La llegada del cine, la televisión y de cientos de mujeres al mercado laboral en Arabia Saudita fueron la causa de la “inmoralidad” que en 1979 llevó a un grupo de radicales liderados por Jujaman Al Otebi a tomarse con armas la Gran Mezquita de la Meca, uno de los lugares más sagrados del islam.

Según el balance oficial en la retoma murieron 127 soldados, 117 rebeldes y una cifra todavía más grande, aunque desconocida de civiles.

Muchos de los terroristas que participaron en el ataque terminaron en la cárcel y allí se convirtieron en el embrión de lo que el mundo conocería como Al Qaeda. Pero eso no fue lo peor. Si la retoma de la Gran Mezquita parecía un triunfo contra los radicales, los más de treinta años de estricto puritanismo que, por iniciativa de la monarquía saudí siguieron el ataque y que apenas hoy empiezan a terminar, demuestran lo contrario.

Ante 2.5000 inversores y en el marco de una conferencia económica en Riad, el nuevo príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, anunció que su país comenzó el proceso para acercarse a un «islam moderado y abierto al mundo y a las religiones».

Entre las acciones que avalan ese giro está el fin de la prohibición que impedía a las mujeres saudíes ponerse detrás del volante. A finales de septiembre, través de un decreto real, el príncipe Mohamed bin Salman, permitió a las mujeres conducir y de paso empezó a cumplir la promesa de modernizar su país con la que fue electo como sucesor del rey Salmán bin Abdulaziz.

Aunque a simple vista parece un avance menor, en un país donde las mujeres no pueden viajar si no lo hacen en compañía de un hombre, en el que les es imposible abrir una cuenta bancaria sin permiso de su esposo o donde los edificios públicos tienen entradas para hombres y para mujeres, tener la posibilidad de conducir no es poco.

«No vamos a perder otros 30 años en tratar las ideas extremistas. Queremos convivir con el mundo y acabar con los restos del extremismo» afirmó el príncipe saudí en referencia al periodo ultra conservador en el que se sumió el país después de los ataques del 79.

Bin Salman, de 32 años, tiene la mirada puesta en el futuro y las ambiciones de Arabia Saudí, que es una de las primeras potencias petroleras del planeta distan mucho de ser modestas: «Vamos a construir algo más grande que la Gran Muralla China, pero con placas solares. Va a haber más robots que personas», dijo el futuro monarca sobre NEOM, el megaproyecto a través del cual busca construir una ciudad de 26.500 kilómetros cuadrados, junto al mar Rojo y al golfo de Áqaba.

Según Bin Salman, el proyecto cuenta con una financiación de 500.000 millones de dólares y, entre los planes de la monarquía saudí, también será el punto de llegado de otro ambicioso proyecto saudí: el puente que quieren erigir sobre el mar Rojo para conectarse con Egipto. La obra, que está siendo planeada desde hace años, ha sufrido las turbulencias políticas en Egipto pero en abril de 2016, el rey Salman se reunió con el presidente egipcio para relanzar el proyecto que describió como un “histórico paso para conectar África y Asia e incrementar el comercio entre ambos países.