Cumplidos los 90 días en que México prometió reducir la migración irregular hacia Estados Unidos, su agresiva estrategia parece exitosa, aunque no garantiza que un impredecible Donald Trump no ejerza nuevas presiones para reducir más el desesperado éxodo de migrantes, mayoritariamente centroamericanos.

Marcelo Ebrard, canciller del presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, se reúne este martes en Washington con el vicepresidente Mike Pence y con su homólogo Mike Pompeo, decidido a presumir de la caída de 56% en la migración ilegal que han logrado desde que asumieron tal compromiso el 7 de junio pasado.

Aunque para Ebrard la cifra demuestra que «la estrategia mexicana está funcionando», las sorpresas no pueden descartarse.

«El gobierno mexicano está preparado, (…) los funcionarios tienen muy claro que con Donald Trump todo puede ocurrir», dice Leticia Calderón, investigadora del gubernamental Instituto Mora.

«Hay aún más trabajo que hacer», escribió Pence en Twitter el lunes al anunciar su encuentro con Ebrard.

La migración irregular desde Centroamérica no es nueva, pero se disparó desde octubre, acicateada por la organización de multitudinarias caravanas y la política migratoria más flexible que planteó López Obrador al empezar su mandato.

Para Calderón, negociar con políticos de línea dura como Pence y Pompeo será delicado, aunque eventuales elogios del jefe de la Casa Blanca, como los que hizo tras una primera evaluación del acuerdo en julio, tampoco dan para celebrar.

«A veces, la felicitación de Donald Trump es como un dardo envenenado», dice la experta, para quien los datos sobre detenciones o solicitudes de asilo serán clave en el veredicto.

Las polémicas del acuerdo migratorio

El acuerdo de junio fue el salvavidas del que México se aferró cuando Trump amenazó con imponer aranceles sucesivos a sus exportaciones -80% de las cuales van a Estados Unidos-, si no frenaba a los miles de migrantes que cruzan por su territorio.

Autoridades estadounidenses reportaron un récord de 144.255 personas detenidas en su frontera sur en mayo -casi 150% más que en enero- a lo que México respondió con una poderosa estrategia militar: 25.451 soldados desplegados en los confines norte y sur de su territorio.

La alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, manifestó el lunes su preocupación por las políticas de México y Estados Unidos pues, dijo, exponen a los migrantes a más riesgos de violaciones y abusos.

«Estoy especialmente alarmada por los niños migrantes que continúan siendo detenidos (…) tanto en Estados Unidos como en México», dijo en Ginebra.

Para el defensor de migrantes Luis Villagrán el acuerdo «puso en juego la vida de seres humanos» que huyen de la pobreza y la violencia que los acechan en Centroamérica, África y otros rincones del mundo.

Villagrán, director del Centro de Dignificación Humana en la sureña Tapachula, cerca de Guatemala, estima que allí hay unos 50.000 migrantes varados, temerosos de seguir con rumbo norte y padeciendo para subsistir.

Militares y agentes migratorios están desplegados en numerosos retenes en dicha región -el principal acceso de indocumentados-, y realizan operativos constantes en varios estados del país para detener a quienes cruzan en autobuses, camiones de carga o trenes, la mayoría de ellos en condiciones de hacinamiento e insalubridad.

«En términos estrictamente policíacos, pues sí, (la estrategia) es un éxito (…) Es éxito en la lógica en que México negoció, que es bajo un chantaje», afirma Calderón.

Según las cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense, de 144.255 migrantes detenidos en mayo, el número disminuyó a 104.362 en junio, a 82.055 en julio y a 64.006 en agosto.

La estrategia incluye también la persecución de traficantes de personas, con 778 investigaciones y 1.099 sospechosos acusados, según el gobierno mexicano.

En tanto, el llamado Plan de Desarrollo Integral, propuesta mexicana enfocada en el sur del país y Centroamérica y que Estados Unidos prometió apoyar financieramente, ya ha invertido 60 millones de dólares para programas de empleo en El Salvador y Honduras, expuso Ebrard.

Para Villagrán, esta estrategia -la gran apuesta de López Obrador- es insuficiente y mal enfocada, pues atiende a un porcentaje muy bajo de migrantes y busca retenerlos en el sur de México, históricamente empobrecido y con alto desempleo.