La última vez que Jorge Luis Mealla fue visto en Bolivia, era 2001 y el futuro teniente de corbeta de la armada argentina era un adolescente de 15 años. En ese entonces, Mealla viajó a la ciudad de Tarija, al sur del país andino, con la intención de visitar a su familia paterna.

“Nos visitó y después no volvió porque se dedicó a estudiar en Jujuy (Argentina), terminó la secundaria y después ingresó a la Escuela Naval Militar”, dijo para El Deber, su tío abuelo Ernesto Mealla.

De ascendencia boliviana, Jorge Luis Mealla, era uno de los 44 tripulantes del submarino argentino ARA San Juan que desapareció el pasado 15 de noviembre.

Esta semana, las autoridades argentinas ordenaron suspender los operativos de búsqueda que, durante más de dos semanas, convocaron a rescatistas y medios técnicos provenientes de más 18.

La presencia de Mealla entre los tripulantes del ARA San Juan llevó al presidente de Bolivia, Evo Morales, a expresar su solidaridad con la familia de los desaparecidos y especialmente con el padre de Mealla quien dejó Bolivia en la década de los 80 para radicarse en argentina.

Jorge Luis Mealla nació un 31 de diciembre, de madre argentina, en la ciudad norteña de Salvador de Jujuy. Allí esperaba regresar para pasar sus vacaciones de diciembre cuando terminara su misión en el ARA San Juan.

«Lamentamos la suspensión del rescate de los 44 tripulantes del submarino argentino ARA San Juan. Nuestra solidaridad con las familias de los desaparecidos, especialmente con nuestro compatriota Cirilo Mealla Altamirano, padre del teniente Jorge Luis Mealla” escribió el presidente Morales a través de su cuenta de Twitter.

El último paradero conocido de la nave, fue el pasado 15 de noviembre a unos 432 kilómetros de la costa patagónica argentina, cuando estaba de camino desde la base naval austral de Ushuaia a Mar del Plata, en la provincia de Buenos Aires.

La Armada Argentina informó este jueves de que continuará con la búsqueda del sumergible pero no con el rescate de los 44 tripulantes, al considerar agotado el tiempo de posible supervivencia, después de 16 días de su desaparición en el Océano Atlántico.