Las salidas en falso del presidente estadounidense, Donald Trump, no son una sorpresa. Tampoco el lenguaje descalificador de algunos de sus funcionarios. Desde que era candidato el magnate no soportaba que los medios de comunicación o miembros de su propio partido, el Republicano, le hicieran llamados a la cordura ante sus frecuentes imprudencias. Muchos pensaron, sin embargo, que una vez que Trump llegara a la Casa Blanca, moderaría sus reacciones. Algo que no ha pasado y, al contrario, amenaza con aumentar con el paso de los días.

Ya dijo que los medios de comunicación eran el partido de oposición y se inventó los “hechos alternativos”, una especie de interpretación de las noticias, cuando la realidad no le guste. Y es evidente que a su Gobierno no le gusta que dentro de los funcionarios existan voces disidentes.

Después de que Trump firmara la orden ejecutiva que prohíbe la entrada durante 90 días de ciudadanos de mayoría musulmana (Irak, Irán, Siria, Somalia, Sudán, Libia y Yemen) y de que vete el ingreso de refugiados de Siria durante 120, un grupo de diplomáticos decidieron expresar su rechazo a la medida. Mientras el presidente desplegaba su equipo para defender su orden, más de cien funcionarios diplomáticos firmaban una carta interna en la que protestan contra el veto.

En el documento, filtrado hoy a la prensa, numerosos funcionarios del servicio exterior expresan su oposición. «Esta prohibición, que solo puede levantarse bajo condiciones que a los países les resultará difícil o imposible cumplir, no alcanzará su objetivo señalado de proteger al pueblo estadounidense de ataques terroristas de ciudadanos extranjeros que ingresen en Estados Unidos», advierten los firmantes del documento.

«Además, esa política va en contra de importantes valores estadounidenses como la no discriminación, el juego limpio y la bienvenida a los visitantes extranjeros y los inmigrantes», añaden.

El texto, que según el diario The Wall Street Journal ya ha recibido más de 100 firmas, seguía hoy circulando por el Departamento de Estado para recibir nuevos apoyos antes de ser remitido al llamado «canal de discrepancias» de la agencia.

Dicho canal se mantiene desde la Guerra de Vietnam (1955-1975) para que sus empleados puedan expresar su disconformidad a las altas esferas de la diplomacia estadounidense sin temor a represalias, y los documentos allí archivados deben recibir una respuesta oficial en un plazo de entre 30 y 60 días.

Aunque los mensajes enviados a ese canal suelen ser confidenciales, varios medios de comunicación estadounidenses reprodujeron hoy partes del documento, que además fue publicado de forma íntegra por el blog especializado en derecho Lawfare.

Sus firmantes recuerdan que «la enorme mayoría» de ataques terroristas en EE.UU. los han cometido estadounidenses, y que en los casos en que hay extranjeros que han viajado al país para perpetrar atentados, muchos procedían de países no afectados por el decreto, como Pakistán o Arabia Saudí.

El documento alerta de que el veto «amargará inmediatamente las relaciones» con esos países «y buena parte del mundo musulmán, que considera que la prohibición ha estado motivada por la religión».

«Al alienarlos, perdemos acceso a la inteligencia y los recursos que necesitamos para combatir las causas que están en la raíz del terrorismo en el extranjero, antes que haya un ataque en nuestro país», denuncian los diplomáticos, preocupados además por un aumento en el «sentimiento antiestadounidense» en el mundo.

«Casi un tercio de las poblaciones combinadas de estos países son niños menores de 15 años, no hay duda de que su percepción de EE.UU. estará profundamente afectada por este veto», indican.

Asimismo, los diplomáticos previenen sobre la «terrible carga humanitaria» que puede tener sobre quienes viajan a EE.UU. para buscar ayuda médica, y sobre las pérdidas económicas que provocará.

Por último, advierten de que el requisito impuesto a los países para que el veto se levante -garantizar que cada individuo que pide visado es quien dice ser y no una amenaza- es demasiado «vago y nebuloso» para que esos Gobiernos puedan o quieran cumplirlo.

Los diplomáticos proponen reemplazar el veto con medidas alternativas de seguridad y opinan que el decreto remite a «los peores momentos de la historia» de EE.UU., como la prohibición de vivir en el país a los estadounidenses de origen japonés tras la Segunda Guerra Mundial.

«Dentro de unas décadas miraremos atrás y nos daremos cuenta de que cometimos los mismos errores», sostienen.

“Que se vayan”

No tardó en responder el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.  “Los diplomáticos estadounidenses que tienen objeciones a la nueva política de Washington sobre restricciones de viajes para inmigrantes o refugiados extranjeros deben seguir las instrucciones o dejar sus puestos”, dijo.

«¿Estos burócratas de carrera tienen problemas con esto? Pienso que deben seguir el programa o irse. Esto se refiere a la seguridad de Estados Unidos. Es la razón por la que la mayoría de los estadounidenses está de acuerdo con el presidente», agregó.

«Tenemos conocimiento de un mensaje de disenso que está circulando contra la orden ejecutiva», dijo el portavoz interino del Departamento de Estado, Mark Toner, quien afirmó que el documento aún no ha sido formalmente presentado.