Un mes después de haber llegado al cargo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está por detrás de los últimos presidentes en conseguir que su gabinete sea confirmado por el Senado. Hasta la fecha, se han aprobado 14 de los 22 nominados a distintos cargos por Trump. En el mismo plazo de tiempo, en 2009 el presidente Barack Obama contaba con 16 nombramientos de altos cargos de su gabinete, incluyendo un aplazamiento. En 2001, George W. Bush tenía 18, y en 1993, Bill Clinton tenía 17.

Aunque después de las elecciones de noviembre Trump se apresuró en dar a conocer públicamente los nombres de los elegidos para formar parte de su gabinete, los nominados aún no habían sido analizados y las revisiones que siguieron al anuncio se vieron ralentizadas por las inusualmente complejas carteras financieras de muchos de los candidatos. Algunos nominados también han visto cómo se retrasaba su proceso de confirmación debido a la oposición de los demócratas.

Sin embargo, conseguir que su gabinete pase el arduo análisis y el proceso de confirmación es solo el comienzo. Trump tiene autoridad para realizar cerca de 4.000 nombramientos políticos, pero más de 1.100 requieren la confirmación del Senado. Además del gabinete, los nominados que necesitan la aprobación del Senado son los representantes políticos, subdirectores y secretarios adjuntos, directores financieros, abogados generales, embajadores y miembros de juntas y comisiones, entre otros.

Normalmente, un presidente necesita más de un año para conseguir que la mayor parte de sus candidatos empiece a trabajar, dejando la gestión de agencias y departamentos en manos de los funcionarios de carrera que no están en condiciones de adoptar decisiones claves a largo plazo. Y muchos de los nombramientos anteriores dejan el gobierno dentro de los 18 primeros meses, creando otro vacío y haciendo necesario que este proceso comience de nuevo.

Ninguna otra democracia tiene tantos empleos políticos ni tanta rotación total al inicio de una nueva administración, o tantos puestos de alto nivel que permanecen vacantes por períodos tan largos de tiempo. Como resultado, cada administración se ve obstaculizada en el logro de sus metas políticas, afectando a los grandes y complejos departamentos gubernamentales y no siempre está completamente preparada para manejar las inesperadas pero inevitables crisis.

Hay demasiados nombramientos políticos y jerarquías burocráticas con capas y capas de ejecutivos, que conduce a cuellos de botella y disfunciones de políticas y de gestión. Hay que reducir el número de nombramientos políticos. Además, el Congreso debería cambiar el estatus político de los puestos de trabajo que son puramente de gestión, como los directores financieros y los directores de compras. Esto eliminaría la necesidad de confirmación del Senado y permitiría que mandatos más largos aborden los problemas a largo plazo.

El Congreso también debería simplificar el lento y engorroso proceso de análisis mediante la creación de una base de datos on line común y consistente para los nominados, en lugar de los múltiples y repetitivos cuestionarios que se utilizan actualmente. Bajo este esquema, un candidato podría ofrecer información a la Casa Blanca, al FBI, a la Oficina de Ética Gubernamental y a los 17 comités del Senado con jurisdicción sobre los nominados a través de una única página de internet.

Aunque Trump haya encontrado problemas para conseguir que su gabinete comience a trabajar y probablemente se encuentre con más obstáculos en los próximos meses, el proceso de confirmación siempre ha sido lento, brutal y lleno de dificultades para todos los presidentes y para las personas que han sido nombradas para trabajar en el gobierno. Después de que el polvo se asiente tras este ciclo, el Congreso debe aprobar cambios que permitan a los nuevos presidentes conseguir que sus equipos tomen posesión de sus cargos más rápidamente, para que estos puedan estar mejor preparados para gobernar.