En Estados Unidos, el presidente solo puede ser destituido después de ser acusado en una votación de la Cámara de Representantes («impeachment») y luego condenado por una mayoría de dos tercios del Senado.

Pues el demócrata de Texas Al Green, ha intentado iniciar un proceso de destitución contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dos veces. La pasada fue en 2017 cuando la proposición ffue sepultada por 364 votos contra 58. Ningún miembro de la mayoría republicana apoyó la apertura de un proceso de destitución, una tentativa a la que incluso la jefatura demócrata se había opuesto.

Este miércoles Al Green volvió a la carga, pero la Cámara de Representantes de Estados Unidos rechazó de nuevo la resolución para lanzar un proceso de destitución contra el presidente.

La Cámara, dominada por los demócratas que tienen 235 escaños, rechazó por 332 votos contra 95 la propuesta de Green, en una votación en la que muchos de sus correligionarios se alinearon con los republicanos, ilustrando la división dentro del partido sobre el tema del procedimientos de destitución.

La resolución de Green se basó en dos artículos justificando la apertura de una investigación de destitución primero argumentando que Trump no es apto para ejercer la función presidencial por que «sembró la discordia en Estados Unidos» y habría actuado de manera indigna.

El también lo acusa de haber incitado el odio en sus declaraciones, especialmente hacia los musulmanes y las personas transgénero. Justo esta semana el Presidente se ha visto envuelto en un debate por declaraciones racistas en contra de mujeres en el Congreso. 

La polémica racista de Trump

Con los tuits en los que pedía a cuatro congresistas demócratas volver «a su país», el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, encontró un arma que considera infalible para su reelección en 2020: atacar a un grupo de rivales que su base desprecia y que le permiten mantener vivas las tensiones raciales.

Trump retomó este miércoles sus actividades de campaña con un mitin programado para última hora en Greenville (Carolina del Norte), en el que planeaba sacar jugo a la polémica que inició el domingo contra las jóvenes legisladoras pertenecientes a minorías que han cobrado peso en el ala progresista del Partido Demócrata.

«Creo que estoy ganando la lucha política, creo que la estoy ganando por mucho», dijo Donald Trump a los periodistas al salir de la Casa Blanca.

Además, el mandatario publicó en Twitter un video lleno de imágenes patrióticas que concluía con la frase «Estados Unidos: una ‘brigada’ bajo Dios».

Se trataba de una clara referencia al grupo formado por las congresistas demócratas que atacó en sus tuits del domingo, conocido como «La brigada» («The squad») y formado por la latina Alexandria Ocasio-Cortez, la afroamericana Ayanna Pressley y las musulmanas Ilhan Omar y Rashida Tlaib.

A falta de un rival definido en el bando demócrata -donde 25 aspirantes se disputan la candidatura- Trump ha visto un filón en las legisladoras de «La brigada», que apenas llegaron al Congreso en enero pero han cobrado protagonismo por sus ideas progresistas y sus roces con la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi.

Trump lleva cuatro años sacando rédito a sus ataques contra minorías, pero en los comicios legislativos de 2018, sus denuncias sobre las caravanas de inmigrantes que se acercaban a EE.UU. no impidieron que los republicanos perdieran la Cámara Baja.