Cerca de 500 agentes de la Policía Nacional Civil y soldados del Ejército de Guatemala desalojaron la carretera donde cerca de 90.000 migrantes de Honduras, según datos oficiales, se encontraban varados desde el pasado sábado en el departamento de Chiquimula, cercano a la frontera con Honduras y ubicado unos 200 kilómetros al este de la capital del país.

Las caravanas son un fenómeno que la ONU advirtió que se presentarían de nuevo. Jean Gough, directora regional de UNICEF para América Latina y el Caribe, advirtió en diciembre del año pasado que a la luz de la crisis del coronavirus y los desastres, puede esperarse una nueva migración masiva.

“Ahora, después de que el COVID-19 y dos devastadores huracanes han azotado Centroamérica, es probable que el aumento de la pobreza y la violencia hagan que más familias abandonen sus hogares en las próximas semanas y meses”.

De acuerdo con los datos de la ONU, fines de 2019, más de 800.000 personas de El Salvador, Guatemala y Honduras habían buscado protección dentro de sus países o habían cruzado fronteras internacionales en busca de asilo para escapar de amenazas como la violencia y persecución de pandillas.

Una encuesta de dos organismos de la ONU explica la razón de un aumento del 456% de familias detenidas en la frontera sur de Estados Unidos en 2019. Muchas personas del norte de Centroamérica están literalmente corriendo por su vida mientras las pandillas atacan a familias enteras, incluidos niños y niñas, obligándolos a huir.

Huir de Honduras, la salida

De acuerdo con Amnistía Internacional, “llovió sobre mojado en Honduras, un país que ya había sufrido múltiples crisis durante los últimos años: represión estatal, violencia pandillera, problemas económicos, devastación ambiental, emigración masiva y, más recientemente, la pandemia de COVID-19. Los dos huracanes dejaron al menos 94 muertos y casi 4 millones de damnificados en el país y, según analistas, podrían provocar un incremento del nivel de la pobreza de un 10%, superando el 70% de la población.

Si bien la llegada de dos tormentas tan fuertes, separadas por solo dos semanas, fue un desastre natural casi sin precedentes en Honduras, muchas de las personas afectadas consideran que las autoridades les han abandonado a su suerte.“La actividad de nosotros en San Antonio de Cortés es la siembra de maíz y fríjoles, pero por las inundaciones lo perdimos todito y ahora no tenemos dónde trabajar porque está destruido el campo”, explicó uno de los migrantes de Honduras a la prensa local.

Dijo además que es padre de 10 hijos, el mayor de 17 años, y el menor de 1, y que el trabajo de su esposa consiste “en cuidarlos porque todos somos una familia”.

Laínez considera que “el Gobierno no lo tiene que mantener a uno”, pero que “por lo menos el presidente -Juan Orlando Hernández- debería pedirle a los otros países que nos dejen ir a trabajar con ellos para ayudar a nuestras familias porque en Honduras la vida cada día es más difícil”.

“Yo no me quiero ir de mi país, pero la situación que estamos viviendo nos ha obligado”, acotó.

Los hondureños buscan llegar a Estados Unidos para tener mejores condiciones de vida, alejados de la pobreza y la violencia que azotan el istmo, especialmente después de la pandemia y los huracanes Eta y Iota que tocaron tierra en noviembre pasado.

Iota y Eta azotaron Centroamérica fuertemente: provocaron desbordes de caudalosos ríos y derrumbes, que solo, al norte de Honduras, epicentro de la caravana migrante, dejaron más de 60 muertos y 2,7 millones de personas afectadas.

Más de 40.000 personas aún permanecen en albergues en Honduras, al haberse inundado sus viviendas, según las autoridades de Copeco.

“Si nos quedamos en Honduras nos arriesgamos a comer un día y otro no y si salimos del país nos arriesgamos a que algo nos pase. Pero si lo logramos y llegamos a Estados Unidos y nos dan asilo político llevamos la meta trabajar y mantener a nuestra familia”, confiesan varios migrantes.

“Vamos huyendo de la miseria, desde marzo que empezó la pandemia no tengo trabajo”, contó a la AFP Jessenia Ramírez, de 36 años, quien deja a su esposo y tres hijos (21, 18 y 16 años), a los que espera luego enviarles recursos.

Eso sin hablar de la pandemia: Honduras se acerca a los 128.000 contagios y los 3.300 muertos por COVID-19, sin conocer la expansión real de la epidemia y la amenaza de una nueva variante del virus identificada en el Reino Unido a diez meses de la confirmación de los primeros dos contagios.

“Nosotros creemos que hay muchísimos más casos de los que oficialmente reportan”, dijo a Efe la presidenta de la Asociación de Médicos del Instituto Nacional Cardiopulmonar de Tegucigalpa, Suyapa Sosa. La cifra de muertos alcanza los 3.273, aunque Sosa cree que podrían ser muchos más, ya que sólo se contabilizan de manera oficial los decesos por coronavirus confirmados, no así los fallecidos en sus domicilios, a los que no se les ha realizado ninguna prueba o no se les coloca en el acta de defunción que murieron por coronavirus.

“Las cifras más reales de (decesos) son las de las funerarias (que reportan más de 7.000 muertes), son las más fidedignas en el sentido que ellos reciben las defunciones para poder vender los féretros”, señaló. El alza de contagios amenaza de nuevo la capacidad de los hospitales.

Con un total de 127.945 casos, según datos del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager), Honduras es el cuarto país de Centroamérica en número de contagios, por detrás de Panamá, Costa Rica y Guatemala.

¿Qué tiene que ver la llegada de Biden?

Los migrantes dicen huir de una Honduras fuertemente golpeada por el paso de los huracanes Eta e Iota en noviembre y la falta de empleo causada por la pandemia, además de altos niveles de violencia ocasionada por las pandillas, entre otros.

Sin embargo, es un movimiento habitual por la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca el próximo miércoles. La caravana está alentada por la esperanza de una flexibilización en la política migratoria de Estados Unidos; sin embargo, eso ya fue descartado, pues aunque el presidente electo tiene plan de regularizar a miles de indocumentados, no flexibilizará la entrada de migrantes.

“Confiamos en Dios que Biden nos va a ayudar. Sabemos que va a tomar posesión el 20” de enero, dijo Amanda, quien viaja con su hijo de diez años

Pero el comisionado interino de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP), Mark A. Morgan, les pidió quedarse en Honduras: “No pierdan su tiempo y dinero y no arriesguen su seguridad y salud”. “Es un viaje “mortal”, subrayó en un comunicado.

Guatemala pide detener la marea humana

El Gobierno de Guatemala, que preside Alejandro Giammattei, solicitó a las autoridades hondureñas que detengan el flujo de salida de migrantes “de manera permanente” mediante “acciones preventivas” para “garantizar la seguridad nacional y de la región”.

La Administración de Giammattei también pidió a los Gobiernos centroamericanos que “tomen las acciones correspondientes” con respecto a la migración después de haber sufrido “una transgresión a la soberanía nacional”.

El Gobierno de Giammattei había mantenido durante el viernes su posición de no permitir el ingreso al territorio de los miles de migrantes hondureños, tal y como había advertido durante la semana. Sin embargo, ante la gran cantidad de migrantes en la frontera, los agentes de la Policía Nacional Civil decidieron dar un paso al costado y dejaron avanzar a la multitud.

Las autoridades habían informado que no dejarán ingresar al país a los hondureños si no cumplían con los requisitos establecidos al respecto, especialmente una prueba negativa de COVID-19.