Si por algo se puede caracterizar la relación entre paraguayos y colombianos es por su hermandad. Una cercanía política, cultural y social que viene incluso de hace años y se afianzó entre 1864 y 1870, cuando estalló la denominada Guerra del Paraguay y Colombia fue uno de los pocos países de la región que, aunque no se involucró en la guerra, apoyó al pueblo guaraní en la reconstrucción con préstamos, comida, medicinas y una fuerza de paz que se instaló en la región para garantizar el respeto por las víctimas de la guerra. Ese fue el inicio de una relación estrecha entre colombianos y paraguayos.

Pero bien dicen que los hermanos se aman y se pelean. Y eso se traslada al caso de Colombia y Paraguay, sobre todo en el terreno futbolístico. El cariño entre ambas naciones quedó evidenciado en la última fecha a Corea y Japón 2002. El seleccionado nacional necesitaba ganar por goleada y que Uruguay perdiera frente a Argentina. Colombia derrotó a la albirroja 4-0 y la celeste igualó 1-1 frente los argentinos. El resultado de la tricolor produjo tantas dudas que inclusive el defensor Juan Pablo Sorín le declaró a la prensa: “nos hubiéramos dejado hacer el segundo gol si Uruguay lo necesitaba para clasificar”. En esa eliminatoria, el único equipo que logró sacar los tres puntos del estadio Defensores del Chaco fue el seleccionado nacional. Cuatro años después sucedió lo mismo, Paraguay perdió frente a Colombia 1-0 y el combinado tricolor fue el único equipo en lograr los tres puntos en Asunción. En ambas ocasiones, la tricolor quedó eliminado.

Pero hubo más odios que amores entre estas selecciones. En la Copa América de 1975 en Asunción, el partido estuvo caliente. Cerca del final de primer tiempo Ernesto Díaz anotó para la escuadra nacional. Al parecer el colombiano le dijo algo al arquero Ever Almeida y se armó una gresca. La policía entro al campo de juego, pero a darle bolillo a Willington Ortiz, Alfonso Cañón, ‘Mosca’ Caicedo, Pedro Zape, ‘Toto’ Rubio y los demás. Hasta el propio técnico, Efraín ‘Caimán’ Sánchez, terminó agredido. El árbitro suspendió el partido y la Conmebol terminó dándole los puntos a Colombia que clasificó a la semifinal del torneo.

En las eliminatorias a Italia 1990 los guaraníes recibieron a la ‘Tricolor’ en el Defensores del Chaco. Los dirigidos por Francisco Maturana protestaban al árbitro por permitir el juego fuerte del conjunto local. El disgusto de Colombia fue aún mayor cuando Leonel Álvarez recibió tarjeta roja y el chileno Hernán Silva dejó de pitar un penal. Los jugadores colombianos tras un penal arrinconaron al árbitro para protestarle y la policía paraguaya ingresó al campo de forma violenta. Se dice que Bernardo Redín tuvo una pelea con un fotógrafo y que luego del partido el Embajador de Colombia debió intervenir para que el periodista no denunciara penalmente al vallecaucano.

El 2 de abril de 1997, el estadio Defensores del Chaco de Asunción se convirtió en una caldera para los colombianos. Jugar en ese estadio, produce de antemano una gran expectativa para la cual hay que estar preparado siempre. Y en la noche de ese miércoles no fue la excepción. Cuando todo parecía tranquilo, cuando el juego llegaba a los 30 minutos del segundo tiempo y se acercaba sin mayores problemas a su final, se precipitaron una serie de acontecimientos deportivos y extrafutbolísticos que acabaron con la tranquilidad y colocaron el encuentro en el marco del escándalo, de la rivalidad, del desquite para los paraguayos y de la amargura para los colombianos.

José Luis Chilavert enseñó su capacidad desequilibrante, no solo futbolística sino emocionalmente. Claro que también se quemó con el fuego que prendió. Le cometió falta a Asprilla, para la pena máxima con la que le abrió la ruta de la igualdad a Colombia, cobrada con efectividad por Mauricio Serna. Pero el arquero paraguayo no se limitó a salir del campo con un hecho ya consumado e irreversible, sino que fue y buscó al Tino y de nuevo hubo intercambio de golpes y palabras ofensivas, que impulsaron a Aristizabal a salir en defensa de su compañero.

“En realidad no sé por qué me expulsó el árbitro; además, no tenía por qué pitar esa pena máxima. Cuando pasé por el banco de Colombia él (Asprilla) me escupió y por eso reaccioné… No me interesa hablar de Asprilla ni tampoco buscar su amistad”, dijo el arquero paraguayo tras el encuentro. La policía tuvo que intervenir para evitar incidentes mayores.

Fue tal la provocación que produjo Chilavert, que Carlos El Pibe Valderrama, un jugador tranquilo, sereno y acostumbrado a dar muestras de madurez, se salió de sus casillas y terminó disgustado y peleado con su compañero Farid Mondragón. Fueron dos las causas del disgusto del samario, la primera, porque Mondragón lo contuvo cuando iba en busca del golero guaraní seguramente para enfrentarlo. Y segundo, porque el tanto de la victoria de Paraguay fue un descuido del arquero colombiano, que enterró las ilusiones de sus compañeros y eso lo acabó de descomponer. El partido entre Colombia y Paraguay fue extraño por la cantidad de circunstancias deportivas y extradeportivas que se tejieron en pocos minutos.

En octubre de 2000, una vez más, el portero José Luis Chilavert fue protagonista. Al final del segundo entrenamiento de la escuadra guaraní en El Campín, en el que los dirigidos por Sergio Markarián realizaron una actividad recreativa y juego corto a dos toques, el controvertido guardameta rompió el silencio para anunciar que iba a demandar a la Federación Colombiana de Fútbol, por mal uso de su imagen para promover el encuentro entre la albirroja y el seleccionado nacional.