La decisión de la FIFA para el Mundial de 2010 fue celebrar, obligatoriamente, el máximo torneo de fútbol en África. La competencia hizo maletas con destino a un continente maltratado por el hambre, la desigualdad y las guerras civiles, donde los imperios coloniales de Europa se repartieron sus terrenos como un pastel de cumpleaños. Después de 18 ediciones, en las cuales el Mundial visitó Asia, América y Europa, por fin una delegación africana se enfrentaba con la responsabilidad de organizar el evento deportivo más popular del planeta.

Uno de los primeros candidatos en postularse fue Libia, un extenso país del norte de África donde la inmensa mayoría de población es árabe-musulmán –incluso, su bandera nacional cuenta con la estrella y medialuna propias del islam–. A pesar del anuncio oficial, la propuesta de Libia no fue bien recibida por ser radicalmente excluyente: si el país africano ganaba la elección del Mundial, no iba a permitir que el Estado de Israel participase por ningún motivo, en dado caso que obtuviese la clasificación. El conflicto árabe-israelí, como de costumbre, daba de que hablar en el mundo del fútbol. Y Libia, desde luego, fue descartada de inmediato por la FIFA.

El 15 de mayo de 2004, en la ceremonia de elección de Zúrich, Suiza, se dio a conocer finalmente la sede del Mundial de 2010. Aquella vez, Sudáfrica se impuso sobre Marruecos por una diferencia de 4 votos, producto de una mayor experiencia celebrando torneos internacionales como la Copa Mundial de Rugby en 1995 y de Críquet en 2003. Bueno, esa es la versión oficial porque, a mediados de 2015, el periódico inglés The Sunday Times aseguró que la delegación sudafricana habría sobornado a altos mandos de la FIFA para desviar el verdadero resultado: Marruecos había ganado la votación. “Las cintas exponen los presuntos sobornos de la Copa Mundial que ahora están en el centro de la investigación de Estados Unidos sobre la FIFA, pero fueron suprimidos por el organismo deportivo y su presidente, Sepp Blatter, durante cinco años después de que The Sunday Times los entregara a la FIFA”, describió el periódico inglés en el primer párrafo de su reportaje.

Amañado o no, el Mundial encontró su destino en Sudáfrica, y tal país debía estar a la altura de las circunstancias. En Sudáfrica se hablaba de cifras descomunales para su desarrollo. Uno de sus diarios, el News 24, aseguró en 2006 que la organización recibió un financiamiento de casi 1.100 millones de euros, lo cual era tres veces más de lo presupuestado y que correspondió a la creación, remodelación y reconstrucción de diez estadios. Además, el músculo de seguridad fue aumentado en 10.000 hombres, cuya tarea sería evitar cualquier emergencia durante la celebración del Mundial.

Así entonces, tras un trabajo laborioso en infraestructura, el 11 de julio comenzó el Mundial de Sudáfrica 2010. Una pantalla LED gigante ubicada en el –remodelado– Soccer City Stadium de Johannesburgo realizó una cuenta regresiva, que dio inicio a la ceremonia de inauguración. De repente, artistas ubicaron un árbol gigante en el centro del campo, que estaba recubierto por todas las banderas del continente africano. Desde allí, decenas de bailarines, vestidos con diferentes trajes distintivos del continente, le ensañaron al mundo las danzas típicas de la región, moviéndose al ritmo de tambores y vuvuzelas que no dejarían de sonar durante la fiesta mundialista. De los túneles del estadio salieron representaciones de escarabajos peloteros, los cuales hicieron honor a su nombre dominando el balón oficial ‘Jabulani’ con sus patas delanteras.

En medio de la ceremonia, se retiró el árbol gigante y se ubicaron artistas con paneles en sus manos. Los artistas recrearon un mapamundi, pero esta vez África lucía mucho más grande que todos los continentes. Mientas el público aplaudía, Nelson Mandela envió un mensaje a través de la pantalla gigante, invitando a los aficionados a “nunca rendirse y superar las adversidades”. Así era Mandela, un sabio que aconsejaba acoger la esperanza, cuando todos conocían la noticia reciente del fallecimiento de su bisnieta, Zenani. La niña de 13 años perdió la vida en un accidente de auto, cuando salía de un concierto de Shakira. Como el hecho había sucedido el día anterior a la ceremonia, Mandela no pudo asistir al evento que terminaría con el partido entre Sudáfrica y México, cuyo resultado fue un agitado empate 1- 1.

