La diplomacia activa del Vaticano vivirá un capítulo más este miércoles, por cuenta de un retiro espiritual que organizó el papa Francisco. Nada raro, teniendo en cuenta que la Iglesia organiza retiros cada cierto tiempo. Lo que llama la atención es que el Papa convenció al presidente de Sudán del Sur y al jefe de los rebeldes, que están enfrascados en una sangrienta guerra, para asistir a un retiro espiritual por la paz.

En el encuentro estarán las máximas autoridades religiosas y civiles de Sudán del Sur, además del presidente Salva Kiir y el jefe rebelde Riek Machar, precisó en un comunicado este martes la Santa Sede.

El encuentro, tendrá lugar en la Casa Santa Marta, y tiene la «finalidad de ofrecer, por parte de la Iglesia, una ocasión proficua para la reflexión y la oración, así como para el encuentro y la reconciliación», precisó en el comunicado.

Francisco, con el apoyo el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder de la iglesia anglicana, intenta mediar entre el gobierno del joven país africano y los rebeldes inmersos en un conflicto armado desde 2013.

Los dos dirigentes firmaron en septiembre pasado en Adís Abeba un nuevo acuerdo de paz que prevé un poder compartido para terminar con una guerra civil que en casi cinco años causó más de 380.000 muertos y más de cuatro millones de desplazados.

Al término del retiro espiritual el papa pronunciará un discurso y entregará el mensaje «Busca aquello que une. Supera aquello que divide» con el que los dos líderes «asumirán un compromiso común por la paz», indicó el Vaticano.

La diplomacia del Vaticano

Los papas se convirtieron, desde el papado de Juan Pablo II, en mediadores confiables. El papel de Juan Pablo II en conflictos internacionales como el Canal de Beagle o la caída del Muro de Berlín posicionaron la figura del máximo representante de la Iglesia católica como figuras importantes en la resolución de diferendos. 

Uno de los papeles más efectivos (a pesar de la llegada de Donald Trump al poder y de que echara todo para atrás) fue el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Francisco además ha insistido en la importancia del diálogo interreligioso, objetivo que buscó en su reciente viaje a Marruecos. 

Y es que el Pontífice presta sus buenos oficios cuando así lo soliticitan. De hecho recientemente se negó a volver a servir de intermediario entre la oposición venezolana y Nicolás Maduro. Francisco, en una carta, le dijo al mandatario venezolano que no participaría más porque el chavismo inclumplió los acuerdos en el último intento de acercamiento. Sin embargo, no cerró las puertas y la iglesia católica continúa su intento de conseguir la paz en Venezuela.

En 2013, el Papa intervino para que Occidente no lanzara un ataque contra Siria.  En junio de 2014 consiguió que los presidentes Shimon Peres, israelí, y el palestino, Mahmud Abás, compartieran una tarde en el Vaticano. Una tarde de oración, pero sin duda, con un fuerte mensaje político. 

El papel de Francisco también fue clave en el fin del conflicto colombiano, así como gracias a su intervención varios países europeos aceptaron recibir inmigrantes en sus territorios. Ahora el turno es para Sudán del Sur. 

Un país devastado

El papa Francisco expresó en reiteradas ocasiones su preocupación por la situación en Sudán del Sur.

A mediados de marzo, al recibir al presidente Salva Kiir, Francisco reiteró su deseo de viajar a Sudán del Sur para «alentar el proceso de paz».

El papa y Kiir hablaron en esa audiencia del acuerdo de paz y del retorno de los refugiados y desplazados a sus hogares.

La guerra civil en Sudán del Sur estalló en diciembre de 2013, cuando Salva Kiir, de la etnia dinka, acusó de organizar un golpe de estado a Riek Machar, su ex vicepresidente, perteneciente a la etnia nuer.

Sudán del Sur se independizó de Sudán en 2011, cuenta con unos 12 millones de habitantes, de los cuales cerca de cuatro millones son desplazados internos, según medios de prensa católicos.

Las batallas entre los miembros de la comunidad Nuer de Machar y los dinka de Kiir se caracterizaron por la violencia brutal, las violaciones y las denuncias de la ONU de «limpieza étnica».

En 2015 se firmó un primer acuerdo de paz en el que Machar regresó como vicepresidente en 2016, pero el acuerdo se rompió en pocos meses, con feroces batallas en la capital.

El nuevo conflicto afectó aún más al país por lo que Machar tuvo que huir a pie a la República Democrática del Congo y se exilió en Sudáfrica y luego en Sudán, que desempeñó un papel clave para lograr el último acuerdo de paz.

Un nuevo acuerdo establece un reparto de poder con Machar como vicepresidente.

Se espera que el gobierno de unidad tome posesión en mayo, pero varios observadores han observado que la implementación del acuerdo se ha estancado.

Los dos líderes aún tienen que negociar el control de seguridad de la capital, los movimientos para establecer un ejército nacional y otros puntos de conflicto.

Varios acuerdos de alto el fuego y pactos de paz no han logrado poner fin a los combates, lo que afecta a un tercio de la población, forzado a casi dos millones y medio de personas al exilio y aumentado la hambruna.