Con 85 años sobre los hombros, Clint Eastwood sigue siendo uno de los mejores actores y directores de cine. Y sin ganas de jubilarse, más allá de haberse tomado apenas seis meses de vacaciones, pudimos compartir con él los mejores recuerdos de sus pasos en Hollywood, en un grato encuentro en el hotel Caesars Palace de Las Vegas.

¿Cuál fue la primera película que dejó una marca en su memoria?

Creo que la primera fue cuando mi padre dejó a mi madre y mi hermana en casa y me llevó a ver Sergeant York, con Gary Cooper. Era una película de guerra sobre un héroe muy particular. Y estar a solas con mi papá fue muy emocionante. En aquel momento la película me pareció muy buena, aunque no la volví a ver desde aquel entonces. Sería interesante volver a verla, para revivir ese momento.

¿Qué edad tenía?

Supongo que tenía diez años o algo así. Ya había visto otras películas en el cine. Pero el gran impacto fue estar con mi padre viendo una película para adultos.

¿Y cómo imaginaba su futuro entonces?

No tenía la menor idea de lo que iba a ser. Incluso cuando tuve que ir a la guerra con Corea, en 1951, todavía no sabía lo que iba a hacer. Entre la escuela secundaria y la universidad había tenido diferentes trabajos, pero apenas si había actuado en una obra de teatro de la escuela secundaria que tuvo éxito, sólo porque todos se reían en las partes en las que no tendrían que haberse reído. Después le dije a la profesora: “Muchas gracias por todo. ¡Nunca más voy a hacer algo así!”.

¿Cómo rompió aquella promesa entonces?

En cierta forma la cumplí hasta que dejé el ejército. Había conocido algunos actores, y cuando volví al Los Angeles City College empecé a ir a clases de teatro. Las cosas se fueron dando de a poco… Hace muchísimos años.

¿En ese momento sí le gustó la actuación?

Sí, me encantaba, todo el proceso. Y me gustaba el cine. Pero en aquella era tampoco había escuelas de cine como hay ahora. Había que empezar desde abajo, en algún lugar. Y conseguí un contrato en Universal Studios, donde tenían contratados a 20 o 30 actores esperando que alguno fuera bueno. Y yo no lo fui. Me echaron después de un año (risas). Pero tuve mis remordimientos y pasé a la televisión, donde tuve algunos personajes secundarios en los años 50, hasta que en 1959 apareció Rawhide, mi primer trabajo estable como actor.

¿Qué tan diferente era Hollywood en aquella época?

Los estudios tenían pequeños grupos de gente a los que realmente trataban como ciudadanos de segunda clase, hasta que alguno tenía éxito. Tenías empleo y después te iba bien o terminabas en la oficina de desempleo de Santa Mónica. Pasé bastante tiempo por ahí, aunque por suerte ya no es así.

¿Alguien llegó a influenciarlo o cambió su forma de pensar sobre el cine?

Sí. Al principio trabajé con muchísima gente diferente, pensando en todo lo que no querría hacer si alguna vez llegaba a dirigir. Después empecé a trabajar con Sergio Leone en Italia, con A Fistful of Dollars y The Good, the Bad and the Ugly. Lo curioso es que él no hablaba inglés y yo no hablaba italiano. Es gracioso cómo funcionó todo tan bien. Después, cuando volví a Estados Unidos, hice siete películas con Don Siegel. Y, de hecho, cuando yo estaba a punto de dirigir Play Misty for Me en 1970, él se ofreció a firmar mi tarjeta del Sindicato de Directores.

¿Qué aprendió de ellos?

Leone era genial porque tenía mucha imaginación y podía hacer mucho con muy poco. Tenía una imaginación muy infantil y manejaba muy bien el humor. Don era muy organizado y pudo hacer muchas películas con muy bajo costo. Creo que Harry el Sucio fue la primera película grande que hizo.

¿Por qué eligió dirigir?