Antes de que el partido iniciase, los aficionados presenciaron un video de Zakumi, que era un leopardo africano de pelo verde y la mascota oficial del Mundial de Sudáfrica. Zakumi juagaba al fútbol con unos niños sudafricanos, que corrían en una cancha de tierra, descalzos y con camisetas rotas. El video mostraba –quizás por pura ingenuidad– un fenómeno de pobreza que el gobierno sudafricano se obstinó en ocultar durante el Mundial. Los testimonios del pueblo son lamentables. “Nos han dicho que volvamos de dónde venimos. Dicen que Durban –ciudad donde se disputó una de las semifinales– está sucia por nuestra culpa”, confesó un niño mendigo de 13 años para el diario inglés The Times. Durante un mes antes del inicio del Mundial, mendigos, prostitutas y niños pobres fueron escondidos en las periferias de las principales ciudades, para que los turistas no evidenciaran la realidad del país. Mientras el gobierno sudafricano gastaba millones de euros en la construcción de escenarios faraónicos, sus propios ciudadanos morían de hambre y de sida, y tras del hecho eran escondidos como polvo debajo de la alfombra.

En memoria de Madiba

Las primeras manos sudafricanas que sostuvieron una copa del mundo fueron las de Nelson Mandela, un mes antes del inicio del Mundial. Jerome Valcke, entonces secretario general de la FIFA, llevó el trofeo a la Fundación Nelson Mandela, en Johannesburgo, donde el premio nobel de paz la recibió, y sonrió para todas las fotos como lo salía hacer. ¿Quién si no él? El ‘arquitecto del Mundial’, como fue apodado por Joseph Blatter, fue el motor principal del proyecto de Sudáfrica 2010, gracias a su constante apoyo a la delegación y a su vocería internacional sobre un país pacífico y preparado para eventos de gran magnitud.

Nelson Mandela, desde luego, era la cara más amable que Sudáfrica podría brindarle al mundo. El activista fue reconocido por haber pasado 27 años preso, tras ser condenado a cadena perpetua por ‘sabotear un Estado’ que favorecía a los blancos y humillaba a los negros. Era la época del Apartheid (1948-1994). Durante el tiempo que estuvo encerrado, Mandela escuchaba los partidos del Mundial de Fútbol por radio y clamaba por una revolución pacífica, en la cual blancos y negros se unieran bajo la bandera sudafricana.

Mandela lo logró después de todo un proceso de lucha, siendo hombre libre y presidente electo por votación. En 1995, como hecho significativo de la unión, Mandela invitó a la población negra de Sudáfrica a apoyar la selección nacional de rugby. Aquella selección solo contaba con un jugador negro, Chester Williams –que aparte estaba censado como mestizo–, y era conocida por representar históricamente a los afrikáners –descendientes neerlandeses que controlaron Sudáfrica durante la época del Apartheid–. Los negros sudafricanos celebraron el título mundial de los ‘Springboks’, impulsados por las ideas de Mandela, cuando antes hinchaban por cualquier otra selección que jugase contra Sudáfrica, como se explica en el artículo Nelson Mandela, el hombre que unió Sudáfrica a través del rugby, de la Cadena SER.

Después de lo gestado en el Mundial de Rugby de Sudáfrica 1995, Nelson Mandela lideró un proceso de reconciliación nacional en su país y aprovechó el deporte como método de fraternización entre razas. El abogado sudafricano buscó celebrar el Mundial de Fútbol durante una década, y lo logró gracias al apoyo evidente del presidente de la FIFA. En su honor, se construyó el Estadio Nelson Mandela Bay para celebrar el Mundial de 2010, ubicado en la bahía que lleva su nombre en Port Elizabeth. El escenario tiene pliegues en el techo, casi como representando las marcas de la edad de los últimos años de Mandela. Allí, se jugaron cinco partidos de la primera fase, un partido de octavos y de cuartos de final, y el partido por el tercer puesto entre Uruguay y Alemania.

