraude, sino que también tiene otras ventajas como la rapidez para arrojar resultados. A diferencia de la situación vivida en Estados Unidos, los brasileños conocen habitualmente a su nuevo presidente la misma noche de la jornada electoral. Y cabe resaltar que las urnas electrónicas no están conectadas a internet, lo que las blindan de ataques informáticos.

Pero el discurso de Bolsonaro, por otro lado, ha calado entre algunos miembros de la Cámara de Diputados, que ya trabajan en un debate para cambiar las reglas de juego que pone la Constitución y solicitar un comprobante impreso del voto. Esta idea ya fue rechazada en el pasado.

“Esta es una oportunidad más de generar caos que él (Bolsonaro) va a aprovechar”, le dijo Daniela Campello, politóloga de la Fundación Getulio Vargas, a El País de España. “Sin embargo, aún siendo consciente de que las instituciones estadounidenses tuvieron mucha mayor capacidad de responder a Trump de la que tienen las brasileñas para responder a Bolsonaro, dudo de que un presidente que llegue muy debilitado a la elección tenga capacidad de movilizar a suficiente gente para crear ese caos”, reflexiona Campello.