Supongo que fue por una curiosidad natural que se me cruzó en el trabajo como actor. Viendo tanta gente tomar decisiones, uno aprende a tomarlas. Y esas mismas decisiones, buenas o malas, generan el resultado final. Y pensando que algún día la gente iba a ver en la pantalla un Eastwood que ya no iba a querer ver más… pensé que podía dirigir, para sentarme atrás, sin tener que actuar.

¿Qué es lo más difícil de la dirección de cine?

La parte más difícil es responder 400 preguntas por día. Después de un tiempo ya sabes lo que estás pensando y te manejas solamente con el instinto. Hay que usar el instinto y los sentimientos que uno usó durante tantos años como actor, y terminas diciendo: “Es mi turno de tomar las decisiones para bien… o para mal”. Lo malo es cuando alguien te pregunta lo mismo dos veces. Pero se siente muy bien formar parte de todo un proyecto, trabajando con cinematógrafos y sonidistas o escenográfos. Es divertido.

¿El hecho de ser actor ayuda a dirigir actores?

Me siento cómodo con los actores porque es algo que hice por años. Pasaron varias décadas antes de decidirme a dirigir. Y eventualmente uno termina sintiéndose cómodo. La primera vez que uno dirige se sienten las presiones, porque se pregunta si va a dejar algo sin hacer o si lo va a olvidar, además de trabajar también con un presupuesto limitado. Pero todos aprendemos a los golpes.

¿Hay alguna película en particular que le gustaría filmarla de nuevo?

Todas (risas). No, la verdad, es algo que pensé muchas veces. Creo que una vez alguien me preguntó si volvería a hacer Play Misty y me acuerdo que dije que sería divertido hacerla de nuevo, pero es mejor que haya salido lo que salió con lo que sentía en aquel momento.

¿Alguna vez sintió que había perdido la pasión?

Sí. Muchas veces. Uno pasa por diferentes estados de ánimo en los que también se puede sentir cansado y puede perder la pasión. Pero hay que levantarse y volver a trabajar. Suena como una canción de Sinatra, pero así es.

¿Le gustan los ensayos?

A veces, no siempre ensayo. Todo depende. Los jóvenes, por ejemplo, son los mejores actores del mundo, pero no son buenos en cine. Son buenos en el parque y cosas así, por eso no es bueno ensayar demasiado con ellos. Lo mejor es filmar sin parar y hablarles, para distraerlos.

¿Y usted, como actor, es metodista, como Robert De Niro o Daniel Day Lewis, que quieren vivir el personaje fuera de cámaras?

Todos usan ese método de actuación, en el que tratas de meterte en el rol tan profundamente como sea posible. Pero hay diferentes formas de hacerlo. En los años 50 todos leían los libros de Konstantin Stanislavski y Michael Chekhov, y uno trataba de leer las técnicas, pero en la actuación hay que ser tan real como sea posible. Y lo mejor es observar cómo reacciona la gente, como cuando estas cenando y ves cómo come cierta persona o la forma en que toma café.

¿No es al revés con alguien como Clint Eastwood? ¿Puede darse el lujo de observar usted a la gente, en un restaurante?

No, desafortunadamente no. Eso es lo malo cuando llegas a un punto donde te reconocen. Ya no puedo darme el lujo de ver la gente sin que se den cuenta. Es más difícil.

¿Y va al cine, pagando para entrar, como una persona normal?

Sí. De vez en cuando me mandan DVD para ver en casa, pero la experiencia en una sala de cine es diferente: verla con gente que también pagó y no le importa nada más que dejarse entretener. Es divertido ver esa reacción.

¿Tiene alguna película favorita entre todas las suyas?

No. Pero Unforgiven y Million Dollar Baby fueron dos películas que me divertí filmando. Son todas diferentes y supongo que las mido por lo cómodo que me sentí al filmarlas. Siempre tuve la rara idea de sentarme un día y ver todas y cada una de las películas que hice. Pero seguramente las voy a odiar todas.