Nelson Mandela murió el 5 de diciembre de 2013, producto de una infección respiratoria. Tras el deceso, el presidente sudafricano Jacob Zuma ordenó realizar el funeral en el Soccer City Stadium de Johannesburgo, donde los asistentes civiles bailaron y cantaron vistiendo banderas sudafricanas. Todo se convirtió en una fiesta, quizás celebrando la revolución de Mandela. Y en un estadio que no existiría de no ser por él.

Como lo dijo Mandela en el 2002, “lo que cuenta en la vida no es el mero hecho de haber vivido. Son los cambios que hemos provocado en las vidas de los demás lo que determina el significado de la nuestra”.

Inquilinos antiguos

Durante el desarrollo del Mundial de Sudáfrica 2010 se dio un hecho curioso entre países que fueron imperios y sus respectivas excolonias. Las selecciones de Inglaterra, Portugal y España se enfrentaron a países que habían dominado en América durante su época colonial.

En el Grupo C, el primer partido fue disputado entre Inglaterra y Estados Unidos. Los Estados Unidos de América son un conjunto de territorios, que alguna vez les perteneció a los británicos, en la época de expansión ultramarina de la Reina Isabel I. De hecho, su nombre se debe a las 13 colonias que declararon su independencia del Reino de Gran Bretaña, el 4 de julio de 1776. Ahora bien, aquel partido del Mundial terminó en empate 1-1, con goles del inglés Steven Gerrard y el estadounidense Clint Dempsey.

En el Grupo G, la última fecha tuvo el partido definitorio entre Portugal y Brasil. La historia entre estos países comienza en la época colonial de Europa. El Reino de Portugal, al mando del Rey Juan III, descubrió las costas brasileñas en enero de 1500 y expandió, desde entonces y durante tres siglos, su territorio hacia los Andes. Lo único que detuvo a los portugueses fue el Tratado de Permuta de 1750 con el Reino Español, el cual fijo límites geográficos entre ambos imperios, los cuales siguieron saqueando América sin problemas. Por eso, en Sudamérica, los brasileños hablan portugués y los demás países de la región hablan español.

Ahora bien, el partido entre Portugal y Brasil daba muchas esperanzas de buen fútbol: los portugueses contaban con Cristiano Ronaldo, que ya había ganado el Balón de Oro como mejor jugador del mundo en 2008. Por su parte, los brasileños eran pentacampeones, y tenían un equipo de estrellas en el cual Kaká´ llevaba las riendas del ataque. A pesar de las expectativas, el encuentro terminó en un pálido empate 0-0, que parecía premeditado y que clasificó a ambos equipos a octavos de final del Mundial.

Por último, en el Grupo H, España derrotó a Chile y a Honduras, en un cuadrangular que lideró con sendas victorias. Desde luego, España tenía más posibilidades de enfrentarse a sus excolonias, porque alrededor del mundo existen más de 30 naciones, en cuatro continentes, que declararon su independencia del Imperio Español. Según el historiador mexicano Alfredo Ávila Rueda, en una entrevista con BBC Mundo, “la ‘América Española’ se fragmentó así, debido a las grandes distancias que había entre las ciudades principales”.

Así entonces, la selección de España se clasificó a octavos de final, en una llave que disputaría con la fuerte selección de Portugal. Lo cual es curioso porque españoles y portugueses fueron rivales durante la época colonial. De hecho, si el Reino de España tuvo a Cristóbal Colón, el Reino de Portugal tenía a Vasco da Gama, que, entre otros legados, le donó su nombre entero a un equipo de la primera división brasileña. Luego de vencer a Portugal 1-0, los españoles se enfrentaron a Paraguay en cuartos de final –otra excolonia–. Durante el partido, los guaraníes casi eliminan a su madre patria al 59′, cuando el portero español Iker Casillas le detuvo un penal a Óscar el ‘Tacuara’ Cardozo. Los ibéricos, sabiendo que “el que no los hace los ve hacer” –viejo adagio del fútbol–, anotaron al 83′ y se clasificaron a las semifinales del Mundial.

