No hay duda que entre los avances tecnológicos la realidad virtual es la que más se está abriendo campo. Desde empresas que ya están hablando del turismo 4.0, que estará mediado por la digitalización y la realidad virtual, hasta la pornografía con gafas de realidad virtual, son muchos los sectores que quieren ser los primeros en sacarle provecho a esta innovación.

No obstante, la pregunta de cómo estar conectados a “otra dimensión” puede afectar nuestra visión, nuestro cerebro e incluso nuestro comportamiento, aún tiene pocas respuestas. ¿Se afectará nuestra motricidad cuando queramos regresar al “mundo real”? ¿Pasar mucho tiempo recibiendo luces directamente a nuestros ojos podrá disminuir nuestra visión a futuro? ¿Existirá la adicción a la realidad virtual?

Según explica el periódico inglés The Guardian, una de las primeras luces para conocer cuáles son los efectos en la salud de este tipo de tecnologías lo tiene la actual Guía de Directrices Saludables y de Seguridad de las Oculus Rift, un casco de realidad virtual que está siendo desarrollado por una empresa estadunidense que lleva su mismo nombre. Los efectos colaterales,  advierte el mismo dispositivo, van desde convulsiones, náuseas y mareos, hasta problemas con la coordinación mano-ojos en niños que pasan tiempo prolongado usando el casco.

Para Marty Banks, profesor de optometría de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, y líder del laboratorio de percepción visual, uno de los principales interrogantes relacionados a la salud y el uso de realidad virtual, es que no se sabe aún si los efectos secundarios son temporales o dejan un daño permanente en el organismo.

Por ejemplo, durante sus investigaciones, Banks ha encontrado un problema conocido como “conflicto de acomodación y convergencia” que causa fatiga ocular, ya que los espectadores deben enfocar a una distancia (donde se emite la luz de la pantalla), pero la convergencia de la imagen se hace a otra distancia (el espacio donde se ve el objeto). Aunque el efecto parece ser temporario, el profesor considera necesario empezar a estudiar qué puede suceder con los ojos a largo plazo. “Hasta ahora todo lo que he observado indica que los efectos son a corto plazo y eres capaz de ajustar la visión una vez te quitas el casco. Pero creo que es poco sabio decir que esto no representa ningún problema”, afirmó a The Guardian.

En cuanto a los riesgos que puede presentar para la motricidad, Sarah Sharples, presidenta del Instituto Colegiado de Ergonomía y Factores Humanos, Reino Unido, considera que el camino por recorrer aún es largo, ya que no existen estudios con resultados concluyentes. “No hemos llegado al punto donde las personas usen la realidad virtual por tiempos prolongados mayores a meses”, afirmó.

Sin embargo, uno de los puntos que más prende el debate es qué tanto la realidad virtual puede afectar nuestro comportamiento. Ante esto, Albert Rizzo, director de la unidad dedicada a la realidad virtual de la Universidad del Sur, California, explica que también hay mucho trabajo por hacer. Para él, a diferencia de los primeros dos expertos, podrían ser más los beneficios que los daños, pues la realidad virtual se ha utilizado en varias situaciones terapéuticas. Desde ayudar a personas con estrés postraumático hasta aliviar la depresión. “Soy uno de los mayores defensores de que la realidad virtual puede traer cosas positivas para el mundo real”, afirmó.

Su consejo para prevenir daños en el organismo, entonces, no dista mucho de lo que se anuncia en la Guía de Seguridad del Oculus Rif. “Dejar de usar el casco si no se siente bien. No utilice el dispositivo por más de 30 minutos y asegúrese que alguna persona lo vigile mientras lleva el casco”.