En todo el mundo se ha desatado una guerra contra las estatuas que llevan detrás un pasado asociado al colonialismo o al racismo. Y es normal, está demostrado que unos de los primeros símbolos que tienden a caer en este tipo de manifestaciones son los monumentos. Así ocurrió en Nueva Zelanda, donde la estatua del capitán británico John Hamilton, quien mató a maoríes en un conflicto por la propiedad de las tierras en el siglo XIX, fue retirada este viernes de una plaza del país.

La remoción de este monumento puesto en 2013 en la ciudad de Hamilton, en la Isla Norte, se da después de que un residente maorí declarara públicamente que tenía previsto derribarla durante las protestas antiracistas organizadas por los indígenas locales y previstas en esta ciudad el fin de semana.PUBLICIDAD

La alcaldesa de la ciudad, Paula Southgate, admitió que «un creciente número de personas considera que la estatua es personal y culturalmente ofensiva. No podemos ignorar lo que está sucediendo en todo el mundo», de acuerdo a declaraciones recogidas por Radio New Zealand.

La remoción de la estatua de Hamilton -quien murió en la batalla de Gate Pa en 1864 contra los maoríes- es parte de una respuesta mundial que se generó a principios de mes con la muerte del afroamericano George Floyd y que ha desencadenado marchas contra el racismo y la retirada de símbolos ligados a la opresión de las minorías.

En Nueva Zelanda, cuyo nombre maorí es Aotearoa, hay cientos de estatuas relativas a la colonia británica, además de otras tantas calles que llevan nombres de personajes, incluso comerciantes de esclavos, en comparación al casi nulo reconocimiento de los maoríes.

Por ello, una de las líderes del Partido Maorí, Debbie Ngarewa-Packer, pidió el jueves al gobierno de Jacinda Ardern que se identifique y retire todos los monumentos y nombres de personajes racistas de la era colonial.

«Tenemos hijos, que crecen orgullosos de quienes son, aprendiendo nuestra historia y después ven calles y parques con nombres de racistas que han matado a sus ancestros», dijo la representante maorí, cuyo pueblo firmó con los colonos británicos el Tratado de Waitanga en 1940 para reconocer sus derechos sobre la tierra.

Australia se hace eco de movimiento antiracista

La remoción de las estatuas de personajes como el traficante de esclavos Edward Colston en Reino Unido o de Cristóbal Colón en Estados Unidos también hicieron eco en Australia, en donde los aborígenes e isleños del Estrecho de Torres han sido víctimas de abusos y maltratos desde la colonización británica en el siglo XIX.

En este país el debate se centró en la remoción de la estatua del capitán James Cook, quien llegó a Australia en 1770 y la declaró «Terra Nullius» (tierra deshabitada), a pesar de que la presencia de los aborígenes por más de 50,000 años.PUBLICIDAD

El primer ministro australiano, Scott Morrison afirmó el jueves a la emisora 2GB que Cook fue «una de las personas más iluminadas de su tiempo», al tiempo que generó la ira de los indígenas y académicos cuando afirmó que «en Australia no había esclavitud».

Los historiadores y defensores de los derechos humanos salieron al paso para recordar situaciones de esclavitud como la retención de los sueldos de los indígenas australianos en el siglo pasado, o el traslado forzoso de más de 62.000 melanesios para trabajar en la zafra entre 1863 y 1904.

En un artículo de la revista The Conversation los juristas Thalia Anthony y Stephen Gray pusieron como ejemplo al sector agroganadero, en donde los empleadores ejercían un alto grado de control sobre «sus» trabajadores aborígenes, que se compraban y vendían como bienes muebles, en particular cuando «iban con» la propiedad en venta.

Por otro lado, Netflix eliminó de su oferta en Australia de cuatro series recientes del comediante local Chris Lilley, quien se pintaba la cara de negro o marrón, en el contexto de las protestas contra el racismo.