El debut del solitario y del divorciado

En el Grupo G, la última fecha tuvo el partido definitorio entre Portugal y Brasil. La historia entre estos países comienza en la época colonial de Europa. El Reino de Portugal, al mando que debutó en el Mundial de Sudáfrica 2010, aunque ya era un viejo conocido dentro la competencia. Mucho antes el equipo había sido Yugoslavia y, en la edición anterior, se había presentado como Serbia y Montenegro. El país europeo se fue quedando solo con el pasar de los años y los conflictos políticos con sus países vecinos. De esa ‘gran Serbia’ que alguna vez Slobodan Milosevic pensó –y luchó–, solo quedó la República de Serbia, porque hasta Montenegro le dio la espalda en vísperas del Mundial de 2006.

Durante el Mundial, el combinado de Serbia no hizo mucho para quedarse con el trofeo. Los comandados por el experimentado Dejan Stanković quedaron últimos del Grupo D, en un cuadrangular que jugaron al revés: vencieron a la poderosa Alemania, pero perdieron con los débiles Ghana y Australia. Así las cosas, Serbia se despidió de su primer Mundial, sin mostrar nada más que un nuevo uniforme rojo con blanco, diferente al azul con blanco de la mítica Yugoslavia.

Otro de los debutantes en el Mundial fue la selección de Eslovaquia. Los eslovacos se clasificaron a su primera competencia oficial tras haberse separado de Republica Checa, gracias a un proceso eliminatorio sobresaliente. De hecho, Eslovaquia eliminó a Republica Checa, tras liderar el Grupo 3 por las eliminatorias europeas a Sudáfrica 2010.

A diferencia de Serbia, Eslovaquia tuvo un rendimiento sorprendente durante el torneo. Los eslavos se ubicaron segundos del Grupo F, por debajo de Paraguay, y se clasificaron a octavos de final. La hazaña de Eslovaquia tuvo un hecho digno de ser recordado: en el último partido del Grupo F vencieron a Italia, que eran los defensores del título, y los enviaron al último lugar de un grupo que parecía sencillo para los tetracampeones.

Luego de esto, Eslovaquia se enfrentó a Países Bajos en octavos de final. Para la fortuna neerlandesa, Arjen Robben y Wesley Sneijder se jugaron un partidazo y anotaron los dos goles del triunfo naranja. Hasta ahí llegó el sueño de la debutante Eslovaquia. Desde luego, debieron quedar satisfechos tras quedar eliminados por uno de los finalistas de Sudáfrica 2010.

El caso Boateng

El 23 de junio de 2010, en el Estadio Soccer City de Johannesburgo, se dio un hecho insólito en la historia de los Mundiales. Los medio hermanos Jérôme Boateng y Kevin-Prince Boateng jugaron el partido entre Alemania y Ghana, cada uno con una selección distinta. Aunque ambos son hijos del ghanés Jerome Boateng, nacieron en Berlín de Alemania Federal y jugaron en las divisiones inferiores del Hertha Berlín, tomaron caminos distintos en el momento más crucial de sus carreras.

Jérôme Boateng es un espigado defensor central que demostró ser todo un profesional dentro y fuera de la cancha. Nació en Wilmersdorf, uno de los barrios con más inmigrantes de Berlín, y debutó con la selección de Alemania en la categoría sub-21. Una vez llegó a la selección nacional, su carrera se proyectó hacia el éxito, hasta llegar al Bayern Múnich de Alemania donde ganó la Champions League. En el partido que enfrentó a su hermano Kevin-Prince, correspondiente a la última fecha del Grupo D, Jérôme utilizó la camiseta ‘20′ y se llevó el triunfo gracias a un gol de su compañero Mesut Özil. Aunque el color de piel de Jérôme contrastaba con el de la mayoría de sus compañeros, el central no sostenía crítica alguna sobre su espalda, pues se trataba de uno de los pilares de la primera selección alemana multiétnica. De hecho, Mesut Özil, el goleador de aquel día, es nieto de turcos que llegaron en embarcaciones a Alemania.

