Son tantos los triunfos que le ha dado a Colombia la bolichera quindiana Clara Juliana Guerrero que ella misma ya perdió la cuenta.

Gracias a su disciplina y constante preparación, a los 37 años sigue tan vigente como cuando comenzó a representar al país, hace más de dos décadas.

En los Juegos Panamericanos que se disputan actualmente en Lima (Perú) conquistó la medalla de oro en la prueba individual, al superar en la final a la mexicana Aseret Zetter, y completó un nuevo y exitoso ciclo olímpico, pues el bolo no hace parte del programa de los Juegos de Verano. La tolimense María José Rodríguez obtuvo el bronce y la acompañó en el podio.

“Me siento muy orgullosa de seguirle dando medallas a mi patria. Fue, como siempre, una competencia muy cerrada en la que al final pude imponer la estrategia y hacer valer mi experiencia”, aseguró Clara Juliana, quien tiene el privilegio de pertenecer al Salón Internacional de la Fama de su disciplina.

Fue incluida allí por su enorme talento y una hoja de vida envidiable. Ha sido múltiple campeona nacional, bolivariana, suramericana, centroamericana y del Caribe, panamericana, universitaria y profesional en los Estados Unidos, además de mundial. A su palmarés no le falta absolutamente nada.

Ella y su familia le han dedicado la vida al deporte de los pines y las moñonas. Su abuelo, Leonardo Guerrero, fue uno de los fundadores de la Corporación Bolo Club, en Armenia, en donde ella y su hermano Diego Fernando crecieron viendo a sus padres jugar, pues precisamente allí se conocieron Diego Guerrero y Clara Inés Londoño antes de hacerse novios y formar un hogar.

Era previsible, entonces, que Clarita jugara bolos, aunque de niña practicaba también la natación y el voleibol.

Su triunfo en un campeonato nacional infantil, cuando tenía 12 años, la motivó para dedicarse de lleno al deporte que corría por su sangre. Su primera convocatoria a una selección colombiana fue para los Juegos Bolivarianos de Arequipa (Perú), en 1997.

Ahí comenzó su cosecha de participaciones internacionales y cuando se graduó como bachiller del colegio Franciscano San Luis Rey y se fue a estudiar administración de negocios en Medellín ya conocía medio mundo.

En 2000 fue distinguida como la mejor jugadora aficionada del planeta, lo que le valió para que varias universidades de Estados Unidos le ofrecieran becas. Por consejo de su amiga Sara Vargas, también jugadora, Clara Juliana se fue para la Universidad del Estado de Wichita, en Kansas, una institución en la que los bolos son una tradición.

Allí perfeccionó su técnica y aprendió de táctica. Pronto se convirtió en una bolichera más constante y versátil. Tanto que incursionó con éxito en la PWBA (Asociación Profesional Femenina de Bolos). Su pasatiempo se convirtió entonces en su trabajo. Incluso, cuando la liga no se disputó por diferentes razones, Clara Juliana compitió contra hombres.

“Siempre he querido ser la mejor, exigirme al máximo y afrontar nuevos retos. Desde chiquita seguía a los profesionales de Estados Unidos y desde muy joven estuve compitiendo, así que creo que ese bagaje ha sido clave para mantenerme, así como el apoyo de mi familia y de los entrenadores que he tenido”, explica con la seguridad que dan los años y la calma que le traen a un deportista los buenos resultados.

“Eso es fruto de mucho tiempo de trabajo. Llevo 28 años en los bolos, 22 con las selecciones de Colombia. Detrás de cada podio, de cada medalla, hay mucho sacrificio, entrenamiento. Fue mi segundo oro panamericano, pues hace cuatro años, en Toronto, logramos el título en parejas con Rocío Restrepo”, explica Clara Juliana, quien se ha convertido en los últimos años en una guía para las jugadoras más jóvenes.

“Me gusta enseñar, lo disfruto y creo que tengo vocación para eso. De hecho, pienso que me voy a dedicar a entrenar”, admite.

Ya de regreso a Estados Unidos, donde reside, Clara Juliana explica que una de las razones del buen nivel del bolo femenino en Colombia radica en que “casi todas las jugadoras vivimos y nos fogueamos en Norteamérica, en donde la exigencia es más alta, porque hay mayor variedad de pistas y preparaciones de las mismas, lo que hace que siempre afrontemos nuevos retos”.

En los Juegos Panamericanos de Lima, la quindiana cumplió con los pronósticos y aportó un oro. En las seis primeras jornadas de las justas la delegación nacional está levemente por debajo de los presupuestos en medallería. Se le han escapado algunas preseas que consideraba fijas, como las de los pesistas Óscar Figueroa y Leidy Solís, así como la de Miguel Ángel Rodríguez en individuales del squash. Aun así, el equipo integrado por 340 deportistas sigue aspirando a superar las 27 preseas doradas que le dieron el quinto puesto hace cuatro años.