La posibilidad de retomar el diálogo entre la oposición venezolana y Nicolás Maduro, suspendido desde agosto de 2021, vuelve a estar sobre la mesa. Sin embargo, como advierte Crisis Group en su último informe sobre el estancamiento político de Caracas, reactivar la abandonada mesa de diálogo en México será imposible mientras no haya una participación activa de las potencias mundiales en la construcción de dicho diálogo.

“La crisis venezolana es de origen interno, pero es probable que su eventual resolución dependa de las potencias extranjeras”, señala la oenegé internacional en su análisis.

Noruega, destaca Crisis Group, ha tomado la delantera como facilitador de las conversaciones al igual que México, pero son Estados Unidos, Rusia y China los que tienen la mayor responsabilidad de acompañar el diálogo.

“Cualquiera de ellos podría convertirse en el saboteador de las negociaciones (como lo hizo Washington en agosto de 2019) si no se tienen en cuenta sus intereses o si aumentan las tensiones entre ellos”, afirma la oenegé.

Por el lado de Rusia tenemos al más poderoso proveedor de armas de Caracas tras la prohibición de Washington de surtir de armamento a Venezuela en 2007. Según Crisis Group, el oficialismo le ha comprado armas rusas por un valor estimado en US$4.000 millones. Y dicha cooperación no se vio interrumpida incluso con el colapso económico de Venezuela.

“En Venezuela se compró de todo porque, en ese momento, la idea era complementar y también reemplazar sistemas occidentales. Se compraron aviones de combate como los Sukhoi, más de 50 helicópteros de combate y de transporte pesado. Se compraron tanques, vehículos de combate de infantería sobre orugas, vehículos de combate de infantería sobre ruedas, artillería de tubo autopropulsada, artillería de cohetes de diferentes tipos”, le dijo Andrei Serbin Pont, analista internacional y director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), a la Deutsche Welle.

El interés de Rusia en Venezuela, además de comercial, tiene que ver con su posición estratégica. Cabe recordar que durante la administración de Donald Trump, el presidente ruso, Vladimir Putin, vio la oportunidad de aumentar su cercanía con Maduro para contrarrestar la influencia de EE. UU. en zonas como Kosovo y Ucrania.

A fin de cuentas, las armas rusas con las que se ha surtido Venezuela y su cooperación militar han servido para que sus vecinos cataloguen a Caracas como un “satélite militar ruso” en la región. Y dicha huella rusa en América Latina es percibida como una amenaza en Washington.

“Moscú, en palabras de la Casa Blanca, está decidido a desempeñar un papel perturbador y la creciente rivalidad [entre EE. UU. y] Rusia, China y otros estados autoritarios es un problema importante en el entorno de seguridad mundial”, señala Crisis Group.

China, el otro aliado relevante de Maduro, comenzó a apostar cada vez más por Caracas pasando de los préstamos a la inversión en infraestructuras. Pero, a diferencia de Moscú, los intereses de Beijing son sobre todo económicos y financieros y ahora busca recuperar sus inversiones.

Ahora, ni China ni Rusia, anteponiendo sus intereses, encuentran convincentes a la oposición venezolana, especialmente cuando un acuerdo que beneficie a dicha oposición podría conducir a una ganancia estratégica para Washington. De ahí su desconfianza con el diálogo.

Para encontrar una salida a la crisis venezolana, dice la oenegé, “los socios internacionales deberán hacer sus propias concesiones, mientras persuaden al gobierno y a la oposición de la necesidad de permanecer en la mesa”.

Por un lado, los países que se oponen a Maduro deben dar garantías sobre la supervisión multilateral de los recursos y capitales que ahora se encuentran a nombre de la “gobierno interino” mientras continúen las conversaciones. La protección de activos podría generar más confianza en los aliados de Maduro preocupados por las deudas que este contrajo con ellos.

“Las esperanzas de poner fin a la prolongada crisis venezolana descansan ahora en la voluntad de ambas partes de negociar de buena fe y renunciar a la búsqueda de una victoria definitiva”, concluye Crisis Group.

Por último, la oenegé enfatiza en la importancia del panorama electoral de 2022 en América Latina: “La elección de un nuevo gobierno en Colombia y potencialmente en Brasil podría reforzar el cambio de América Latina hacia una postura más pragmática sobre Venezuela. Las conversaciones representan la mejor perspectiva hasta el momento para lograr una resolución sostenible de la crisis. Corresponde a todos los involucrados asegurarse de que no se rompan”, destaca el análisis.

Este recambio facilitaría, como dice Crisis Group, una respuesta más pragmática hacia el estancamiento político en Caracas.