“Los primeros días me fastidiaba ver la felicidad en las demás personas. La gente no tenía la culpa, pero yo tenía una amargura, un resentimiento a más no poder. Estaba reclamándole a Dios. Le decía: “Señor, ¿por qué? Si yo te los encargaba todas las noches: ‘Señor, te encomiendo a mis hijos, tú los ves, yo no’”. Pasé como tres meses que no quería saber nada de Dios. Me preguntaba por qué a esa edad, por qué de esa manera. Me dolía tanto pensar qué pudo haber sentido mi muchachito, qué dolor. Si una como madre dice “¡púchica, se me cayó mijo!”, y uno los levanta y aunque sea saliva les pone. Y yo no estuve con él en ese momento.

Yo busqué ayuda psicológica. Fui a dos sesiones. Me ayudó a entender estas cosas que estaban en mi mente. Tenía un nudo y muchas preguntas. Talvez no me las respondieron a ciencia cierta, pero más o menos fui encontrando algo de claridad. Solo fui a dos sesiones porque costaba 300 quetzales (39 dólares) cada sesión. Me dijo la psicóloga que ya mis preguntas no deberían ser por qué, sino para qué. Después le pedí perdón a Dios. Le dije: “Señor, perdóname. Tú eres dueño de nosotros”. A lo mejor Dios tenía un propósito para Cristofer. ¡Yo qué sé!

(Olinda Escobar, madre de Cristofer López Escobar, asesinado el 22 de enero de 2011 dentro de la iglesia El Calvario Bethesda, ubicada en el municipio de San Miguel Petapa, Guatemala. Cristofer, de 20 años, fue asesinado cuando participaba en el velorio de uno de sus mejores amigos).

El epíteto lo recibieron como un distintivo comercial, muy lejos de lo que ahora significa: un sinónimo de violencia. El Salvador, Guatemala y Honduras comenzaron a ser conocidos como el triángulo norte después del 12 de mayo de 1992, tras la firma de un tratado comercial en Nueva Ocotepeque, Honduras. Aunque el nombre se hizo popular años después, en 2001, luego del inicio del Tratado de Libre Comercio con México.

Han pasado 13 años y lo comercial ha dado paso a otra fama. Durante 2013, el triángulo norte volvió a ser la región más violenta del mundo. Volvió. El calificativo se lo puso Naciones Unidas un año antes, cuando la tasa de homicidios, la que sirve para determinar la incidencia de la violencia, superó las 50 muertes por cada 100,000 habitantes.

Solo en 2013 hubo 15,328 homicidios en el triángulo norte. Cuando se amplía la vista hacia atrás, entre 2011 y 2013, la cifras dan idea del cementerio centroamericano: 48,947 tumbas en esos tres últimos años. La multiplicidad de homicidios ha devenido en que el triángulo deje de nombrar sus víctimas y solo las cuente, las acumule.

Cada país, en mayor o menor escala, ha puesto su cuota. En Guatemala, por ejemplo, hubo 18,450 homicidios entre 2011 y 2013. El secretario de política criminal del Ministerio Público de ese país, Alejandro Rodríguez, aporta una muestra de cómo los homicidios, la violencia, se trivializaron entre los guatemaltecos. Rodríguez cuenta que desde 2009, cuando Guatemala tenía una tasa de 46 asesinatos por 100,000 habitantes, a Nuestro Diario, uno de los periódicos guatemaltecos, ya no le decían Nuestro Diario: le apodaban Muerto Diario.