La difícil situación que vive Venezuela comenzó hace tres años. Entonces, el país ya sentía los efectos de la escasez, el desabastecimiento y la inflación, pero el presidente Nicolás Maduro, heredero de la Revolución Bolivariana, se podía dar el lujo de derrochar el enorme capital social que le había dejado el fallecido Hugo Chávez.

Ese patrimonio, sin embargo, se dilapidó y en 2016 comenzaron los reclamos de la población. Las calles del país se vieron repletas de ciudadanos —opositores y chavistas— inconformes con la situación económica y social. Entonces se evidenciaron las dimensiones del descontento nacional.

De acuerdo con datos extraoficiales (las cifras oficiales brillan por su ausencia), el PIB decreció en 2015 en 5,7 % y se espera que la contracción supere el 10 % en 2016, el consumo bajó 7,8 %, las importa se redujeron en forma dramática y el aparato productivo se contrae cada día y no está en condiciones de suplir las necesidades de consumidores y productores.

La inflación terminará este año con una cifra entre 500 y 1.000 %, las reservas internacionales están en su nivel más bajo desde 2003 y el índice de escasez de productos básicos llega al 80 %.

Un año muy difícil, que se complicó aún más desde que el 5 de enero, cuando la oposición se posesionó como la mayoría en la Asamblea Nacional. Desde entonces, el gobierno se dedicó a anular cada una de sus decisiones, hasta dejarla prácticamente sin funciones.

El Referendo Revocatorio fue un ejemplo del cambio radical en el juego político. En vez de permitir la consulta, Maduro decidió bloquear el derecho ciudadano al voto a través de polémicos fallos del Tribunal Supremo de Justicia y otros entes públicos.

Siguiendo esa línea dura, Maduro se propuso cooptar entidades del Estado para disfrazar de legalidad acciones arbitrarias como la persecución política y el uso de la violencia contra los líderes opositores, la intimidación a la prensa, el cierre de la frontera con Colombia y la anulación de cualquier debate en el que se le intente pedir cuentas a un gobierno tildado de incompetente e incapaz de resolver los problemas de los venezolanos.

El retiro abrupto del billete de 100 bolívares cerró el rosario de atropellos que debió padecer el país este año. Aunque el gobierno celebra el éxito de cada una de sus decisiones y sigue culpando a “enemigos” externos, como Colombia o Estados Unidos, de todos los males que suceden en su país, el malestar popular hoy desborda cualquier intento por ignorarlo o taparlo.