Kevin-Prince Boateng, por su parte, representa todo lo opuesto de su medio hermano. Se crio en Wedding, otro barrio de inmigrantes en Berlín, donde se autoproclamó ‘The Ghetto Kid’ por su afición a las peleas callejeras. Cuando era adolescente tuvo más éxito que Jérôme, pues representando a la selección de Alemania sub-15, le marcó un golazo desde el medio campo a la categoría sub-19 de su país. Sin embargo, todo cambió cuando llegó a la sub-21 de Alemania. Una vez, el seleccionado se encontraba en Francia disputando un torneo de la categoría. Después de salir victorioso de un partido, Kevin-Prince Boateng se fue de tragos junto a varios integrantes del plantel. Cuando volvieron, tambaleando por la intoxicación, el entrenador los pilló y decidió expulsar a Kevin-Prince para siempre de la selección nacional. Pero ‘The Ghetto Kid’ no permitió que su carrera internacional acabase. Después del incidente, le pidió a la FIFA representar al país de su padre: Ghana.

Con el consentimiento de la FIFA, Kevin-Prince vistió el uniforme blanco de la selección de Ghana para el Mundial de Sudáfrica 2010. Un mes antes de la competencia, en la final de la FA Cup de Inglaterra, entre el Chelsea F.C. y el Portsmouth F.C., ‘The Ghetto Kid’ lesionó al capitán alemán Michael Ballack de un pisotón en el pie. Todas las críticas cayeron sobre Kevin-Prince, quien tenía fama de desadaptado y debería estar enterado de que Ballack sería su rival durante el Mundial. Tan fuerte fue el golpe que Alemania perdió a su capitán para la copa. Se cree que esa fue una de las razones por las que Kevin-Prince y su hermano Jerome no se saludaron del todo bien en el partido entre Ghana y Alemania. Con personalidades evidentemente distintas, y el lio de Ballack de por medio, cada uno se jugó su partido y apenas se hablaron durante este.

Al final, tanto Ghana como Alemania se clasificaron a octavos de final del Mundial. Por un lado, el equipo de Kevin-Prince Boateng se clasificó segunda del grupo tras lograr una mayor diferencia de gol que Australia. En octavos de final derrotaron a Estados Unidos, pero cayeron con Uruguay en cuartos de final –en un partido recordado por la mano en el área Luis Suarez, que salvó a Uruguay de un gol decisivo en tiempo regular. El ghanés Asamoah Gyan desperdició el penal cometido por Suarez, y luego los charrúas avanzaron en cobros desde el punto penal–. Por su parte, el equipo de Jérôme Boateng logró el primer puesto del cuadrangular, y goleó a Inglaterra y Argentina en las fases siguientes. A pesar del buen rendimiento teutón, España paró su trayectoria derrotándolos 1-0 en semifinales, gracias a un cabezazo imperial del rulo Carles Puyol.

La posesión de España

En la temporada pasada al Mundial de Sudáfrica, el éxito del entrenador Pep Guardiola había puesto de moda una estrategia casi imbatible: El juego de posesión. “Yo soy muy egoísta en algo: la pelota la quiero para mí. Y no espero que me lo entreguen, si la tienen los rivales tienen que saber que la voy a ir a buscar para volver a tenerla”, se refería Guardiola a su Barcelona legendario de 2009, el cual ganó seis títulos en solo una temporada, y estaba gestando un record de 316 partidos consecutivos superando la posesión de balón de sus rivales.

Así como lo describe Pep Guardiola, la selección de España llegó a Sudáfrica 2010 con la idea de recuperar el balón, no prestarlo nunca más y, mientras eso pasaba, salir campeona del Mundial. Además, al entrenador ibérico Vicente Del Bosque se le habían alineado los astros, bueno, las estrellas del fútbol. La columna vertebral de su selección fue el mediocampo del Barcelona todopoderoso de Guardiola en 2009: Xavi, Iniesta y Sergio Busquets, acompañados de Xabi Alonso del Real Madrid. En defensa, Del Bosque ubicó a los dos mejores defensas del mundo: Carles Puyol y Gerard Piqué, ambos del Barcelona. Además, en ataque, David Villa fue citado para finalizar las jugadas ofensivas, que casi siempre venían de un periodo de toque de balón desesperante para el rival. Sin duda, España fue un equipo en todo el sentido de la palabra. Cuando se trataba de recuperar la pelota, todos iban tras su presa y no la soltaban hasta tener el balón en sus pies. Y cuando tenían la posesión, los ibéricos jugaban con sus rivales.

