Hace siete años, el caos llegó a Libia. En 2011, en el marco de la llamada Primavera Árabe, los libios se rebelaron contra el dictador Muamar Gadaffi. Entonces, intervino la OTAN y el líder fue derrocado de forma sangrienta y caótica. 

Sin embargo, la caída del líder libio, acusado de violar los derechos humanos pero también reconocido por darles a los libios altos estándares de vida (educación y salud gratuitas), además de ser el tapón de la migración africana hacia Europa, sumió a ese país en el caos. 

Su caída derivó en inestabilidad del país, pues Gadaffi era el que tenía al país (formado por tribus y clanes) relativamente unido. Armados por la OTAN, cientos de grupos rebeldes decidieron tomarse el poder. Libia tiene tres gobiernos, uno de los cuales lanzó una ofensiva para tomarse el poder definitivamente y por eso desde hace una semana escuchamos que el país vuelve a estar al borde de la guerra. Tres puntos para entender el caos.

1. ¿Quién manda en Libia? 

Una vez cayó Gadaffi, surgieron tres gobiernos. El primero, el de Salvación Nacional, elegido en 2012, pero que no cuenta con respaldo internacional.

Luego, en 2014, el parlamento de la ciudad de Tobruk realizó unas polémicas elecciones y ahí surgió un segundo gobierno, que reconocen Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Egipto. Este gobierno está liderado por el comandante Jalifa Hafter, quien lanzó la actual ofensiva que tiene al país (de nuevo) a la deriva.

Y un tercer gobierno, que se instaló en Trípoli, la capital, surgió de un acuerdo mediado con Naciones Unidas, es reconocido por Estados Unidos, pero los libios no lo reconocen. Este está liderado por El primer ministro, Fayez Sarraj, el que quiere tumbar Hafter, quien avanza con sus tropas hacia Trípoli, atacando cuanta ciudad se le oponga. En su ofensiva ya ha matado más de 50 personas.

2. ¿Qué es lo que pasa en el terreno?

Pero desde el pasado jueves, el general Hafter del llamado Ejército Nacional Libio (LNA) comenzó a avanzar con sus tropas hacia la capital. Han atacado por aire el aeropuerto y otras ciudades intermedias. 

Este hombre se apoya en lo que sucedió en Francia en 2018. Entonces, el presidente francés, Enmanuel Macron, tomó una decisión de cambiaría el conflicto en Libia y abriría las puertas a la batalla final por el control de Trípoli, lanzada el pasado jueves por el influyente mariscal

Consciente del creciente poder que acumulaba el controvertido oficial, apoyado por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, Macron invitó a Hafter a París y le concedió así una legitimidad política que ansiaba, y de la que carecía, pese a ser ya el hombre fuerte del país.

Se espera que Hafter encare una dura resistencia por parte de poderosas milicias armadas en Misrata y Zawlya. Sin embargo, estas facciones armadas se mueven de acuerdo con sus intereses y han sido las grandes culpables de la desestabilización de país. Son los dueños del negocio de la migración, con secuestros, tráfico humano y mafias criminales. 

La ONU ha pedido a las milicias no permitir el paso de Hafter, y al mariscal le pidió detener su avance. Pero el militar no tiene intención de detener la conquista de Trípoli. 

Además de cambiar el rumbo del pulso fratricida desatado cuatro años antes, el movimiento diplomático de Macron supuso un duro revés para la política que seguían hasta entonces tanto Italia como el grueso de la Unión Europea, alineada con el gobierno impuesto por la ONU en 2016 en Trípoli.

3. El doble papel de la comunidad internacional

Resulta que varios países europeos le dieron alas a Hafter. Un año antes del actual caos,  el Ejecutivo coliderado por Mateo Salvini había dado luz verde a los servicios de inteligencia italianos para negociar con las principales mafias de contrabando de personas en el norte de Libia y convencerlas de que aceptaran transformarse en la nueva Guardia Costera, entrenada y armada desde Europa.

La ayuda, en forma de patrulleras y formación coordinada en el marco de la «Operación Sofía», se canalizaba a través del gobierno impuesto por la ONU en Trípoli (GNA), salido de un plan de paz fallido del entonces enviado especial para Libia, Bernardino León, al que siempre se opuso Hafter.

El objetivo principal era frenar el flujo incesante de migrantes irregulares a las costas de Europa y expulsar de aguas del Mediterráneo a los barcos de las ONG empoderando a la citada Guardia Costera pese a que su conexión en el gobierno era incierta y Libia no era un puerto seguro.

El polémico mariscal recibió no sólo apoyo francés, sino que recibió armas desde Rusia, Arabia Saudita y especialmente Emiratos Árabes Unidos, que rompieron el embargo impuesto por la ONU a Libia en 2011. Así Hafter lanzó su campaña militar, comenzando en el este de Libia.

Se aseguró el control del golfo de Sidrá, núcleo de la industria petrolera libia, e intensificó las ofensivas en Bengasi, capital del este y segunda ciudad del país, y la vecina Derna, bastión del yihadismo en el norte de África.

Conquistadas ambas, inició la campaña del sur en el marco de un plan envolvente para llegar a la capital, su verdadero objetivo.