El presidente estadounidense, Donald Trump, ha manifestado rechazo absoluto por Nicolás Maduro, pero no por su forma de gobernar. En la práctica, estos dos hombres comparten más de lo que imaginábamos.

A medida que se aproxima el final de su primer periodo en la Casa Blanca -y quizás el último si no logra conseguir la reelección-, Trump ha exhibido un arsenal de jugadas propias del chavismo en Venezuela. La última de esas jugadas recuerda inmediatamente el uso político de las cajas de alimentos repartidas por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción en Venezuela, conocidas popularmente como las ‘cajas CLAP’.

Los CLAP son una idea de Maduro que tiene sus orígenes en 2016. A estos comités se les dio el poder de controlar la distribución y comercialización de alimentos de primera necesidad que entregaba el Estado, y una de sus tareas era repartir las cajas y bolsas de comida de parte del gobierno destinadas para la población, en medio de una tremenda escasez alimentaria. Toda esta operación, sin embargo, era a la vez una labor propagandística y tenía fines electorales.

Estos comités vinieron a reemplazar el proyecto que Hugo Chávez había comenzado en 2008 con la Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (Pdval). El plan del difunto expresidente era alcanzar la soberanía alimentaria en el país, pero en el camino este programa, como los CLAP, cayó en los vicios de la corrupción y se convirtió en un instrumento político que el oficialismo usaba para satisfacer a sus electores. Ahora, en Estados Unidos, Trump está haciendo algo similar con la ayuda alimentaria en su país.

La crisis desatada por el brote de coronavirus en Estados Unidos ha arrojado a millones de personas a la pobreza. Cientos de miles de familias tienen dificultades enormes para llegar a fin de mes y conseguir alimentos. El gobierno estadounidense, para enfrentar ese problema, ha distribuido más de 100 millones de cajas con alimentos para los necesitados desde mayo. La queja de diversas organizaciones liberales y del Partido Demócrata es sobre cómo se ha realizado esa labor, pues el presidente está usando la repartición de alimentos para autopromocionar su campaña a la reelección.

Trump ha tomado una labor humanitaria, que se hace con dinero de los contribuyentes, y la convirtió en una estrategia de marketing político, y eso es una violación ética.

*Este video publicado por la Casa Blanca ha sido interpretado como una campaña propagandística del presidente. El problema es que está usando los logros de un programa federal de por medio, lo que incurre en una violación de la Ley Hatch que impide que los empleados del poder ejecutivo participen en actividades políticas. De todas maneras, no es la primera vez que la familia Trump viola esta ley.

El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, encargado de repartir las cajas a través del programa Farmes to Families Food Box de USDA, comenzó a exigir que cada caja llevara una carta firmada por el presidente en la que se le recuerda a quienes reciben los alimentos su “buen trabajo”.

“Como presidente, salvaguardar la salud y el bienestar de nuestros ciudadanos es uan de mis más altas prioridades. Como parte de nuestra respuesta al coronavirus, prioricé el envío de alimentos nutritivos de nuestros agricultores a las familias necesitadas en Estados Unidos”, dice la carta firmada por Trump que acompaña las cajas de alimentos.

El republicano obligó a los líderes de bancos de alimentos a buscar asesoría para evitar problemas. Aunque los bufetes de abogados consultados encontraron que esto “no contaba como una actividad electoral”, no deja de romper con los protocolos de la Casa Blanca.

No es la primera vez que Trump usa un programa federal con fines propagandísticos para su campaña a la reelección. En abril, el presidente ordenó que su firma apareciera en un memorando adjunto a los cheques de estímulo económico que le llegaron a miles de ciudadanos, en una histórica ruptura con el protocolo presidencial.

“Aproximadamente seis meses antes de que se enfrente a la reelección, con su campaña en pausa porque el virus le ha impedido realizar los mítines que son populares entre su base, los cheques le brindan a Trump una nueva forma de política minorista. Un cheque proporciona un símbolo de pan y mantequilla que se puede tocar a los contribuyentes directamente en sus buzones de correo”, describió el diario The Washington Post en abril.

Seis meses después, Trump continuó aprovechándose de los programas que usan dinero de los contribuyentes para hacer su campaña personal, ahora con las cajas de alimentos.

“Nunca en mis 30 años de trabajo había visto algo tan atroz. Estas son cajas compradas a nivel federal”, destaca Lisa Hamler-Fugitt, directora ejecutiva de la Asociación de Bancos de Alimentos de Ohio al portal Politico. “Es un descaro. Un intento de compra de votos dirigida a los más necesitados”, agregó Eric Kessler, fundador de Arabella Advisors, una firma consultora de filantropía, al mismo portal.

La de la idea de la carta del presidente incluida en las cajas de alimentos fue Ivanka Trump, hija del mandatario, quien aseguró este miércoles, durante un evento de campaña en Miami, que “Estados Unidos nunca será un país socialista”. Pero lo que ha hecho Trump en los últimos meses de campaña ha sido exactamente lo que él, su hija y todo su entorno critican.

“A pesar de su extremismo, Chávez entendió que era importante mantener al menos la apariencia básica de seguir las normas constitucionales para mantener la legitimidad. Trump parece mucho más cercano a Maduro en el sentido de que ninguno de los dos es capaz de comprender esto”, escribió Francisco Toro, colaborador de The Washington Post.

No solo fue su firma en los cheques o las cartas en las cajas de ayuda humanitaria. Trump ha retado las normas constitucionales como ningún otro presidente en la historia del país, al igual que Maduro. Intentó cambiar las normas electorales y torpedeó el ejercicio de la democracia. Pero lo más llamativo es que, siendo un capitalista declarado, Trump esté dirigiendo “el programa socialista más grande de la historia moderna”, como señala Jack Kelly, colaborador de Forbes.

La Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus (CARES, por sus siglas en inglés) que está en el Congreso es un plan socialista corporativo de magnitud sin precedentes, muy similar a lo que proponía el candidato presidencial Bernie Sanders, a quien Trump ha tratado de dibujar como un socialista extremo. Salvará a empresas, compañías e individuos golpeados por la crisis al inyectar una cifra astronómica de US$ 2 billones en al economía local.

“En una verdadera sociedad capitalista, las empresas podrían fracasar y cerrar. Los ciudadanos estadounidenses tendrían que apretarse el cinturón y no esperar dádivas del gobierno. Esto no está ocurriendo”, dice Kelly.