Cuando Martin Schuliz fue designado candidato del partido socialdemócrata (SPD) en enero, su victoria parecía posible, y Schulz se lanzó a la batalla con entusiasmo, alentado por unos sondeos favorables.

La letra de una canción que circulaba entonces por la plataforma de vídeos YouTube simbolizaba su ofensiva: «¡Qué alegría! El tren de Schulz avanza/ Y no tiene frenos/ Avanza a toda prisa hacia la Cancillería!». 

Meses después, el tren parece haberse quedado sin carburante. Según una encuesta reciente, el 25% de los alemanes quiere que sea canciller, frente al 51% que prefiere a Merkel.

– ‘Un alborotador’ –

«Todo parece indicar que ya se conoce el nombre del vencedor al igual que el del perdedor», escribe el semanario alemán Der Spiegel. Y, aunque Schulz, siga «con sus esfuerzos», «tiene grandes dificultades para posicionarse como alternativa a Angela Merkel».

Pese a todo, Schulz, de 62 años, un hombre de trayectoria errática e imprevisible, cree en sus posibilidades: ha superado ya duras pruebas y es considerado un «hombre del pueblo» frente a la distante Merkel.

Martin Schulz nació en 1955 en Eschweiler, cerca de Aquisgrán, a caballo entre tres países: Bélgica, Alemania y Holanda, lo que lo ayudó a ser políglota.

«En la escuela yo era un verdadero alborotador», dice sin embargo Schulz, que dejó la escuela sin obtener diploma.

A primera vista, nada lo destinaba a la política. Schulz, apasionado por el fútbol e hincha del FC Colonia, soñaba con ser futbolista profesional. Una lesión en la rodilla acabó con sus sueños.

Recurrió entonces al alcohol para olvidar: «A los 20 años yo era el tipo más loco de toda Alemania. Lo peor es que a diario tenía la impresión de haber fracasado», recuerda.

Lo salvó su pasión por los libros y se convirtió en librero en Wurselen, en los suburbios de Aquisgrán. Durante doce años, entre 1982 y 1994, se dedicaría a esta profesión.

– ¿Encarnación del eurócrata? –

Pero, desde joven Martin Schulz fue un militante. A los 19 años adhirió al SPD, el Partido socialdemócrata alemán. Y a los 31 años fue electo alcalde de Wurselen, convirtiéndose en el alcalde más joven de Renania del Norte-Westfalia, mandato que ejerció durante 11 años antes de ser electo por primera vez para el Parlamento Europeo, en 1994.

El ascenso de Schulz -casado desde hace 30 años con una paisajista- será entonces fulgurante. En 2000, este políglota se convierte en el jefe de la bancada de los diputados del SPD en la Eurocámara, luego es elegido vicepresidente del grupo de diputados socialistas.

Y en 2004 ya estaba al frente de este grupo político, el segundo del Parlamento Europeo, que congrega a los eurodiputados alemanes del SPD, a los socialistas franceses, los laboristas británicos y a los demócratas italianos.

La consagración le llegaría al presidir el Parlamento europeo durante cinco años (2012-2017), cuando ya los grupos políticos prestaban mucha más atención a este hombre bajo, calvo, con barba bien cortada, de ojos azul claro y gafas discretas.

Los detractores de Schulz ironizan ahora sobre su pretensión de aparecer como un hombre «nuevo», cercano al pueblo de Alemania, cuando en realidad lo consideran como una encarnación del eurócrata.

Pero Martin Schulz asegura, por su parte, que es su recorrido europeo lo que le confiere las espaldas suficientes para aspirar a ser canciller en su país.

Los medios consideran que se equivocó al centrar su campaña en la «justicia social» en una Alemania cuya salud económica es la envidia del resto de Europa.

En cuanto a su voluntad de conseguir un nuevo mandato al frente del SPD aunque pierda en las elecciones, se ha interpretado que ni siquiera él cree en esa posibilidad.

«¿Quién luchará por un candidato que parece haber aceptado la derrota?», se pregunta el diario Tagespiegel.