El 21 de octubre pasado, la canciller panameña Janaina Tewaney Mencomo anunció una disminución en el flujo de migrantes que atraviesan la selva del Darién entre Colombia y Panamá. En realidad, las cifras de personas usando esta ruta migratoria aumentan de manera exponencial de un mes a otro y aún sigue siendo una ruta de suma importancia en el continente. Entre enero y octubre del 2022, más de 211.300 migrantes cruzaron el Tapón del Darién conforme a datos oficiales del gobierno panameño. Es una cifra preocupante, ya que superó ampliamente la registrada para el año precedente (133.726 migrantes). El 70 % de estas personas son de origen venezolano. Esta ruta es considerada una de las más peligrosas del mundo.

A principios del mes de octubre, Senafront anunció que habían muerto 123 migrantes cruzando el Darién en lo corrido del año 2022. En este contexto, los menores de edad representan una población que necesita una atención especial, ya que acumulan factores de vulnerabilidad. Según cifras oficiales, hasta octubre de este año, 32.488 menores de edad atravesaron la selva, lo que representa el 15,3 % de las personas que migran por esta zona. El número está aumentando. En enero pasado 643 migraron por esta zona contra 10.910 solo en el mes de octubre. Nadie debería tener que cruzar fronteras en las condiciones que esta selva presenta, y mucho menos niños que no tienen la capacidad física o mental para aguantar esto.

Muchos de los jóvenes se enferman de fiebre, diarrea o vómitos debido a las condiciones de la travesía por la jungla, la presencia de bacterias, la deshidratación y las heridas que se hacen. Tienen que lidiar con un cansancio físico, pero también psicológico y emocional. Esta experiencia deja una huella importante en su salud mental mientras les queda todavía un largo camino hacia el norte del continente. Los niños migrantes desarrollan ansiedad, miedo, estrés o sufren del desarraigo a su país. En la implementación de centros de salud para migrantes es importante integrar a psicólogos y trabajadores sociales que puedan acompañar a estos menores. También se debe abordar este aspecto con un enfoque de género para manejar casos de violaciones y otras violencias basadas en género.

Además de peligros naturales o de enfermedades, el Darién también es un territorio donde prevalecen bandas criminales y redes de trata de personas. Los niños, niñas y adolescentes migrantes son especialmente vulnerables frente a esta amenaza. Representan víctimas potenciales que estos grupos pueden aprovechar fácilmente. Los coyotes están cobrando grandes cantidades de dinero para cruzar la selva y las bandas ilegales están robando, asaltando o violentando a los migrantes. Uno de los ejemplos más recientes de esta amenaza es el ataque que sufrió un grupo de migrantes el 19 de septiembre pasado por parte de un grupo criminal en la selva durante el cual un niño venezolano de seis años fue asesinado.

La mayoría de los jóvenes que transitan por el Darién viajan con su familia. En cuanto a los no acompañados y separados, deben ser una población prioritaria y ser al centro de iniciativas y acciones de atención. En su informe de agosto 2022, Unicef Panamá anunció que en lo que iba del año se registraron 618 menores de edad que migraban sin guardián legal, un aumento significativo si se tiene en cuenta que en todo lo corrido del año 2021 eran 205 los que migraban sin sus padres o acudientes. Se multiplicó por tres el número de no acompañados en un año. Son personas en situación vulnerable y de alto riesgo que pueden ser instrumentalizadas por diferentes actores. Por migrar solos y en vías migratorias irregulares, se exponen a peligros adicionales, por ejemplo, el reclutamiento por parte de grupos criminales, actividades sexuales pagas forzadas o la trata de menores de edad. Los no acompañados son en mayoría adolescentes venezolanos que viajan para reunirse con su familia o para encontrar oportunidades laborales y poder apoyar a su familia.

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Los niños, niñas y adolescentes migrantes son vulnerables frente a situaciones como la exposición a grupos criminales, pasar hambre o la falta de garantía del derecho fundamental a la salud y la educación. Colombia y Panamá deben identificar las necesidades de esta población durante su tránsito, garantizar que se respeten sus derechos, y que puedan acceder a los servicios básicos reforzando las acciones comunes y el apoyo a las organizaciones de la sociedad civil.

Igualmente, esta temática se debe integrar a la agenda binacional entre Colombia y Venezuela. En este espacio donde los migrantes menores de edad carecen de protección y donde se presentan vulneraciones a los derechos humanos de los migrantes y refugiados, es primordial establecer condiciones de vida más seguras y preservar la seguridad y la integridad de estas personas. La protección de los migrantes menores de edad tiene que ser una prioridad a nivel regional, ya que según la ONU DAES, América Latina y el Caribe es la región del mundo donde la proporción de niños migrantes y jóvenes ha aumentado más estos últimos treinta años.

*Eléa Hottin es investigadora adscrita al Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.