Uno de los países que mejor ha contenido la pandemia del coronavirus ha sido Taiwan. Desde que comenzara la emergencia sanitaria, la isla, que tiene aproximadamente 23 millones de habitantes, solo ha reportado un poco más de 440 casos y 7 muertes.

En Taiwan no fue necesario tomar las drásticas medidas que se han implementado en el resto del planeta. La isla ha recibido elogios por su forma de gestionar la pandemia, basada en la rapidez, la tecnología y el reparto de mascarillas para todos

Y si bien hay diversos factores que influyen en el éxito de su estrategia, como el ser un territorio insular, por ejemplo, gran parte del crédito se lo achacan a quien lidera la batalla contra el brote: el vicepresidente Chen Chien-jen.

Epidemiólogo de profesión, podría decirse que Chien-jen se había preparado para una emergencia de esta magnitud. El funcionario taiwanes estudió Salud Pública en su país y luego hizo un doctorado en epidemiología y genética en la prestigiosa universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, la misma que diariamente entrega el recuento de los casos de COVID-19 en el mundo. 

De 68 años, Chien-jen es conocido cariñosamente en Taiwán como el «big brother» (hermano mayor, en inglés), y muchas personas lo lo reconocen por ayudar a la isla a evitar las infecciones y muertes a gran escala por el coronavirus que han abrumado a muchos países.

En un momento en el que los expertos médicos y algunos de los gobernantes más poderosos del mundo se encuentran enfrentados por la forma en la que se debe combatir la amenaza, Taiwan cuenta con la fortuna de que quien lidera la estrategia contra el COVID-19 es también un científico. El vicepresidente dice que ante este reto, solo los hechos impulsan sus políticas.

«La evidencia es más importante que jugar a la política» , dijo en una entrevista reciente en la capital de Taiwán, Taipei.

Chien-jen mantiene el estilo de un científico tradicional, trabajando tras bambalinas y sin querer llamar mucho la atención. Ha hecho una carrera al mantenerse alejado de las luchas políticas, incluso negándose a unirse al Partido Democrático Progresista que dirige la presidenta Tsai Ing-wen .

Pero ese silencio se rompió el pasado mes de marzo, cuando su nombre comenzó a aparecer en los medios internacionales justo al tiempo que la epidemia empezaba a tener alcances globales. El vicepresidente taiwanes fue quien en marzo acusó publicamente a la Organización Mundial de la Salud de no haber reaccionado rápidamente ante la magnitud de la amenaza, al denunciar que ese organismo había ignorado unos correos que alertaban sobre la aparición de un nuevo virus en Wuhan, China.

Chien-jen ha sido también quien ha defendido que su país, enfrentado políticamente con China, sea visto como un actor importante en el combate de la pandemia a nivel mundial. En la actualidad, la isla no hace parte de la OMS por su enemistad con el gigante asiático, pero el manejo que han hecho de la crisis le ha servido a Taiwan para hacer lobby y exigir que su voz sea escuchada.

Taiwán está dispuesta y puede trabajar con la comunidad internacional para superar el COVID-19, indicó Chen. 

El éxito taiwanes

La experiencia de Chen Chien-jen con las epidemias no es nueva. En el apogeo del brote de SARS, que infectó a 671 personas y mató a 84 personas en Taiwán, Chen fue nombrado ministro de salud y desde allí impulsó una serie de reformas para preparar a la isla para el próximo brote, incluida la construcción de salas de aislamiento y laboratorios de investigación de virus.

De hecho, gran parte del éxito de la estrategia de Taiwan para combatir al SARS-CoV2 tiene que ver con las lecciones aprendidas diecisiete años atrás. En una entrevista con el diario británico The Telegraph, Chien-jen afirmó que tácticas como el monitoreo de enfermedades contagiosas, el cierre oportuno de fronteras, las cuarentenas en los domicilios y la suficiente dotación de equipos de salud, solo fueron posibles gracias a lo aprendido en el 2003.

«Aprendimos mucho sobre la acción prudente, la respuesta rápida y el despliegue temprano», dice Chien-jen.

Tras la epidemia, con Chien-jen al mando, el gobierno estableció un centro de gestión de desastres epidemiológico, aumentó la producción de equipo de protección y revisó la ley de enfermedades infecciosas, entre otras medidas. Esos preparativos colocaron a Taiwan en una posición de privilegio cuando el virus golpeó al mundo entero. 

Una vez emergieron las noticias sobre el brote, Chien-jen rápidamente ordenó a las autoridades a que rastrearan a los viajeros de China continental y aislaran a las personas que mostraban síntomas del virus. Para el 21 de enero, el primer caso había llegado a Taiwán, y el gobierno pronto comenzó a racionar las mascarillas y a preparar sus centros hospitalarios.

Y sin olvidar su lado científico, después de que se conociera sobre la presencia de un brote en un barco de la marina, Chien-jen instó a los funcionarios a evaluar a más de 700 miembros de la tripulación con la esperanza de recopilar datos para un estudio en pacientes asintomáticos.

Y la estrategia parece estar dando resultados, pues hasta ahora ha informado de unos 440 casos confirmados y siete muertes, mucho menos que varios países de la región.

El 20 de mayo, Chien-jen dejará de ser vicepresidente de Taiwan. Planea regresar a la academia y dice que el coronavirus será el foco de su investigación. El funcionario cree que el virus nos acompañará por mucho más tiempo y que no habrá vacuna al menos por un año y medio. Sin embargo, según su experiencia personal, se mantiene optimista, pues cree que el mundo, como nunca antes, se movilizó para buscar en conjunto una solución. 

«Todas las naciones se han movilizado y lo están haciendo mucho mejor que hace un mes. Es un buen fenómeno de globalización, de contención del COVID-19».