“¿Cuántos chicos más tienen que morir por suicidio para que el gobierno/distrito escolar hagan algo? RIP 17+2”, escribió en su cuenta de Twitter David Hogg, uno de los estudiantes que presenció el tiroteo que dejó 17 muertos en Parkland (Florida), el 14 de febrero del 2018. 

Debido a las secuelas postraumáticas producidas por sobrevivir a la llamada “Masacre de San Valentín” ejecutada por Nikolas Cruz, Sydney Aiello, de 19 años y recién graduada de la secundaria Marjory Stoneman Douglas (donde ocurrieron los hechos), se quitó la vida el domingo 17 de marzo del año que corre. 

El pasado 23 de marzo, otro alumno del mismo colegio -y del que se desconoce su nombre-, también se suicidó. 

Estos casos prendieron las alarmas entre la prensa estadounidense, la cual publicó un puñado de artículos que intentaron resolver los interrogantes que producen este tipo de suicidios. 

Entre los muchos testimonios rescatados por lo medios de Estados Unidos sobre el fallecimiento de Aiello, destaca el de la familia de Meadow Pollack, quien fue asesinado por Cruz en la escuela Marjory Stoneman Douglas (MSD). 

A través de un comunicado, los Pollack subrayaron que: «La muerte de Sydney Aiello es trágica, impactante y desgarradora (…) es el resultado del efecto dominó de los disparos en MSD». 

Dicho efecto dominó es a lo que el psicoanalista William Guglielmo Niederland denominó “el síndrome del sobreviviente” o “la culpa del que sobrevive”. 

Este padecimiento mental, observado por Niederland entre las personas que sobrevivieron al Holocausto Nazi y a las bombas nucleares lanzadas por EEUU sobre Hiroshima y Nagasaki (Japón), se caracteriza por la tendencia al aislamiento y a las depresiones crónicas de diferente intensidad. 

Este tipo de trastorno de estrés postraumático (TEPT), asociado en un principio con quienes sobrevivieron a la “solución final” (diseñada y acuñada por el criminal de guerra alemán Adolf Eichmann), se repite en estos tiempos con los veteranos de guerra de diferentes países y, en menor medida, con los individuos que escaparon de tiroteos escolares o atentados terroristas. 

Niederland sostenía que ser el único sobreviviente de un grupo de personas aniquiladas origina un sentimiento de gran vergüenza y pena. “Estar vivo es una causa permanente de conflicto y al mismo tiempo una fuente inagotable de culpa y sufrimiento». 

Al respecto, el psiquiatra y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Moisés Kijak, destacó en uno de sus textos que: “El hecho de que muchos otros psicoanalistas se sigan ocupando de este tema, es una prueba de que el mismo está aún lejos de haber sido agotado. Son situaciones que van más allá del Holocausto y llegan a nuestras latitudes”.

Esas latitudes, en consecuencia, pueden ser países como Estados Unidos y, por supuesto, Colombia. 

En EEUU el síndrome de la culpa afectó en los últimos años a los soldados que lucharon en las guerra de Irak y Afganistán. Según cifras entregadas por el Departamento de Asuntos de los Veteranos, en el 2016 unos 6.000 militares que participaron en las invasiones a estas naciones de Oriente Medio acabaron suicidándose. 

No obstante, otras organizaciones estadounidenses hablan de cifras cercanas a los 8.000 suicidios de veteranos al año, es decir, al día se matan por decisión propia un promedio de 22 exsoldados.

En relación a esto y a los decesos de los dos estudiantes de Parkland en marzo de este año, también se abrió el debate sobre las altas tasas de suicidios de adolescentes en Estados Unidos. 

Un informe del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades recalcó que el número de estudiantes de secundaria que se suicidaron entre el 2009 y 2017 aumentó en un 33%. Es decir, 10 de cada 100,000 adolescentes de 15 a 19 años mueren de esta manera en EEUU. 

El suicidio es la segunda causa de muerte entre los adolescentes de la nación norteamericana después de los accidentes de tráfico, envenenamiento y ahogamiento. 

La sombra del síndrome del sobreviviente en Colombia 

“¿Sobrevivientes de combate en Colombia que después se suicidan? Sí, hay muchos casos», señala la doctora y magíster en psicología de la Universidad de los Andes, Claudia Carolina Botero.

Estos suicidios -explica Botero- pueden estar relacionados con varios factores como la frustración por no poder cumplir con los objetivos de vida después de sufrir una lesión en el campo de batalla o la culpa de mantenerse vivos ante un incidente de violencia mientras otros murieron.

Igualmente, los suicidios de estos excombatientes se asocian a la incapacidad de desarrollar la misma actividad que venían ejerciendo y a la pérdida de familiares mientras se pasa por un cuadro depresivo. 

«Eran personas que se habían preparado para ser soldados (o milicianos) toda la vida y, al cambiar por el evento traumático, tuvieron que dejar su vida profesional para iniciar nuevos proyectos que no siempre se cristalizaron”, dice la especialista de la Universidad de los Andes. 

La supervivencia puede llevar a situaciones de crisis depresivas y terminar en suicidio porque son sujetos que no cuentan con un respaldo psicosocial y tienen debilitados sus recursos de afrontamiento, añade la profesional. 

Ahora bien, insiste la doctora Botero, «no todas las personas que se sienten culpables se suicidan. Hay algunos que tienen predisposición a deprimirse y el evento de haber sido un sobreviviente finalmente culmina en el suicidio, pero otros son sobrevivientes que, incluso, superan estas etapas de su vida a través de la resiliencia». 

A propósito, Botero recuerda la condición de Juan José Florián, soldado del Ejército de Colombia que perdió las dos manos, la pierna derecha y la visión del ojo derecho tras ser víctima de un paquete bomba. Florián ahora compite en su bicicleta para clasificarse a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. 

Pero casos como el de Florián, aunque alentadores, son la minoría. 

Es utópico que este tipo de historias se repitan en un país con más de 50 años de conflicto armado donde, según datos del Batallón de Sanidad, apenas hay 100 psicólogos y algunos psiquiatras por cada 200.000 miembros de las Fuerzas Armadas.