Aunque todavía falta la segunda vuelta, las elecciones peruanas las ha ganado sin duda la derecha: tanto Keiko Fujimori (Fuerza Popular) como Pedro Pablo Kuzcynski (Peruanos por el Kambio) tienen políticas económicas de aire neoliberal. Sin embargo, en tercer lugar se ubicó Verónika Mendoza, una candidata de izquierda que obtuvo sobre todo los votos del sur del país y quien se precia de ser una candidata del pueblo, con pocos recursos para su campaña.

La derecha, en las cuatro elecciones democráticas que ha tenido ese país, ha sido la candidata por excelencia. Ya sea por mantener el statu quo o por encontrar más seguridad en los caudillos, Perú siempre se ha decantado por esa tendencia política. Sin embargo, en esta época Perú no es el único país que prefiere a la derecha por encima del estigma desestabilizador que carga la izquierda.

Hace unos meses, el presidente de Bolivia, Evo Morales, perdió el referendo que le permitiría presentarse para un nuevo período presidencial. El año pasado, se posesionó Mauricio Macri en Argentina luego de la extensa estela de los Kirchner, y ahora su estrategia es casi borrar la herencia de esa presidencia. En Venezuela, Maduro pasa un mal momento por la crisis energética y de alimentos.

Al parecer, el socialismo del siglo XXI está atravesando una crisis. Basta ver la sonora derrota del chavismo en las elecciones legislativas de 2015. Uno de los más visibles representantes de la corriente latinoamericana, Rafael Correa, desistía por esos días de postularse para un nuevo período presidencial.

A pesar de que en los últimos diez años Bolivia ha logrado el mayor cambio social y económico de la historia reciente, la gestión de Evo Morales ha despertado inconformismos en buena parte de la población. Al parecer la economía, que sigue creciendo, también está afectando a los bolivianos que enfrentan, como toda la región, la caída de los precios del petróleo. Bolivia es uno de los principales exportadores de gas de la región.

De acuerdo con el profesor Mauricio Jaramillo, de la Universidad del Rosario, “Rafael Correa y Evo Morales sacaron provecho de los nuevos aires políticos que soplaron en América Latina con la llegada de Hugo Chávez en 1999, pero el debilitamiento paulatino de Venezuela comienza a afectar su prestigio, e incluso, en cierta medida, su viabilidad”.

A finales del siglo XX y comienzos del XXI, América Latina vivió un ciclo de rebeliones populares. El Caracazo de 1989 y la fallida rebelión militar de 1992 en Venezuela; el levantamiento zapatista de 1994 en México; el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina, y las guerras del gas y del agua en Bolivia, fueron algunas de estas expresiones que abrieron el camino a un nuevo ciclo. En esa nueva época comienzan a llegar fuerzas de izquierda en países como Ecuador, Argentina, Uruguay, y Bolivia, entre otros, que duraron en promedio 15 años.

Hoy el ciclo parece cerrarse. Sin embargo, no hay que desconocer que los dos proyectos de izquierda más consolidados de la región son el de Bolivia y el de Ecuador. “La derrota en sí no afecta a estos dos proyectos sino la manera de reaccionar o no reconocer la pérdida. Correa perdió hace un año las elecciones locales y reculó. Ahora, si Evo no quiere debilitarse deberá hacer algo parecido”, explica Jaramillo.