Cuando a su marido, activista prodemocracia, se le concedió el Premio Nobel de la Paz en 2010, Liu Xia estaba pletórica, pero ni ella ni los partidarios de Liu Xiaobo podían prever entonces las consecuencias que tendría el galardón en su vida.

«Estoy tan emocionada, tan emocionada, que no sé qué decir», reaccionó la poetisa y pintora en aquel octubre al ser contactada por la AFP por teléfono.

Liu Xia agradeció a «todas aquellas personas que apoyaron a Liu Xiaobo» y «pidió enérgicamente» al gobierno chino que liberara al disidente, quien falleció el jueves a consecuencia de un cáncer de hígado durante una libertad condicional médica de su pena de cárcel de 11 años por «subversión».

La escritora y artista, que nunca se consideró una persona política ni participó activamente en las campañas de su marido, aunque lo apoyó resueltamente, no imaginaba entonces cómo impactaría el galardón en su vida.

Poco después del anuncio del Premio Nobel, Liu fue puesta en arresto domiciliario y, desde entonces, ha estado sometida a una fuerte vigilancia.

Según algunos amigos cercanos, su acceso al mundo exterior está limitado y sólo se le permitía de vez en cuando salir de su apartamento de Pekín para visitar a sus padres o a su marido, en la cárcel de la provincia de Liaoning (noreste).

Cuando el mes pasado se le concedió la libertad por motivos médicos, el disidente pidió ser tratado en el extranjero, un deseo no cumplido que sus amigos creen que era por el bien de Liu Xia.

«Si él no sale ahora, no tendrá forma de obtener la libertad para su amada esposa», dijo a la AFP Ye Du, otro disidente y amigo cercano de la familia, durante la enfermedad de Liu Xiaobo.

El principal doctor responsable del tratamiento a Liu Xiaobo dijo en una rueda de prensa el jueves que, en sus últimos instantes de vida, le pidió a su mujer que «viva bien».

Pero aún no está claro dónde vivirá Liu Xia, ni si será libre.

Desde la muerte de Liu Xiaobo, amigos cercanos han tenido dificultades para contactarla, y China no ha aclarado si se le permitirá salir del país.

Fue el amor por la literatura el que unió a los dos intelectuales en los años 1980. Ella era una joven poetisa y pintora en ascenso; él, un conocido intelectual.

«Ella no formaba parte de nuestro grupo de disidentes», contó a la AFP Hu Jia, un activista que vive en Pekín y era amigo de Liu Xiaobo.

«Cuando visitaba a Xiaobo, ella no se metía en nuestras conversaciones políticas. Sólo se unía de vez en cuando para compartir un momento de risas», añadió.

Los simpatizantes de la pareja solían decir que Liu Xia, contra quien nunca se presentaron cargos formalmente, sólo es culpable del «crimen» de ser la esposa de Liu Xiaobo.

«¡Quiero casarme con ese enemigo del Estado!», había dicho poco antes de que la pareja contrajera matrimonio, en 1996, mientras Liu Xiaobo estaba en un campo de trabajo, según la biografía del disidente elaborada por Yu Jie.

Por su lado, Liu Xiabo lamentaba que Liu Xia se hubiera visto enredada en una trama política.

«Mi amor por ti está tan lleno de remordimiento y pena que su peso a veces me hace tambalear», dijo el disidente en su última declaración pública.

Cuando comenzó su detención domiciliaria, Liu Xia solía publicar tuits, a menudo irónicos, para los amigos que estaban preocupados.

En ocasiones, los mensajes se teñían de melancolía. «¿Por qué tenemos que vivir este tipo de vida?», se preguntaba el 16 de junio de 2010.

Los guardias apostados ante la puerta de su apartamento impidieron casi todas las visitas que sus amigos quisieron hacerle durante sus años de detención, en los que Liu sufrió una depresión y problemas del corazón.

A eso se sumó la muerte de su padre, el año pasado, y de su madre, a principios de éste.

Una lluviosa noche del verano de 2012, Hu se plantó ante el apartamento de Liu y apuntó con un láser a la ventana de su estudio. Liu miró afuera pero no lo vio.

«Ella estaba ahí parada, fumando un cigarrillo», narró Hu. «Y parecía tan sola», agregó.

Ahora «nuestra objetivo más importante es salvar a Liu Xia del amargo mar»