Los fieles iniciaron la procesión a primeras horas del día alrededor de la diminuta imagen del santo, apenas visible en un altar cargado en hombros por seguidores que bailaron al son de música tradicional. «Le damos infinitas gracias a Dios porque Santo Domingo va para Managua, así lo queremos los nicaragüenses, que el señor nos dé la paz», comentó en la procesión Jeanneth Sánchez, de 55 años.

Una joven que no se identificó dijo que madrugó para acompañar a santo Dominguito, «rezándole por la paz en Nicaragua, más que todo».

Los nicaragüenses le rezan a la imagen del santo, de unos 20 cm de altura y al que consideran que concede milagros, para pedir favores relacionados muchas veces con la salud de algún familiar. La imagen es bajada cada 1 de agosto a Managua en procesión desde el Santuario Las Sierritas, al sur de la capital, y continúa su recorrido hasta llegar a una iglesia al norte de Managua, donde permanece por 10 días.

Pero la crisis política que azota a Nicaragua trajo cambios en la festividad, tras los enfrentamientos de las autoridades con la iglesia, cuando fuerzas paramilitares agredieron a sacerdotes e irrumpieron por la fuerza en templos para sacar a manifestantes opositores que entraron a buscar refugio.

«Les invitamos a unirnos en oración por nuestra nación y de manera especial por las víctimas y sus familias de esta crisis que estamos viviendo», dijo en un comunicado el presbítero Boanerges Carballo, párroco de Las Sierras.

La procesión de este año no contó con el tradicional resguardo policial, lo que motivó temores de que se generaran desórdenes. Pero ello no impidió que los pobladores llegaran a agradecerle al santo por los favores recibidos.

«Nuestra familia siempre ha estado aquí en tradición, es una promesa que tenemos por mi hermanita. Ella tenía una enfermedad y gracias a santo Dominguito y a Dios nos ayudaron a curarla», dijo Lucía Galán en la procesión.

La fiesta de este año estuvo marcada por la tensión que se vive en Nicaragua desde el 18 de abril, cuando estudiantes tomaron las calles para protestar por una reforma a la seguridad social.

La violenta represión de las manifestaciones las convirtió en un clamor nacional por la salida del presidente Daniel Ortega.

Desde entonces, la violencia ha dejado más de 300 muertos, según organismos de derechos humanos, aunque el presidente ha dicho que los fallecidos en los disturbios son 195.