El ganador de las elecciones legislativas del miércoles en Sudáfrica, probablemente el Congreso Nacional Africano (ANC) del presidente interino, Cyril Ramaphosa (que espera quedarse con el puesto), tendrá la inmensa tarea de recuperar la economía del país y dar trabajo a los votantes, que llevan tiempo reclamándolo.

El país, con industrias e infraestructuras que no existen en el resto de África, todavía no se ha recuperado de la crisis financiera mundial de 2008.

Desde hace más de diez años, la economía alterna trimestres de débil crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) con recesiones técnicas, junto a un desempleo masivo (más del 27%), una moneda devaluada y cada vez más endeudamiento.

Los últimos años del presidente Jacob Zuma (2009-2018), que dimitió el pasado febrero, estuvieron marcados por la corrupción, y fueron sancionados también por los mercados. Dos de las tres grandes agencias de calificación financiera rebajaron la nota de Sudáfrica al rango de inversión «especulativa».

Desde que Ramaphosa tomó, primero, las riendas de la ANC, el partido en el poder, y luego las del país, hace un año y medio, prometió erradicar la corrupción, hacer volver a los inversores extranjeros y crear puestos de trabajo. Pero de momento no obtuvo grandes resultados.

Los verdaderos desafíos

«La persistencia de un crecimiento débil y de fuertes tasas de desempleo constituyen verdaderos desafíos» apunta la agencia de calificación Moody’s.

Durante su campaña, Ramaphosa se enfrentó a la decepción e incluso a la cólera de muchos en este país cada vez más pobre y que el Banco Mundial considera como el que tiene más desigualdades del mundo.

A pesar de este balance, los últimos sondeos dan a la ANC, en el poder desde la caída del régimen racista del apartheid hace un cuarto de siglo, una mayoría absoluta en el parlamento.

Ante 50.000 personas el domingo en un estadio de Johannesburgo, Ramaphosa dijo haber «oído» las críticas y prometió crear puestos de trabajo.

Su principal rival, Mmusi Maimane, de la Alianza Democrática (DA), denunció por su parte que el ANC está «podrido del interior».

Los analistas apuntan a qué la recuperación será una tarea compleja para Ramaphosa, que según los sondeos obtendría entre el 50% y el 60% de los votos.

«Los mercados han apostado mucho por su victoria, pero se enfrentará a la resistencia política dentro de su propio partido», apunta Lumkile Mondi, de la universidad de Witwatersand en Johannesburgo.

Dentro del ANC, quedan los miembros del antiguo clan de Zuma, a veces implicados en los escándalos de corrupción, y que siguen teniendo mucho poder.

«Cualquier decisión contra los que están implicados en la corrupción estará considerada como un acto político y limitará el margen de maniobra» de Ramaphosa, añade Mondi.

«No es exagerado decir que Ramaphosa está entre la espada y la pared», afirma por su parte Indigo Ellis, de la consultora londinenses Verisk Maplecroft.

«Su capacidad para cumplir sus promesas, sobre todo la de invertir 100.000 millones de dólares en cinco años, depende de su capacidad de imponerse al clan de los anti-inversores dentro de la ANC», dice el experto.

En paralelo, muchos actores económicos extranjeros están preocupados por la reforma territorial que puso en marcha Ramaphosa bajo presión de los partidarios de Zuma y que prevé autorizar expropiaciones sin indemnizaicón de tierras propiedad en su mayoría de blancos para entregarlos luego a la población negra.