Lo único que España hizo mal durante el Mundial fue perder el primer partido. El 16 de junio, Suiza quiso desviar el destino ganándole 1-0 a los ibéricos, con gol de Gelson Fernández, en el Estadio Moses Mabhida, en Durban, A partir de allí, los dirigidos por Vicente Del Bosque ganaron todos los partidos que tuvieron por delante, teniendo, teniendo y teniendo la pelota. “Tendré tranquilidad cuando tengamos el balón”, declaró Del Bosque poco tiempo antes de la gran final, según el diario español El País.

La gran final de Sudáfrica 2010 se disputó en el Soccer City Stadium de Johannesburgo, seguido en directo por 760 millones de personas alrededor del mundo. Por primera vez desde 1978, dos países que no habían ganado el Mundial se enfrentaron: España vs Países Bajos.

La ceremonia de clausura fue protagonizada por Shakira, quien se vistió con traje típico sudafricano para entonar ‘This Time for Africa’, una adaptación de la canción ‘Zangalewa’ que describe la fortaleza del soldado camerunés. Los españoles tuvieron de su lado la profecía del ‘Pulpo Paul’, un octópodo que acertó los resultados de todos los partidos de la fase final del Mundial, desde el ‘Sea Life Centre’ en Oberhausen, Alemania. Por su parte, los neerlandeses perdieron el apoyo de 36 simpáticas fanáticas en minifalda, que fueron detenidas por promocionar una cerveza nacional en el partido entre Dinamarca y Países Bajos, por la fecha 1 del Grupo E.

La gran final estuvo marcada por el juego brusco, 14 amonestaciones en total, y una jugada particular que Arjen Robben recordará el resto de su vida. Durante el encuentro, transcurría el 61′ y ninguna selección había vulnerado el arco de su rival. El neerlandés De Jong, quien a propósito no fue expulsado tras patear a Xabi Alonso en el pecho, lanzó una pelota por el aire que Wesley Sneijder recuperó en el centro del campo. El volante ‘10′ de Países Bajos lanzó un pase filtrado que Arjen Robben recibió en la puerta del área española. Robben estaba solo frente a Iker Casillas, sin embargo, tiro el balón a la pierna derecha del portero y desperdició la oportunidad de desequilibrar el marcador. El extremo ‘naranja’ se lanzó de rodillas al césped y miró la tribuna con sorpresa, mientras el comentarista español Carlos Martínez, del Canal +, relató “Casillas ¡Casillas que vuelve a ser santo!”.

Arjen Robben perdió el control después del fallo, empezó a verse nervioso dentro del campo y volvió a desperdiciar un gol mano a mano con Iker Casillas al 83′. Qué pena por él. Quizás no estaba destinado a triunfar en Sudáfrica porque su apellido evoca un mal recuerdo para sus habitantes. La Isla de Robben, al occidente de Sudáfrica, fue el primer lugar donde Mandela fue aprisionado por los afrikáners del Apartheid. El nombre de la isla es herencia del Imperio neerlandés, cuyos descendientes lideraron Sudáfrica hasta las gestas del premio Nobel de Paz. Esta vez, en el Mundial, Países Bajos quedó preso de la ineficacia de Robben.

Al final, el mago Andrés Iniesta se sacó un gol de volea al 116′ y sepultó las ilusiones de Países Bajos. El jugador del Barcelona se quitó la camiseta y la hondeó, mientras todos sus compañeros corrieron como nunca para abrazarlo. No hubo tiempo para más anotaciones. Así, la selección de España consiguió su primer título de Mundial, cumpliendo con las sospechas de los oráculos y de los amantes del fútbol. España conquistó todo el mundo gracias a un equipo que se manejaba como las piezas de un reloj y que soltaba la pelota únicamente para embocar goles.

*Capítulo del libro “Disparos a gol”