Tras haber acogido eventos de Fórmula Uno, tenis, boxeo y golf, además de comprar el club inglés Newcastle, el sonado fichaje de una estrella mundial como Cristiano Ronaldo es el más reciente esfuerzo de los millonarios de Arabia Saudita para posicionarse a su país en el deporte de alto nivel. Algunos denuncian una estrategia de ‘sportswashing’, un intento del régimen conservador de desviar las críticas sobre su balance en materia de derechos humanos, algo similar a lo que ocurrió recientemente con Catar y la Copa del Mundo de la Fifa.

Pero la idea de involucrarse en el deporte de élite no es nueva. En 1978, el talentoso volante brasileño Rivelino fue la primera estrella que se dejó seducir por los petrodólares del Golfo para terminar su carrera. Sin embargo, nada se compara con el acuerdo anunciado este martes entre CR7 y el club Al Nassr, por dos años y medio y unos 200 millones de euros. El artillero lusitano será compañero del colombiano David Ospina, quien llegó hace seis meses procedente del Nápoles italiano.

A los 37 años y tras haber ganado cinco Balones de Oro, Cristiano Ronaldo viene a añadir su nombre a una rica lista de pesos pesados que llegaron para lograr un fuerte beneficio económico en el final de su carrera e imitar de este modo al gran centrocampista de la Seleçao que, tras su paso por el Fluminense, llegó a Arabia Saudita hace ya 44 años.

Pero en aquella época, fue Al-Hilal, el gran rival de Al-Nassr en Riad, el que había fichado a Rivelino por tres temporadas, en las que anotó por 39 goles y logró un título de campeón. Ese año, 1978, su compatriota Carlos Alberto Parreira había llegado como seleccionador a Kuwait, que se clasificó después para el Mundial de España 1982.

En 1998, Al-Nassr atrajo al búlgaro Hristo Stoichkov. Pero la aventura saudita del exjugador del Barcelona fue corta, aunque una Recopa de Asia figura en el palmarés del Balón de Oro de 1994. Stoichkov inició la moda de los fichajes de corta duración, seguida pronto por los brasileños Bebeto – un gol en cinco partidos hasta su retirada en 2002 – y Denilson, efímero jugador más caro del mundo, que estuvo dos meses en Arabia Saudita en 2007.

Esta tendencia no tardó en llegar a los otros países de la región, comenzando por Emiratos Árabes Unidos. Entre 2001 y 2003, el liberiano George Weah, único Balón de Oro africano hasta ahora, defendió los colores del Al-Jazira de Abu Dabi.

Campeón del mundo en 2006, el defensa italiano Fabio Cannavaro se exilió en Dubái y llegó al Al-Ahli en 2011, seguido un año más tarde por el goleador Luca Toni, que posó brevemente sus maletas en ese país un año más tarde, en Al-Nassr.

Entre 2003 y 2004 Catar fichó a una treintena de internacionales de países dominantes, entre ellos los franceses Franck Leboeuf y Marcel Desailly, los españoles Pep Guardiola y Fernando Hierro y el argentino Gabriel Batistuta.

En la temporada 2002-2003, Romario se comprometió por 100 días con la formación catarí Al-Sadd, a cambio de 1,5 millones de dólares. Un poco caro para tres partidos y ningún gol marcado. Al-Sadd fue el mismo que en 2015 llevó a Xavi Hernández a Catar: el centrocampista del Barça se quedó cuatro temporadas en las que ganó otros tantos campeonatos nacionales. Por último, Juninho Pernambucano jugó de 2009 a 2011 en Catar, por Al-Gharafa. Como Xavi, el genio de los tiros libres no decepcionó.

Sin embargo, ningún esfuerzo se parece al que está haciendo ahora Arabia Saudita, un país que tiene liga nacional desde 1975 y en el que los clubes Al Hilal, con 18 títulos, y Al Nassr, con nueve, han sido los dominadores. Sin embargo, apenas en 1990 se permitió la contratación de jugadores profesionales. Hoy, con el desarrollo de las comunicaciones, la globalización y el mercadeo deportivo, buena parte de los 40 millones de saudíes son apasionados por el fútbol.