Si de algo tiene que arrepentirse el chavismo (entre las muchas embarradas, claro) es de su última jugada: el anuncio del 28 de marzo del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en el que comunicaba que asumiría las funciones de la Asamblea Nacional (AN). Dicha medida tenía una clara intención: ahogar aún más a una oposición casi desdibujada del panorama político. Pero los cálculos le salieron mal al gobierno, pues no sólo tuvo que rectificar la decisión del Tribunal, sino que terminó reviviendo a su rival político. Y de qué manera.

La Mesa de Unidad Democrática (MUD), que hace un mes lucía dividida, sin fuerza y casi terminal, renació de las cenizas, gracias a Nicolás Maduro. Una encuesta de Venebarómetro, publicada a mediados de marzo, revelaba que la aceptación del Ejecutivo había mejorado 8 puntos, mientras el apoyo a la oposición disminuido 8,4 %. Hoy, la realidad es otra. Por eso el gobierno, consciente del craso error, amenaza, denuncia intentonas golpistas, arma a los civiles y militariza la protesta.

Miles de venezolanos se unirán a la “madre de todas las marchas”, como llamó la oposición a las manifestaciones de hoy, para exigir un calendario electoral y protestar por la severa crisis económica, la escasez y el desabastecimiento, que ya llegan a niveles insoportables.

“La oposición no puede desaprovechar este momento. El régimen está contra las cuerdas por cuenta de un error estratégico. La presión internacional debería servir para abrir espacios electorales. La MUD no puede repetir los errores y tiene que presionar en la calle hasta que se logre convocar unas elecciones generales”, explica Ronal Rodríguez, del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Luis Vicente León, analista venezolano y director de Datanálisis (firma de encuestas), escribe en Prodavinci que al chavismo le conviene convocar unas elecciones. “Proyectar la próxima etapa en la estrategia política oficial, diría que será buscar una megaelección en diciembre de 2018. Anunciarla con relativa anticipación para canalizar la energía opositora hacia ahí, tratar de bajar la tensión interna e internacional y comenzar sus acciones tendientes a lograr que esa elección sea controlada por el chavismo, como sea”.

Dice León que para “el chavismo resulta infinitamente más inteligente tener una elección inválida y sesgada que bloquear totalmente el proceso electoral y quedar en total evidencia”.

Pero antes de dar este paso (obligado por la situación), Maduro quiere mostrar que el gobierno aún tiene respaldo (los sondeos, sin embargo, muestran que el 74 % de los venezolanos quieren un cambio de gobierno). Por eso sacará a las calles a miles de chavistas —algunos armados— en el eterno pulso que tiene con la oposición. Según Maduro, son cerca de 500.000 civiles “con fusil para defender su barrio, su territorio, su Estado”. Anoche, el mandatario activó el llamado “Plan Zamora”, que le fue presentado por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para mantener el orden interno ante las supuestas amenazas de golpe de Estado que ha sido convocado “desde Washington”. El primer vicepresidente del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el diputado Diosdado Cabello, anunció que para la “marcha histórica” del chavismo unos 60.000 motoristas se movilizarán. Amedrentamiento puro.

El chavismo, dicen analistas, debería repensar eso de armar civiles, pues ya vivió una experiencia nada grata con los colectivos, organizaciones criminales al servicio del oficialismo que terminaron saliéndose de control en 2014. El caso más célebre es el del llamado colectivo 5 de Marzo, que hoy es anti-Maduro. El chavismo parece no aprender de sus errores y condena las voces que los contradicen.

El militar retirado y exministro Miguel Rodríguez Torres perdió los afectos de un bando chavista por decir que las milicias y colectivos sólo generaban una pérdida del poder del Estado.

Pero el oficialismo está contra las cuerdas y algunos sectores están dispuestos a todo. Ante la creciente tensión, once países de la región pidieron respetar la protesta. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, expresó su “seria preocupación por la militarización de la sociedad” y llamó a la cordura. “El gobierno, en lugar de facilitar, convoca a una manifestación paralela, lo cual es extraordinariamente irresponsable desde el punto de vista de la seguridad”, denunció Human Rights Watch. La oposición, por su parte, les pidió a los militares estar del lado del pueblo.

Pero ellos hace rato tomaron partido. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, describió a Maduro como un “presidente auténticamente chavista que la Fuerza Armada admira”.

¿Admiración? Y mucho de interés. Desde que Maduro ascendió al poder, los militares ganaron un protagonismo que ni siquiera tenían con Chávez: tienen más manejo del Ejecutivo, seis ministerios, están encargados de la seguridad, controlan la importación de productos, incursionaron en el mercado minero y petrolero mediante una empresa cívico-militar, tienen créditos preferenciales, etc. “Toda Caracas será tomada por las fuerzas revolucionarias y no nos alborote”, advirtió Cabello. Otro error del chavismo.